El club de las malas mujeres

Pasados los encuentros en familia quedan un montón de anécdotas y recuerdos, algunos más alegres que otros. Son muchas las mujeres que acaban hartas de oír comentarios como «para cuando un novio», «te quedarás para vestir a santos» o «que se te pasa el arroz». Comentarios sin mala intención, pero que van llenando el vaso paulatinamente y son absolutamente innecesarios porque, por si todavía alguien no lo ha entendido, el cuerpo de las mujeres no es un bien sobre el que opinar y, si no somos madres, no estamos incompletas.

Susana Alonso

Cuando Simone de Beauvoir (1949) afirmó que «no se nace mujer: se llega a serlo» expuso el peso de la cultura en la ordenación simbólica de la diferencia sexual/genital, tanto en el subjetivo como en el colectivo. Es decir, que ser mujer es producto de la ordenación de género y, por tanto, de la cultura.

Si la maternidad es una construcción social creada dentro de una ideología patriarcal (Royo, 2004), las mujeres que no son madres son presionadas para cumplir con este rol tradicional asignado a la mujer. Esto provoca que el sentido que asignan a sus vidas mujeres y hombres, sus expectativas y oportunidades sean distintas.

Existen varios motivos por los que algunas mujeres no deciden no tener hijos y que han sido expuestos por diversas autoras y mujeres en la cotidianidad de sus discursos día tras día. Por un lado, está la falta de deseo de hijos y el rechazo de la maternidad y, por otro lado, está la elección frente a los beneficios de no tenerlos o los motivos involuntarios.

Lo peor de todo es que, a día de hoy, todavía se debate si es cierto o no el argumento de que, cuando las mujeres tienen hijos, renuncian a un sinfín de oportunidades. Hace unos días salió publicada una noticia en el periódico El Mundo bajo el título La conciliación sigue siendo de ellas: nueve de cada 10 personas que reducen su jornada para cuidar a un familiar son mujeres. En este artículo se exponen los resultados de un informe publicado por el CSIF, el sindicato mayoritario de los empleados públicos. El informe expresa que son las mujeres quienes asumen más renuncias laborales para ocuparse de hijos y familiares dependientes. Con datos de la encuesta de población activa (EPA), el sindicato condena que el 93% de los empleados que trabajan a jornada parcial para poder conciliar son mujeres, un total de 352.400 en España. Por cada 12 mujeres que renuncian a un empleo a tiempo completo para cuidar a familiares, existe un solo hombre.

De igual modo, el mismo informe publicado por el CSIF evidencia que, en 2022, el salario anual de las mujeres fue un 20% inferior al de los hombres, una diferencia económica equivalente a que ellas trabajaran setenta y tres días al año gratis.

Por mucho que existan datos que lo verifiquen, siempre habrá alguien dispuesto a intentar invalidar tu argumento con sentencias meritocráticas como «porque vosotras queréis». También existirá el/la que añada que, si todavía no quieres ser madre, es porque «no eres madura». El peor de todos los argumentos, en mi opinión, es que «con un hijo no estarás sola», una idea perversa donde las haya de que un hijo es un cuidador de por vida.

Estas mujeres, entonces, se ven expuestas a demandas sociales, entendidas como presiones implícitas y explícitas para hacerlas actuar de forma determinada, aceptada socialmente por su género. Lo que creo que muchas veces perdemos de vista como sociedad -aparte de que el cuerpo de las mujeres no es un objeto sujeto a opinión- es que estos comentarios, además de innecesarios, muchas veces hieren. No hace falta demonizar a nadie por sus decisiones porque quizás ya es suficientemente difícil elegir renunciar a una cosa para obtener otra cuando el otro género no tiene que hacer ninguna renuncia. Además, muchas veces olvidamos que quizás hay mujeres que, por mucho que lo han intentado, no han podido.

El otro día empecé a ver la serie Machos Alfa, en Netflix: 4 hombres se ven sobrepasados por los tiempos de la lucha por la igualdad e intentan adaptarse a esa «nueva era». La serie ilustra bien algún sector poblacional que no acepta el cambio y la evolución del género femenino. Quizás, en vez de tantas series necesitaríamos más educación en casa que nos enseñe que deberíamos dejar de meter las narices en la vida de los demás y no sostener discursos nocivos como que la maternidad para las mujeres implica un deseo natural y universal que a su vez se manifiesta en un estado de maduración o bien, un estado de desarrollo psicosexual «normal».

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