A mí no me engañas, Carles

Que no, Carles, que a mí no me engañas con tus historias, que ya sé que quieres salvarte el culo y que esta amnistía está hecha a tu medida. No hace falta que le demos más vueltas, lo hemos entendido perfectamente. ¿Te has cansado de tu vida de lujo allí en Waterloo? Parece que sí, ¿no? De hecho, lo que pienso es que te va la marcha, el morbo de verte esposado por la poli, la española, claro. Te has pasado todos estos años jugando al escondite, ahora hago ver que entro, ahora me escondo, y vuelve a empezar. Te has reído de todos, también de los tuyos, has vivido como un rey cobrando una pasta, también Marcela, con un sueldo pagado por los contribuyentes catalanes.

¿Sabes Carles? Yo quiero pasar página de esa falsedad que conforma tu personalidad, de esa hipocresía que nos acompaña desde hace demasiado tiempo, de esa pérdida de tiempo que a ti te importa un bledo, de esa falacia que arrastras haciéndonos creer que quieres lo mejor para nosotros, los catalanes y catalanas. Todo mentira, Carlos. Desde el primer momento que dejaste con un palmo de narices a los que confiaban en ti marchando a hurtadillas en el maletero de un coche. Una fuga cobarde, Carles; te cagaste y sacaste pecho muy lejos, por si alguien venía a buscarte. Esto es ser muy macho, Carlos, un estilo que criticas de otros, pero que no te lo aplicas tú. La inmunidad te ha ido de perlas, di que sí. Haciéndote el chulo has conseguido sobresalir algunos centímetros en un Parlamento Europeo que no te ha hecho ni caso, una realidad que no puedes negarme.

Y el cansancio es tan enorme que has visto en Pedro Sánchez tu salvación. Incluso crees en la posibilidad de aplastar a un Pere Aragonés en horas bajas, haciéndose aún más pequeño de su tamaño normal. De Waterloo llegará el salvador de la patria, no Illa, no, que este puede amargarte el viaje. Entonces, claro, necesitas un escenario imaginativo, de película, una escena icónica, para guardar en la memoria histórica de la Cataluña oprimida y maltratada. No necesitas asesores porque ya lo tienes pensado desde hace tiempo. Sueñas con ese momento desde que supiste que la «ley orgánica para la normalización institucional, política y social en Catalunya» era nada menos que la única salida que te quedaba.

Los cobardes es lo que tienen, que si los detiene a la policía sabiendo que irán a la cárcel, se acojonan de tal manera que ya ni piensan en esta posibilidad. Sin embargo, los de tu condición prefieren un espectáculo a medida, con las cámaras de TV3, por supuesto, avisadas con la conveniente antelación. No será necesario avisar a los hiperventilados procesistas, aquellos que se quedaron parados en el 1 octubre de 2017 y que nos han amargado la existencia hasta el día de hoy con lacitos, proclamas varias e insultos de todo tipo. Aquellos irán a aplaudirte, no tengas ninguna duda. Y tú, con esa cara de no haber roto nunca un plato, te pondrás a disposición de la justicia, declararás que estás dispuesto a todo por Cataluña mientras tu cerebro ríe tu propia gracia. ¡Qué valiente que soy, te dirás a ti mismo!

Y volverás a engañarles, se dejarán engañar, porque no hay peor ciego que el que no quiere ver. Es el mal que debemos sufrir la mayoría de los catalanes por culpa de un personaje como tú, que solo se mira el ombligo, que solo piensa en una nómina estratosférica y en un buen estatus que le permita seguir riéndose de todos. ¿Qué gracia, no, Carlos? De hecho, esta misma semana, la prensa del régimen fascista español, como tú la llamas, te echa una mano, te echa un capote, así, al estilo torero, afirmando en una encuesta que tu partido, Junsxnoséquè, queda por delante de ERC. ¿Qué bien, no, Carles? Ya te ves de presidente, ¿no? No veas, entre las esposas y la encuesta, engordarás tres kilos; con esto y con la vida que llevas. ¡Qué subidón!

A ti, la decadencia de Cataluña, te la sopla, ¿no, Carles? Qué pena todo, Carles. Qué pena haber tropezado en esta vida con individuos como tú, oscuros, sin ningún interés general, con un narcisismo tan exasperante como nocivo, y ahora hablo en serio. No merecemos esto. No merecemos una persona de tu índole. Haces daño. Representas a una Catalunya que no es la mía. Entiendo que quieras librarte de la cárcel, llevar una vida más o menos normal, cobrar una buena pensión, pero Carles, por favor, desaparece de nuestras vidas, déjanos en paz. Por el bien de todos y todas, por el bien de Cataluña.

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1 comentario en «A mí no me engañas, Carles»

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