Xavi destapa el ‘cuñadismo’ como la clave del autoritarismo de Laporta

La invisibilidad y el anonimato de Alejandro Echevarría, a quien echó de la junta por franquista en su primer mandato, ya no lo protegen porque al presidente no le quedan más asesores, directivos o ejecutivos en quien confiar

Joan Laporta y Xavi Hernández
Joan Laporta y Xavi Hernández

Joan Laporta ha afrontado la crisis de la continuidad de Xavi Hernández con un ejercicio de fantasía inigualable. A este calificativo responde el relato de la prensa, según el cual la comisión deportiva se reunió de urgencia el sábado por la noche, tras el 3-5 frente al Villarreal, para rogarle al entrenador que permaneciera en su puesto al frente del equipo, versión que el propio técnico de Terrassa vino a confirmar en la rueda de prensa posterior a su comparecencia, dejando muy claro que había sido él, y solo él, quien había decidido no seguir al frente del equipo más allá del 30 de junio próximo. Surrealista.

Al día siguiente, Joan Laporta llevó el asunto a otra dimensión superior, casi cuántica, porque por eso es el presidente. «Xavi me comunicó ayer que se iría a final de temporada, pero que quería acabarla. Es una fórmula que acepto porque es Xavi, es honesto, digno, quiere al Barça y es una leyenda. Sé que estará comprometido. LaLiga está difícil, pero no perdida, no descarto ganarla y hay que ponerlo todo para ganar la Champions, con más compromiso, más carácter y dándolo todo podremos conseguir alguno de los objetivos que nos hemos marcado. La situación no es agradable para nadie y hace falta unión ante este momento. El club está controlado social y económicamente. Deportivamente, no nos salen las cosas», dijo, sazonando su única intervención pública sobre el hundimiento progresivo del equipo desde el clásico en Montjuic con la tradicional llamada a la unión entre el barcelonismo y al apoyo de los socios.

Los testigos de esta supuesta solución de medianoche fueron el vicepresidente Rafael Yuste, el director técnico, Deco, el asesor personal del presidente en materia deportiva Enric Masip, el directivo cero a la izquierda Joan Soler y algunas fuentes sugieren que también Bojan Krkic merodeaba por los alrededores como miembro secundario y orbital de ese staff del primer equipo que, básicamente, se reduce a la figura de Deco. Xavi, sin embargo, aludió repetidamente no solo a la confianza y el respaldo recibido de parte de ese gabinete de crisis. También repitió varias veces el nombre de Alejandro Echevarría como la figura clave que ha hecho posible que Xavi Hernández, siendo entrenador del primer equipo del Barça, lo siguiera siendo después de perder la Supercopa con un baño del Real Madrid, la Copa a manos de un Athletic que le superó en todos los frentes y, prácticamente, la Liga tras remontar un 0-2, ponerse 3-2 y acabar goleado, 3-5, por un equipo como el Villarreal, que ha quemado casi tres entrenadores esta temporada y sigue arrastrándose por la Liga sin asustar a nadie.

Alejandro Echevarría es quien ha patrocinado el ascenso a los cielos del laportismo de Deco, con quien ha sido socio a lo largo de los últimos años en varios negocios de todo tipo, normalmente ligados al fútbol, el mismo Deco, que consiguió arrancar a Raphinha del Leeds United y así ganarse la absoluta confianza de Laporta, además de bendecir la barbarie perpetrada con el fichaje de Vítor Roque en el poco tiempo que lleva tras tomar las riendas de la dirección técnica.

El cuñado -o, mejor dicho, el excuñado de Laporta, pues técnicamente el presidente rompió hace mucho tiempo cualquier vínculo con la familia Echevarría tras consumarse el divorcio con Constanza Echevarría- reapareció en el club tras la victoria electoral de un presidente que, aunque lo parezca, no es exactamente el mismo Laporta ganador de las elecciones el 2003, un presidente imberbe como quien dice por aquel entonces, aunque arropado sólidamente por la familia Echevarría, también por un amplio sector pujolista de Convergència, con la imagen y la figura instrumentalizada de Johan Cruyff puesta a su disposición y el todopoderoso entramado mediático de Jaume Roures, siempre con TV3 a la cabeza, también a su servicio. Laporta, sin embargo, se vio obligado a echarlo de la junta cuando trascendió su filiación a la Fundación Francisco Franco, no tanto por esa militancia como por haber embaucado a la asamblea negándolo para ratificar su nombramiento. Recolocado en el vestuario para atender a los jugadores en su día a día al margen del fútbol, consiguió un elevado grado de complicidad y confianza del vestuario añadidas a sus funciones en materia de seguridad.

Se hizo inseparable de algunos jugadores como Eto’o, Puyol o el propio Xavi, al que también consiguió traer finalmente de entrenador como sustituto de Ronald Koeman llegado el momento. Con la diferencia, sutil, aunque muy perceptible y rentable para el cuñado, que el Laporta del segundo mandato ya no es alguien dispuesto a depender de nadie ni de nada, que se siente por encima del bien y del mal, que a su sentido neroniano del poder le vienen mejor los solucionadores y aduladores como Alejandro Echevarría, hábiles en el conocimiento de la condición humana y capaces de intuir y de darle al presidente todos los caprichos, incluidos los empujoncitos a quienes pueden competir en el Barça con el insaciable protagonismo del nuevo (o viejo) Laporta. El cuñadismo existe, se ha consolidado como un poder invisible, sin cargo ni responsabilidades, especializado en las tareas de limpieza y aclarado del entorno del presidente, de quienes, voluntariamente o no, pueden arrebatarle portadas, entrevistas o liderazgo, ni que sea en un área modesta del club. ¿El motivo? Porque cuando menos competencia haya en esa cúpula de mando, más se amplía su propio espacio y dominio de la escena. Eso sí, como a él le gusta, en un segundo plano y sin eco ni relevancia mediática, dejando que las decisiones, también la culpa, las responsabilidades y los honores, pasen por las manos de otros.

El problema es que, al mirar atrás, se ve cómo en dos años ha ido desertizándose el espacio en torno al presidente, que donde estaban Jaume Giró, Ferran Reverter, Jordi Llauradó, Mateu Alemany, Jordi Cruyff, el propio Koeman, las cabezas visibles del Espai Barça, Barça TV, el staff al completo del femenino y los pocos ejecutivos capaces de demostrar cierta eficiencia en sus departamentos hoy no se ve a nadie más que a Laporta en su trono, como el Rey Sol, servido por sus familiares o por los familiares de sus pocos leales, vegetativos, como Rafael Yuste o Enric Masip. No queda apenas nadie más, solo Deco y su principal valedor, Alejandro Echevarría, al que Xavi ha destapado y puesto al descubierto en el núcleo más duro del poder con una sinceridad y rotundidad que ha arruinado su maquillaje.

Cuidado, pues, con ese destape porque a Laporta, cada día más irascible a causa de esa soledad y al mismo tiempo incapaz de soportar la compañía de quienes ven otro camino y soluciones que no pasen por su propio interés, nepotismo o capricho, la revelación del cuñadismo tampoco le acabará de agradar ni de tolerar. Todo se parece demasiado al retrato premonitorio de los últimos días de un gran dictador, víctima de su propia e insaciable depredación hasta acabar solitario y perdido en su propio laberinto.

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