Benito Mussolini, inventor del fascismo y jefe del gobierno dictatorial de Italia de 1922 a 1943, fue colgado por los pies, después de ejecutado, en la plaza de Loreto de Milán; su cuerpo y el de su amante, que siguió la misma desdicha, fueron objetos de todo tipo de vejaciones por parte de sus detractores. A esa imagen y no a otra se refería quién podría haber sido vicepresidente del gobierno de Alberto Núñez Feijóo y con quien el PP gobierna en coalición en cinco comunidades autónomas y más de 120 ayuntamientos, el líder de Vox, Santiago Abascal, que pronostica en una entrevista en el diario argentino Clarín que habrá un momento en que el pueblo querrá «colgar de los pies» al presidente del gobierno español, Pedro Sánchez.
La barbaridad, que ha sido denunciada por el PSOE por delito de odio, mereció, a regañadientes, arrastrando los pies y no sin la correspondiente presión socialista, la condena de Feijóo, que lamentó las inquietantes declaraciones del líder de Vox, partido que después tiró de manual para matizar, las palabras de Abascal habían sido sacadas de contexto; ya se sabe, la prensa…
La denuncia del PSOE, desengañémonos, tiene un recorrido corto; la justicia española invierte su tiempo en otros menesteres… Y Feijóo antes que tarde habrá olvidado el perturbador exabrupto de su socio. Y aquí nada habrá pasado, hasta la próxima amenaza, que probablemente subirá aún más de decibelios, hasta que haya que lamentar daños más graves. Un talante, por así llamarlo, que enfanga por todas partes. Cuando dijo lo que dijo, Abascal valoraba por el medio argentino la victoria del ultra Javier Milei, nuevo presidente de Argentina, con el que el líder de Vox se fotografió y con el que se refleja. La pandemia de la ultraderecha se esparce por medio mundo y la sociedad no encuentra en este caso una vacuna para derrotarla.
Decía Ernest Hemingway que «el fascismo es una mentira contada por matones». Pues eso, una mentira contada por Abascal, Milei… ¿Feijóo?
