La mente perversa de Israel

No puedo dejar de pensar en una imagen que es un calco de lo sucedido en la Alemania nazi y que ahora se repite en Palestina de la mano de los militares israelíes. Decenas de miles de personas, de mujeres y niños, dejando atrás un reguero de destrucción, de tristeza, dirigiéndose hacia al sur, supuestamente para ganar en seguridad, para salvar sus vidas. Pero es un engaño, los van a meter en una cárcel más pequeña para aniquilarlos de una vez, para exterminarlos. Y me vienen a la mente personas dirigiéndose hacia las duchas, supuestamente para lavarlos, y donde, finalmente, morirán gaseados. Y ese paralelismo es tan cruel como real. Israel ha traspasado ya todas las líneas rojas con la connivencia de una Europa inexistente, donde una mezcla de impotencia y miedo contribuye a una complicidad que se ceba con los niños.

En el momento de escribir estas líneas ya se contabilizan más de quince mil muertos, más del 70% menores de edad. Y da igual donde se refugien, porque Israel tiene claro desde el principio que el exterminio de los palestinos pasa por matar y asesinar a los niños. Y a los que quedan vivos, huérfanos, traumatizados de por vida por haber visto morir a sus padres, a sus abuelos, por haber visto a familiares con los cuerpos desmembrados entre los restos de sus viviendas, que no puedan nunca más reaccionar a nada, que les quede el corazón paralizado para siempre.

Susana Alonso

El sadismo y la perversión del gobierno israelí es tan enorme que ya circulan vídeos de militares humillando a palestinos en sus propias casas, después de destruirlas, riéndose de los que quedan vivos. Y no puedo más que gritar ASESINOS, ASESINOS, ASESINOS a todos aquellos que permiten esta barbarie en la que los niños y niñas son los más perjudicados. Aunque, a estas alturas, el genocidio es tan evidente como el silencio de la comunidad internacional, que se llena la boca con tímidas reprimendas al estado de Israel, como pidiendo perdón, y que calla ante unos asesinatos que no pueden dejar indiferente a ninguna persona con un mínimo de sensibilidad.

Los ataques a hospitales, escuelas, iglesias cristianas, centros de refugiados, periodistas, médicos, personal sanitario en su conjunto, ambulancias, gente que huye por caminos “seguros”, forman parte de un plan establecido para acabar con la causa palestina, para acabar con todo lo que en algún momento de la historia pueda recordar que allí, en Gaza, existió algo llamado Palestina. Y esos niños que agonizan en las incubadoras no dejarán de ser dentro de unos años poco más que un anecdotario de lo que no queremos acordarnos. Israel lo sabe. Y sabe también que tiene carta blanca para arrasarlo todo, para establecerse en Gaza permanentemente, una vez expulsados o exterminados los palestinos que la ocupaban.

Y esto no acabará aquí. Después vendrá Cisjordania, porque el sadismo del estado judío no tiene límite. De hecho, ya han rodeado centenares de pueblos y ciudades con asentamientos de colonos armados hasta los dientes, esperando que algún palestino levante un brazo para disparar. El objetivo es matar, asesinar, exterminar y ocupar, por ese orden. No me cabe la menor duda. Y aunque parezca que ahora Josep Borrell intente ser el bueno de la película, todo es un paripé, una representación hipócrita de la que él es el bufón, el payaso que ya no hace gracia, al que ya nadie cree.

La ONU asegura que un niño muere cada diez minutos en esta mal llamada guerra, en esta matanza premeditada en la que Israel se jacta de perseguir a terroristas. Medio mundo ya duda de esa finalidad que tratan de imponer masacrando también a todos aquellos que, con sus vídeos, con sus fotos y con sus declaraciones intentan a la desesperada que alguien reaccione a esta carnicería.

Y yo seguiré siempre estremeciéndome ante la imagen de ese niño temblando, lleno de sangre, con esa mirada de pánico rodeado de gente de bien que trata de calmarlo. Y lloraré al ver a esa niña agarrada al cuerpo inerte de su hermano y de su madre, mientras se oyen de fondo caer las bombas de la maldad y del odio de Israel. Si Dios existe, si es verdad que es justo, sabrá discernir quiénes son los hijos de Satanás. Yo, como humano, solo puedo gritar cada vez con más fuerza ¡ASESINOS!, ¡ASESINOS!, ¡ASESINOS!

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1 comentario en «La mente perversa de Israel»

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