La generación de los “sisis” a un precio altísimo

“No me da la vida” “esta semana voy liadísima” “voy petada” son frases usuales entre la juventud que me rodea. Cada vez somos más los jóvenes que, en el intento de independizarnos en este mundo en que alquileres y productos ascienden a una velocidad vertiginosa y desproporcionada frente a la de los sueldos y a las condiciones laborales, nos autoexplotamos. Estudiar, trabajar, ir al gimnasio, pagar alquileres o gastos, tener vida social e intentar ahorrar y descansar se convierten en todo un hito para aquel que consiga realizar los malabares completos sin dejarse la salud -física o mental- de fianza.

Y es que, hemos pasado de la generación de los “ninis” a la de los “sisis” sin darnos cuenta. Los “ninis”, tan de moda hace tres décadas aproximadamente, son aquellos conocidos como los que “ni estudian ni trabajan” y se encuentran bajo registros mínimos. De hecho, según el estudio “La juventud mediterránea frente a los desafíos de la crisis permanente”, elaborado por Esade y la Fundación Friedrich Neumann, este mes hay 20.000 ninis menos que durante el mismo mes que el año pasado. A día de hoy hay 1.200.000 jóvenes de entre 16 y 29 años que ni estudian ni trabajan. Mientras tanto, más de 3.000.000 personas en esa misma edad estudian y trabajan al mismo tiempo: son los llamados “sisis”. Y, según los registros, nunca había habido tantos “sisis” desde el año 2008.

Susana Alonso

Con estas cifras no pretendo ensalzar a los jóvenes ni blanquear nuestra imagen, pero si me gustaría lanzar una pregunta al aire. Si uno de cada tres menores de 30 años estudia y trabaja al mismo tiempo, ¿eso quiere decir que podemos vivir mejor y tenemos más capacidad de ahorro?

Pues, la realidad es que, teniendo en cuenta que aunque compartas piso a día de hoy una de cada tres habitaciones en España cuesta más de 400 euros al mes y que uno de cada cinco anuncios de alquiler de habitación sobrepasa los 500 euros (según eldiario.es) y luego hay que hacer la suma de los gastos, la respuesta podría ser rotundamente no.

A la especulación que retrasa cada vez más la independencia de estos jóvenes que se van desilusionando con el futuro se le añaden unos datos poco esperanzadores. Según el estudio citado anteriormente, el 30% de los jóvenes españoles tiene dificultades para cubrir sus gastos básicos, el 40% presenta dificultades para ahorrar a corto plazo y casi la mitad de los jóvenes españoles reconoce no tener capacidad de ahorro a largo término.

De acuerdo con el informe ‘La situación de la Salud Mental en España 2023’ de la Confederación de la Salud Mental en España y la Fundación Mutua Madrileña, hasta un 22,8 de las personas (casi una de cada cuatro) en nuestro país atraviesa por algún problema de salud mental.  los menores de 35 años de edad aparecen como el grupo demográfico más preocupado por la salud mental, con nada menos que un 67% de ellos señalándolo como uno de los principales problemas de salud a los que se enfrenta España (un 8% más que el siguiente grupo, el de las personas con edades comprendidas entre los 35 y los 49 años) y, una de las principales causas es “el deterioro en las condiciones objetivas de vida”.

La precariedad laboral, la especulación y la subida desorbitada de precios convierten esta etapa vital tan bonita en una en la que tu círculo más cercano te insta a experimentar una odisea angustiosa para llegar a fin de mes y, si llegas, conservar la alegría. A día de hoy, a los 30 años, más de un 30% no se ha independizado y a los 35 años, el 20% de los jóvenes todavía vive con sus padres. Iba a decir que no pretendo quejarme, pero en realidad sí que lo pretendo. Porque aunque es cierto que todas las generaciones tienen sus luchas y sus problemáticas, la nuestra llega a la etapa adulta nadando en un mar de incertidumbre en muchísimos aspectos y bajo la etiqueta de “generación de cristal”, cuando en realidad ha sido una generación sumida en una crisis que no acaba de ver la luz al final del túnel.

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