Las estrategias del área de Ticketing del Barça de Joan Laporta deberían temer por una repetición de la impresentable e imperdonable venta de 50.000 localidades a seguidores de la afición rival como sucedido en el trágico choque de Europe League frente al Eintracht Frankfurt de abril de 2022. Además de poner en grave riesgo físico a los socios del club, que sufrieron las mayores vejaciones de la historia del club en su propia casa, la UEFA le perdonó un cierre del estadio que parecía cantado.
El resultado de la investigación encargada por la junta, que solo fue una pose de cara a la prensa y la opinión pública, no resolvió ningún enigma por la sencilla razón que las entradas las repartió el propio club entre sus turoperadores y agencias oficiales que, en teoría, debían asegurarse de que no cayeran en manos de los seguidores del club alemán. Les pudo más la avaricia que la seriedad y el estricto cumplimiento de la normativa para evitar la mezcla de aficiones. Aunque la directiva expulsó a una de sus agencias como chivo expiatorio, a los pocos meses le volvió a dar juego como reventa oficial.
Según parece la posibilidad de que se repita, a menor escala, una situación parecida puede darse en el partido de Champions League del próximo día 28 de noviembre con motivo del Barça-Oporto debido a las desesperadas cifras de asistencia que si se sostienen medianamente es gracias a que se aplican fuertes descuentos y se ha dado manga ancha a las invitaciones.
La política de ofrecer entradas por todos los canales para cualquier partido complica los controles de manera que a estas alturas ya existe una creciente preocupación interna apuntando a otra invasión de seguidores, en este caso portugueses y en menor proporción que de la sufrida por los alemanes del Eintracht.
Tropezar otra vez en la misma piedra, de nuevo por falta de rigor en esta área y por la ambición de vender entradas a toda costa sería peligroso de cara a la UEFA y a la propia imagen internacional del club que no para de ser noticia negativa por el caso Negreira y los abusos laborales en la reconstrucción del Camp Nou.
