Laporta ya fracasó y se rindió a Nike en 2008 cuando quiso ‘independizarse’

Apenas duró ocho meses su intento de crear la primera BLM, herencia de Bartomeu y única área de negocio actual que gana dinero. Suena a locura romper con Nike y querer producir y vender camisetas con una marca propia

Pedri i Aitana Bonmatí amb la samarreta del Barça de la temporada 2023-2024

Las relaciones entre el Barça de Joan Laporta y Nike no pueden transitar por otro camino que no sea el del desacuerdo y la discrepancia. Es el único escenario posible, por ahora, después de que ambas partes hayan ido adoptando, con el tiempo, posiciones cada vez más distantes y tensas que tienen su origen en el momento en que, bajo la presidencia de Josep Maria Bartomeu, el Barça crea Barça Licensing & Merchandising (BLM) con la finalidad de recuperar el control de la Megastore-Botiga del Camp Nou y de ganar autonomía y capacidad propias para abrir nuevas tiendas, así como gestionar y mejorar las ya existentes, además de darle un enfoque más personalizado, intensivo y directo a la venta de todo tipo de productos, espacialmente el retail, a través de los puntos de comercialización directos y on line. Barça Licensing & Merchandising, S.L.U. se constituyó el 23 de marzo de 2018 con el objeto de promover “el comercio al por menor, incluyendo la promoción, venta, comercialización y distribución, en cualquiera de las formas que permitan las prácticas y usos mercantiles, de juguetes, artículos de deporte y ropa deportiva dentro del ámbito de la explotación de las marcas propiedad del FC Barcelona”.

El tira y afloja posterior sobre el e-commerce, y otras disputas en la compleja trama de la red de venta y distribución mundial de la ropa del Barça, contribuyó a irritar aún más a ambas partes, coincidiendo con la pandemia y con la adopción, por parte de Nike, de medidas coercitivas y penalizadoras que, anteriormente, cuando la relación estaba dominada por el buen rollo y no por una competencia directa, no se ejercían, tales como los bonus por títulos previstos en el contrato. Por el hecho de haber conquistado numerosos campeonatos se había convertido en una rutina a lo largo de una década, la de Messi, Nike había dejado de aplicar las cláusulas más estrictas manteniendo el pago de esas primas, con títulos o no.

Hasta que Nike, cuando conoció los planes de BLM, empezó a ponerse quisquillosa con el contrato, a no conceder esos extras y, además, también desde la pandemia, a fallar más que una escopeta de feria a la hora de servir el material previsto, sobre todo camisetas, casualmente en la época veraniega, cuando más demanda se registra y mayor es la afluencia a las tiendas de aficionados de todo el mundo en busca de un recuerdo, un regalo y la camiseta con el dorsal de Messi o de los nuevos fichajes de cada temporada. Hace varios años que la producción de las camisetas se ve afectada por continuos errores de fabricación que Nike ha admitido y que han obligado a retirar de los almacenes azulgrana miles de productos invendibles. Olor pestilente a sabotaje aunque indemostrable.

Con la llegada de Laporta, que también en este ámbito se las prometía muy felices, la relación ha ido de mal en peor hasta el extremo de romperla prácticamente con el staff de Nike Europa, un trato que había sido cordial, amistoso y productivo hasta que, a causa de tanto conflicto, ha degenerado en una guerra abierta y sin cuartel.

La estrategia de Laporta, más bien adoptada desde una posición de superioridad y con ese autoritarismo suyo al que nadie replica -ni se atreve- a nivel interno, no está funcionando por ahora ni se espera que la tensión pueda disminuir. La cena de la semana pasada con directivos de Nike a nivel mundial, una especie de último intento de firmar un tratado de paz y por más que en el Botafumeiro se pudieran agotar las existencias de bogavante, no sirvió para avanzar ni un milímetro.

Más bien al contrario: el retroceso se ha manifestado en un conjunto de filtraciones a la prensa laportista, algunas de las cuales producen sonrojo y hasta vergüenza ajena, como que la directiva se plantea arrancar por su cuenta la producción de una camiseta de marca propia para la temporada 2024-25. A Nike esta amenaza no le ha hecho ni cosquillas porque cualquier actuación unilateral del Barça encaminada a romper el contrato, más cuando la recta final de la producción de esa camiseta, igual que la segunda y la tercera equipación del próximo curso, ya debe estar casi a punto de comenzar, supondría iniciar un peligrosísimo pleito de incalculables pérdidas, sabiendo como las gastan los abogados de la factoría americana. Un incumplimiento, por más que Nike quisiera evitar la mala publicidad de una guerra mediática, supondría un desafío legal para el cual el equipo jurídico de Laporta no está precisamente preparado, menos con los precedentes de fracasos, errores y torpezas que ya ha protagonizado.

La bravata de cortar por lo sano podría suponer, además del coste de ponerse a fabricar ropa por sus propios medios, que no está ni mucho menos al alcance de la economía azulgrana, la implementación de medidas cautelares imposibles de soportar si un juez dispone que el Barça deposite y aprovisione (una eventual pérdida en la auditoría) a modo de garantía la cantidad del negocio que podría perder Nike (lucro cesante) en caso de la negativa del Barça a comercializar sus productos. Sería una carga asfixiante para las deprimidas finanzas azulgrana si el litigio se prolonga en el tiempo.

La guerra con Nike abre mil frentes si Laporta se empeña en tirar por el camino del medio, algo que ya hizo, o por lo menos lo intentó, en la temporada 2008-09, aprovechando la finalización de un acuerdo del 14 de febrero de 2002 con Nike Europe BV “por el que el Club otorgó el derecho exclusivo de licencia y comercialización de determinados productos y servicios, así como el derecho de explotación de la Botiga hasta al 30 de junio de 2008”. Para ello, Barça y Nike crearon una sociedad conjunta, FCB Merchandising, hasta que, por decisión de Laporta, a partir de 1 de julio de 2008, el club recuperó totalmente la explotación de la Botiga. El entonces director general, Joan Oliver; el tesorero, Xavier Sala-i-Martin; y el propio Laporta se frotaron las manos, imaginando los millones que el Barça iba a facturar y ganar a base de vender por su cuenta y riesgo la ropa fabricada por Nike en la Botiga del Camp Nou.

El invento duró exactamente ocho meses, lo que tardaron esos mismos tres genios en comprender que sin la experiencia de Nike era imposible llevar un negocio que, además, implicaba disponer de una plantilla propia, formar personal, contratar ejecutivos y sobre todo adquirir un amplio stock de productos. Con FCB Merchandising, el Barça no exponía ni gastaba un solo euro, pero, al desaparecer, el riesgo y la inversión corrían por cuenta del club. El descalabro fue tal que con fecha de 27 de febrero de 2009 “el Club formalizó -decía la memoria- un nuevo contrato con Nike European Operations Netherlands B.V. con fecha retrospectiva 1 de julio de 2008 y fecha de vencimiento 30 de junio de 2013, según el cual se traspasa a esta sociedad el derecho exclusivo de licencia y comercialización de determinados productos y servicios, así como el derecho de explotación de la Botiga en la línea con el modelo de gestión vigente hasta el 30 de junio de 2008, pero con una participación mayor en el porcentaje de los resultados generados en la explotación de los derechos concedidos”.

Aquel fue un desastre total, una lección que Laporta ha olvidado con el paso de los años, deslumbrado por las cifras de negocio de BLM, que fue otro modelo de asalto aparte de la estructura de Nike, esta vez dirigido por Josep Maria Bartomeu(2018) en respuesta a la misma tentación de exprimir la venta más local a base de personalizarla y controlarla con más mimo e interés que Nike, un monstruo para quien el Barça, siendo importante, no es más que una pieza estratégica mundial, una más de las camisetas que vender en sus tiendas de Nueva York o de Los Ángeles junto a las de sus otros equipos patrocinados y el resto de productos de la multinacional.

BLM ha resultado ser, sin discusión, una iniciativa más profesional, mejor estructurada y de éxito, nada que ver con la chapuza de Joan Oliver y el resto puestas en marcha fugazmente diez años antes. La sociedad ha superado con nota a la pandemia, ha ampliado la red de tiendas y ha llegado a facturar 100 millones a pesar de la política de castigo de Nike, que sigue teniendo la sartén por el mango y poniendo palos en las ruedas. Tal es la fe de Laporta en BLM que, excepcionalmente, no la ha dejado en manos de ninguno de sus ejecutivos de confianza, por suerte para el FC Barcelona, sino en un profesional de la casa con experiencia tras haber trabajado para todos los presidentes desde los tiempos de Josep Lluís Núñez. Por la razón que sea, el propio presidente no quiere que BLM se pudra como ocurre con el resto de los departamentos bajo su tutela personal, directa, con la responsabilidad delegados en ejecutivos más bien mediocres que si algo hacen bien es decir amén a Laporta y servirle incondicionalmente. La pregunta es cuánto tiempo más podrá resistir BLM, que ya tiene mérito, a Laporta y a Nike.

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