Un referéndum no resolverá el conflicto catalán. Ni en 2024 ni nunca

La vida es conflicto. Se ve que todo iba bien hasta que la serpiente famosa engañó a Eva y ella y Adán se comieron la manzana de la discordia y desde entonces que se liado la cosa. Hay que ganarse el pan con sangre, sudor y lágrimas y pasarse la vida discutiendo por una plaza de aparcamiento, un lugar en la cola del súper, una plaza para jugar la Champions, aprobar un examen, tener la bandera más grande o hablar la lengua o bailar la danza típica más bella de las que hay en el mundo.

Es decir, que hay que acostumbrarse a vivir en conflicto. A veces, los conflictos derivan en violencia y guerras. ¡Hemos tenido tantas a lo largo de la historia de la Humanidad! Y ahora tenemos una horrible llamando a la puerta de nuestros móviles, ordenadores y televisiones, con miles de niños muertos en plenas fiestas de Navidad y de bienvenida al 2024. No es la única que hay en marcha, evidentemente. Irak, Sudán, Yemen,…

2024 no nos traerá la paz que hemos pedido en nuestras frases bien intencionadas de fin de año. Los conflictos no se desvanecen de un día para otro, de un año a otro. A lo sumo se van suavizando y a eso es lo máximo que podemos esperar en todos los que hay en el mundo. Empezando por el que vive Cataluña desde que estalló la pasión independentista hace una docena de años. No era un conflicto nuevo. Que parte de la sociedad catalana reclame la independencia viene de lejos. Normalmente había sido una reivindicación minoritaria, pero que a menudo se hacía oír. La crisis de 2008, los intereses políticos de Convergència i Unió y el Partido Popular, la sentencia del Tribunal Constitucional recortando el Estatuto de Autonomía que habían aprobado los ciudadanos catalanes, el apoyo incondicional a la causa independentista de TV3 y un buen puñado de medios de comunicación subvencionados desde el poder de la Generalitat, hicieron que ese apoyo se disparara y el conflicto subió de tono y de seguidores.

El conflicto creció de magnitud. La guinda la puso la minoría ajustada del Parlament que proclamó la independencia de Catalunya basándose en un referéndum en el que sólo participaron los partidarios de la independencia y unos cuantos inocentes. Después de muchos giros de guión, incluido el encarcelamiento y el indulto de algunos de los que lideraron el proceso independentista y la ley de amnistía que se debatirá en breve en el Congreso de los Diputados hay quien dice que el conflicto se resolverá con un referéndum.

No, el conflicto estaba aquí –primero amortiguado y después omnipresente- y lo seguirá estando, haya referéndum o no lo haya. La gente no deja de ser independentista o antiindependentista en función del resultado de una consulta popular. Muchos independentistas dicen que dejarán de serlo el día que Catalunya sea independiente. Pero seguirán siéndolo si pierden el referéndum. Los demás, igual. Si un referéndum se resuelve con un Sí a la independencia, los que viven en Catalunya y creen más en los puentes que en las barreras seguirán defendiendo más solidaridad entre territorios y menos fronteras.

Los conflictos humanos no se resuelven echando una moneda al aire o en la tanda de los penaltis. Se resuelven hablando entre los implicados y con buena voluntad por parte de todos. Esto es lo que le podemos pedir a 2024. Para el conflicto catalán y para todos los conflictos grandes y pequeños que hay en nuestra escalera de vecinos, Gaza o en el rincón más perdido del Planeta.

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