La guerra de fondo entre Nike y el Barça está alcanzando un nivel de crispación mediática que, sin embargo, está bastante lejos de concluir en breve, como especulan algunas fuentes, pues no se deben confundir las ganas de la actual junta de romper el contrato con las posibilidades reales de que esta ruptura se produzca, no al menos sin un perjuicio económico irreparable para el club azulgrana.
Si hay un contrato externo que obligue al Barça a someterse a un patrocinador, sin duda el de Nike es el que concentra un mayor número de cláusulas y condiciones de estricto cumplimiento. La empresa americana no solo juega con los mejores abogados especializados en esta materia. Además, guarda celosamente el acuerdo de prórroga del último contrato suscrito con fecha 20 de mayo de 2016 y una adenda, ampliando su vigencia mediante una prórroga que fue aprobada en la Asamblea General de Socios compromisarios hasta el 30 de junio de 2028.
Por tanto, las especulaciones sobre la posibilidad de otro fabricante pueda iniciar la producción de la camiseta de la temporada 2024-25 e incluso de la 2025-26 suena ciertamente a muy improbable por muy mal momento que atraviesen las relaciones. De hecho, el diseño de la siguiente temporada ya fue aprobado y está cumpliendo los plazos previstos, pues de otro modo el perjuicio para ambas partes sería notable.
Las hostilidades arrancan seriamente cuando el club, el 1 de julio de 2018, una vez concluido el contrato de explotación en exclusiva a través de la sociedad Fútbol Club Barcelona Merchandising, S.L.U. (sociedad perteneciente al Grupo Nike), crea Barça Licensing & Merchandising, S.L.U. con la finalidad de estimular las ventas de los productos licenciados, especialmente la camiseta del primer equipo, a través del control, explotación y gestión de sus tiendas, a ser posible de propiedad como la del Camp Nou y otras que se han ido inaugurando mediante una política de expansión y de crecimiento que ha convertido BLM en la última joya de la corona del club.
Su venta sí que supondría, a diferencia del fiasco y el descalabro de Barça Studios, una palanca capaz de rectificar un poco los maltrechos estados financieros y económicos del club. Laporta lo intentó pidiendo a la asamblea de socios la aprobación para poder vender un porcentaje no superior al 49%. Si no lo hizo fue para no cerrar la única fuente de ingresos de interés y necesidad prioritaria y porque Javier Tebas, el presidente de LaLiga, llegó a tiempo de impedirlo con una medida más que razonable no solo para el Barça, cuando ya había puesto en circulación Barça Studios y vendido el 25% de los derechos de TV de la Liga, consistente en prohibir expresamente el impacto del beneficio de la enajenación de activos y patrimonio ajenos al negocio específico del fútbol en el margen salarial.
Laporta lo pudo hacer con las dos primeras palancas hasta que LaLiga estimó, sensatamente, que los directivos no podían en ningún caso recurrir, como había hecho Laporta, por estar apurado, a vender las joyas de la abuela para fichar jugadores. Una medida que, por otro lado, provocaba un evidente agravio para el resto al margen del pan para hoy de esa mala solución.
A partir de que BLM es capaz de ampliar el margen de ventas y mejorar el ratio que ofrecía Nike es cuando desde Portland reaccionan con cierto desinterés e indolencia a la hora de servir el producto. El Barça lleva ya varios años con problemas de suministro que afectan sobre todo a los meses de verano, cuando aumenta la demanda, y los dos últimos, además, con defectos en la fabricación -las camisetas desteñían- que provocaron multitud de devoluciones e incidencias. Eso sí, siempre al límite de la posibilidad de ejercer contramedidas legales y reclamaciones por daños y perjuicios.
Aun así, Barça y Nike se han cruzado en los tribunales por un conflicto que, básicamente, proviene de la propia superestructura de Nike, que vende en todo el planeta, aunque sin ese toque personalizado que al Barça le gustaría y que, como se ha demostrado, puede ampliar el volumen de ventas.
La pandemia fue un duro golpe para ambos, quizá más para el Barça porque le coincidió con la apertura de algunas tiendas estratégicas como la de La Rambla, que ya funciona finalmente a toda máquina.
La posibilidad de que otra marca –Puma, según algunos medios- se pueda hacer cargo de las cláusulas de penalización de la rescisión de contrato también es remota, a menos que Nike haya cambiado de posición y realmente rebaje sus pretensiones o acepte negociarlas.
La dinámica de las relaciones entre Nike y el Barça recuerda que cuando se acerca el final del contrato, que es por 10 años, suelen aparecer las quejas y las tensiones. No es la primera vez que cuando falta dos años se abre una negociación de manera que Nike mejora las contraprestaciones, avanza parte de ese aumento y el Barça se conforma. Es una estrategia tan vieja como el primer acuerdo con Nike desde los tiempos de Josep Lluís Núñez, en 1998. Nike sucedió a Kappa haciéndose cargo del último año de contrato.
Lo que no ha cambiado es la posición de ventaja de Nike, que, recurrentemente, consigue contratos que en un primer momento parecen realmente provechosos para el club. Cuando ya ha transcurrido menos de la mitad, los precios de venta han subido, aunque no el fijo y sólo la parte variable reporta ciertos ingresos extra. Nike es de los que tienen sus contratos atados y bien atados.
En el estado de conflicto actual, el talante del propio Laporta y los miembros de la junta no están ayudando a encontrar un punto de negociación con Nike, poco amiga de estar permanentemente en los titulares por unas desavenencias y tensiones ahora mismo complicadas de deshacer y relajar. Sobre todo con amenazas por parte del Barça de negociar con otra marca.
