La patria de Junts

No puedo creerlo. ¿En qué momento el nacionalismo catalán dejó de ser supremacista y xenófobo? ¿De verdad que ahora nos damos cuenta de que las raíces de Junts son profundamente racistas? ¿Seguro que sus fundadores, Convergència, abrazaban la idea de la Catalunya como tierra de acogida? ¿O era un eslogan para quedar bien? ¿Qué pasa que ahora se han dado cuenta de que mucha de la gente que vive en pueblos y ciudades catalanas parece tener la piel más oscura? ¿O es que no aguantan que no firmen las premisas de la nación catalana, lengua, patria y religión? Madre mía, ¡pero si esto ya viene de lejos! ¿O no recuerdan las palabras de Marta Ferrusola, diciendo que sus hijos no podían jugar porque todos hablaban castellano? ¿O contra los inmigrantes que «imponían su lengua y su cultura»?

Susana Alonso

Quizás durante décadas, este racismo estuvo escondido de alguna manera, pero lo cierto es que la ola de inmigración que llegó a Cataluña en la década de los cincuenta y los sesenta, incluso antes, molestó a la burguesía catalana, a pesar de que fue beneficiosa para enriquecerse en las industrias textiles, especialmente. Esta gente vivía lejos de sus barrios, en chabolas, en cuevas cerca de los cauces de los ríos, como en Sabadell. Tenían sus costumbres, sus iglesias. No molestaban demasiado y se movían poco por el centro de las ciudades. Después, intentaron que «se adaptaran», a su manera, por supuesto, respetando «las tradiciones». La lengua, el Barça y la Moreneta. Más tarde, la independencia. Si no, te convertías en un mal catalán, tenías que marcharte de la tierra que te había visto nacer. Yo tuve algo de suerte en ese aspecto. Nacido de padres murcianos, de pelo negro, negro, yo era rubio. Incluso una catalana «como Dios manda» me dijo que parecía «hijo de fabricantes». Corría el año 1960.

Y ahora nos tiramos de ese mismo pelo porque la extrema derecha, también la de Junts, ya no tiene pelos en la lengua para decir lo que siempre había pensado, que sobran unos pocos aquí en esta tierra, sobre todo si no casan con el estereotipo catalán de toda la vida. Parece que poco importa que sus apellidos sean García, Fernández o Romero mientras hablen catalán. Esto hasta ahora. Claro que el proceso lo puso en marcha todo al traste y, aquellos que yo consideraba amigos, me invitaban a hacer las maletas e ir a vivir más allá del río Ebro.

Y mira por dónde que la semilla de la extrema derecha en Ripoll ha destapado más casos de discriminación a las personas que quieren empadronarse en diferentes ciudades y poder acceder al derecho constitucional a la sanidad y la educación. Y qué casualidad que estos están gobernantes por Junts, en Amer, en Santa Coloma de Farners, Figueres o Calella. Éste último, con la connivencia del PSC.

Y el humanismo queda algo más tocado, herido de muerte, ante insensibles y vividores de la política que son capaces de reventar cualquier consenso, cualquier acuerdo, con el objetivo no sólo de perpetuarse en el poder, sino de conseguir una limpieza étnica que no rompa con los valores estables y de carácter intrínsecamente xenófobos. Aquella «tierra de acogida» tan promocionada con sonrisas y buena fe no era más que una campaña engañosa para autoconvencernos de nuestra bondad, una suerte de bálsamo para cubrirnos de gloria y mostrar al mundo que éramos los mejores. A pesar del envoltorio publicitario, la sangre que corría por las venas de los gobernantes, era profundamente instigadora del rechazo a lo diferente.

Ahora ya no hay vergüenza. Han caído todas las caretas, se han descubierto por completo y han mostrado lo que muchos ya sabíamos. Al parecer, la ola de extrema derecha que recorre Europa les ha hecho apuntar al carro, no sea que queden fuera. No se lleva demasiado ese humanismo que valora a la persona por encima de todo. De hecho, Junts calla ante el genocidio del pueblo palestino. Calla ante todo lo que signifique apoyar a ciertas comunidades que no abracen la normativa establecida desde arriba, pese a estas comunidades hacen ricos a empresarios del Bages, de Osona o de las comarcas de Lleida. Eso sí, que trabajen, a ser posible en negro mejor, que impulsen la economía con sueldos bajos y con condiciones laborales y de habitabilidad extremas, pero que no tengan acceso a la educación y a la salud, no sea que, un día, ya no haya niños y niñas blancos en las escuelas o institutos. Y peor aún, que ya no se hable catalán. Juntsxodi.

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1 comentario en «La patria de Junts»

  1. De padre catalan y madre andaluza, me siento charnego y ciudadano del mundo.
    En nacionalismo catalan y español, se cura viajando, seguramente nunca han salido de su amada cataluña que cada dia esta mas en decadencia.
    Reto a esos puros catalanes/as ha que se hagan un analisis de sangre, a ver si encuentran sangre arabe en sus venas
    Al final van a ser mas moros/as que los que llegan
    Los arabes estuvieron 800 años en España
    NO COMMENT

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