Laporta improvisa otro giro para salvar a Xavi y el curso invocando la Masía

El propio técnico, tras la conmoción por el KO de la Copa, abre el debate sobre si es el momento de dar paso a los juveniles y sacrificar el proyecto basado en los fichajes del presidente

Lamine Yamal - Foto: FC Barcelona

Las sensaciones que ha dejado la eliminación del Barça en la Copa, la segunda competición perdida en apenas 15 días, apuntan en la misma dirección que han arrastrado al Barça de Xavi a una posición en la Liga por debajo de las expectativas de esta temporada, bastante más ambiciosas. Si la reciente y contundente derrota encajada en la final de la Supercopa frente al Real Madrid ha contribuido a fomentar una extendida atmósfera de estar permanentemente a un peldaño de poder competir, realmente, por los grandes títulos, ahora parece haberse consolidado con el tropiezo en San Mamés, donde la imagen global volvió a estar lejos de ese nivel exigible a un proyecto que lleva fichados 16 jugadores y que, tras ganar la Liga la temporada pasada, parece haber dado un paso atrás contra todo pronóstico.

Lo más sorprendente, con todo, es el giro mediático que, desde la propia junta y su poderoso aparato de control y manejo de la opinión pública, se ha pretendido dar en las últimas horas a la línea del horizonte barcelonista, ahora en una dirección distinta a la inicial y ambiciosa idea de luchar por todos los títulos, especialmente por la Liga y por la Champions, siguiendo una lógica espiral en la construcción de otro equipo capaz de dominar y conquistar el fútbol mundial. Nada distinto a los que Joan Laporta viene prometiendo desde hace casi tres años.

Por el contrario, los medios influyentes y más próximos al laportismo comenzaron a apuntar la posibilidad de apostar por la nueva generación de la Masía, esa que lidera Lamine Yamal y a la que se han unido Fermín desde la pretemporada, Héctor Fort (17 años), Pau Cubarsí (17 años también) y Marc Guiu (18 años) en diferentes posiciones de defensa y de ataque.

Un nuevo relato con el que Laporta pretende que el barcelonismo se conforme, ilusionante, fresco y forjado por futbolistas a los que ni se les puede exigir que asuman el mando y la responsabilidad a las primeras de cambio, ni tampoco criticar o demonizar porque fallen goles cantados como los de Lamine Yamal, dejando en el aire la duda sobre si con más precisión y puntería de la joven estrella el Barça sería hoy uno de los semifinalistas de la Copa.

Lamine Yamal fue, por el contrario, el mejor delantero, autor de un gol que hubiera firmado Messi, y el único capaz de meterle miedo al rival, muy por encima del propio Lewandowski, Ferran Torres o el ya suplente Joao Félix.

No hay que engañarse. Xavi ha ido recurriendo a los juveniles apremiado por las circunstancias, por la necesidad de cubrir el exceso de lesiones, por las lagunas de juego y porque la mayoría de los fichajes no han sobresalido lo bastante como para que, en momentos críticos, hayan podido ir más allá de un rendimiento pasable, lejos del sobresaliente ni salvar la papeleta cuando era preciso.

La invocación repentina de la Masía, amplio protagonista de los espacios periodísticos del día después de caer en la Copa contra el primer rival que no era de Primera Federación, forma parte del plan B para salvar a Xavi y la temporada. Si Xavi se atreve a sentar a unos cuantos de los discutidos y otorgar de repente la titularidad a los Yamal, Guiu, Fermín, Cubarsí y Fort es muy posible que la afición, por ahora sumisa y anestesiada, acepte priorizar la construcción de un equipo pensando en el futuro por encima de los títulos a corto plazo.

El mensaje lo insinuó el propio Xavi con un hábil regate defensivo tras el 4-2 en el que solo los debutantes y los más jóvenes parecieron no rendirse, no dejarse intimidar por el ambiente de la Catedral y caer con la cabeza bien alta. «Aunque no sea conmigo en el banquillo, tenemos un gran futuro, un gran equipo en construcción», dijo, a modo de epílogo anticipado a una temporada en la que, ahora mismo, no existe un clima de optimismo ante la posibilidad de ganar la Liga y de luchar por la Champions seriamente.

El cambio de perspectiva funcionó porque el debate de las últimas horas se ha centrado en sí que vale la pena, llegados a este punto, tirar por la borda los dos últimos años, 1.000 millones en palancas y fiarlo todo a que los chavales maduren pronto y bien.

En definitiva, sin embargo, la música suena más a otra ración de improvisación laportista, otra forma de ganar tiempo y de esperar que alguna de las flautas vayan sonando, sean los últimos goles del errante Lewandowski, la vuelta de Ter Stegen, los breves momentos de Koundé, Ferran Torres o Raphinha, que van trompicones, la esperanza de que Gundogan, el de verdad, se materialice de una vez por todas y que los Joaos, sobre todo Félix, sean capaces de ganarse un esfuerzo económico también imposible. Todo eso, claro, y que a Pedri y al resto los prepare físicamente alguien con cierto talento y garantías.

Descubrir la cantera a media temporada, cambiar el guion a la brava y que Xavi reconquiste su prestigio con los que son de su sangre, lo que no ha perdido con los fichajes de Laporta, no es más que otra huida hacia adelante, otra distracción que, sobre todo, era necesaria para evitar que parte del debate girara en torno a la ausencia de Vitor Roque en la delantera.

Una ausencia escandalosa que desde la junta se trata de tapar con argumentos insostenibles y ridículos. Fue un problema ficharlo por una cantidad que supera de largo el coste de Neymar en su día, fue un error traerlo antes de tiempo aprovechando la lesión de Gavi y ya se ha convertido en una bomba de relojería el simple hecho de no contar con él, para nada, cuando más lo necesita el equipo. Inexplicable e irritante.

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