Laporta ataca a Nike para evitar que se analice más a fondo su trienio

La estrategia de ensuciar la relación, generar mala publicidad para la firma americana y negociar con Puma o Hummel para forzar la ruptura del contrato sin penalización es una peligrosa arma de doble filo

Joan Laporta i Xavi, durant la presentació del documental sobre Araujo

Seguramente no podía pasar de otro modo esta pequeña celebración del primer trienio de Joan Laporta en su segunda época al frente del Barça, otro día de la marmota, repetición del clímax de las elecciones de 2021 en las que lo importante no era cómo salir de la pandemia, sino demonizar a Josep Maria Bartomeu. No ha cambiado nada en estos tres años, al menos no con relación al mismo truco mediático y propagandístico empleado entonces, consistente en buscar culpables y no soluciones porque de lo único que se trataba era de contraponer a ese invento demagógico denominado barto-rosellismo al neolaportismo. O sea, de tapar la desafortunada gestión de Laporta en el pasado con la proyección de una pesadilla aún peor, el mismo plan de 2015, cuando la oposición a Bartomeu consiguió forzar aquellas elecciones con un inesperado final feliz para el entonces presidente gracias al tridente (Messi-Suárez-Neymar) y a otro triplete contra el que nada pudo hacer aquel Laporta maleducado y resentido que no fue capaz siquiera de felicitar al ganador en las urnas y, mucho menos, como venía haciendo desde los tiempos de Núñez, respetar la voluntad de los socios. Nada nuevo en su currículo.

El día del tercer aniversario, por tanto, fue un calco de aquella proclama tan aburrida y reiterada en torno a la misma idea de que solo alguien como Laporta, con su audacia y valentía, era capaz de salvar al club de aquel escenario, presuntamente dantesco y aterrador. Otra demostración de cobardía y sumisión por parte de ese barcelonismo de mantel que no está dentro del círculo del poder, más que nada porque Laporta solo deja entrar a su familia, pero al que la Gestapo laportista permite seguir en la pomada mediática. Que ya es mucho para ese coro que repite los mantras habituales sobre lo pernicioso de la herencia, la gran dificultad de aquel momento y las bondades de un presidente que se ha ido inventando palancas, avales, trucos contables, operaciones ilusorias y maniobras que, en definitiva, no han servido para reestructurar ni sanear el club, solo para promover comisiones en los fichajes estrella. Engañifas igualmente aplaudidas por el eco de este neobarcelonismo condescendiente y anestesiado que rodea al imperio de la improvisación en que se ha convertido el desgobierno de esta junta.

El propio Laporta, incapaz de argumentar y demostrar progresos cuantificables en todas las materias, especialmente en las cuestiones patrimoniales y económicas, dedicó otra de sus homilías llamando a la población azulgrana a la unidad incondicional y ciega frente a los enemigos. “El Barça solo nos tiene a nosotros, a los barcelonistas”, dijo sin mucho más contenido de referencia que las seis Ligas de la última temporada con ese regusto a éxito del entrenador de Victor Font, reconocimiento de la base de jugadores de casa dejados por Bartomeu -lo mismo que el perfecto estado en el que se encontraron las secciones del Palau y el femenino-, rematado por la guinda Lewandowski, única gran aportación de Laporta y de Pini Zahavi, uno de sus agentes favoritos.

Indudablemente, esa es ahora la única divisa visible del laportismo, la del resultadismo a falta de un balance realmente digno, presentable y sólido de gestión como es evidente. Su aparato de comunicación, ferias y festejos le preparó como antesala al súperjueves un documental sobre los orígenes de Araujo, prescindible, pero que sirvió para avanzar el lanzamiento del canal de tv streaming dentro de unos meses, la nueva Barça TV hecha a medida de las pocas posibilidades y medios actuales del club. Nada deslumbrante.

La carga pesada del día se sirvió estratégicamente por el canal Jijantes, más influyente que la propia TV3 y directamente conectada al camarote laportista, en torno a la visita de ejecutivos de Puma a Barcelona, un ruido que desde la cúpula de la junta se viene promoviendo para aparentar que Laporta capitanea otra de esas grandes operaciones que solo él es capaz de protagonizar, en este caso abatir a un gigante como Nike, ahora caído en desgracia.

Lo era también renovar a Messi y ya se sabe cómo acabó la película. Lo era el Espai Barça, que igualmente, se sabe, ahogará al club en apenas dos o tres años porque la financiación es imposible de devolver y solo alcanza para reformar, y malamente, el estadio. Lo era la salida a bolsa de Barça Studios tras una falsa venta por 408 millones que a punto está de provocar otro agujero negro irreversible y dramático. Lo era la Superliga, que debía aportar 370 millones por participar y 1.000 millones más por lealtad a la causa. Ahora el runrún que lleva días revoloteando por todas las redacciones es la inminente ruptura con Nike, una primera marca mundial que ha acompañado al FC Barcelona desde 1998 a lo largo de los años más gloriosos de la historia del club.

Las fuentes periodísticas que ahora lideran la opa de Laporta sobre Nike apuntan que Puma podría ser la alternativa a Nike para la 2025-26 o que Hummel estaría dispuesta a fabricar la camiseta de la próxima temporada (2024-25) si el Barça rompe el contrato. La estrategia laportista pasa por ensuciar la relación públicamente, por filtrar la existencia de incumplimientos suficientes como para justificar legalmente dejar de trabajar con Nike, y por estar permanentemente negociando con otras marcas. Todo eso sin descartar la posibilidad de dejar de lucir el logo del fabricante una temporada, sea quien sea, para facilitar la transición y así agotar la paciencia de Nike. Laporta está convencido de que esta mala publicidad, como no le conviene, acabará por convencer a los americanos de que la mejor salida es renunciar a seguir siendo partner del club azulgrana.

Cabe preguntarse si este nuevo terremoto es real o forma parte de esa habilidad de Laporta para controlar el relato, distraer la atención y poner el foco donde le conviene para que la prensa esté distraída, ahora con la batalla contra Nike, y menos atenta a analizar a fondo estos tres años de Laporta al frente de una entidad que, si no se produce un milagro, este verano ya no tendrá otra salida que vender a alguno de sus cracks, o varios, para estabilizar el cierre de un ejercicio con muy mala pinta. Porque a Laporta le va un aval personal de 18,5 millones, el ridículo que quedarse sin jugadores inscritos por falta margen salarial y, desde luego, no poder reforzarse más que con efectivos del juvenil. Lo que le faltaba, si no llueven del cielo los 100 millones de Barça Studios antes del 15 de junio, es un pleito con Nike que, encima de no pagarle la parte contractual, le bloquee acciones comerciales con otra marca. Tampoco va sobrado de tantos buenos abogado. Y a Nike le sobran.

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