Laporta no sabe como sacarse de encima la querella contra Villarejo

Duda si atreverse a darse por satisfecho con la 'rectificación' del excomisario inventada por la agencia EFE y teme que, si la causa avanza, Xavier Martorell acabe declarando como testimonio, obligado a decir la verdad

Joan Laporta

Joan Laporta busca desesperadamente eludir el papel de acusador contra José Manuel Villarejo por sus declaraciones señalando a su entorno ejecutivo del Barça como responsable de haber hecho circular información a la policía o la justicia para incriminar a su sucesor, Sandro Rosell. Teme, específicamente, que este proceso iniciado, el de una querella contra el excomisario de la Policía Nacional, acabe en una vista ante el juez en la que Villarejo está dispuesto a demostrar documentalmente que su jefe de seguridad de la época, Xavier Martorell, y dos de los detectives estrella de la agencia Método 3 recopilaron y transmitieron a la policía patriótica material suficiente para convertir a Rosell en uno de los objetivos de alguna de las tramas de espionaje parapolicial contra el movimiento soberanista en Cataluña.

Por este motivo principal, para que finalmente no sea necesario destapar ante un tribunal si los nombres señalados por Villarejo protagonizaron este acto de oscuro colaboracionismo contra el entonces dimitido vicepresidente de Laporta y probable candidato a las elecciones en el FC Barcelona de 2010, Sandro Rosell, los abogados del club han querido interpretar, perversa y equivocadamente, como una refracción y rectificación de sus acusaciones, el fondo de la declaración de Villarejo en el acto previo de conciliación, celebrado la semana anterior en el juzgado de paz de Boadilla del Monte (Madrid), donde además aportó un escrito precisando algún matiz, aportando más nombres y ampliando el alcance de sus afirmaciones.

O sea, todo lo contrario de lo que pretende su defensa, básicamente darse prisa en darse por satisfecha con la presunta enmienda de Villarejo y retirar la querella. Para calibrar qué impacto tendría ese movimiento, el aparato de comunicación de Laporta filtró a la agencia EFE una interpretación manipulada del contenido de la conciliación y también de ese documento de Villarejo con aclaraciones.

«El excomisario José Manuel Villarejo ha negado ahora ante el juzgado que el presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, entregara información a la policía o la justicia para incriminar a su sucesor Sandro Rosell, a raíz de las acciones legales emprendidas por el club azulgrana para obligarle a rectificar. La conciliación, en la que Laporta apelaba a su derecho de rectificación, acabó sin acuerdo entre las partes, aunque Villarejo ha aportado al juzgado un escrito, al que ha tenido acceso EFE, en el que acaba negando cualquier insinuación de que el actual presidente del Barça facilitara información para incriminar a Rosell, lo que el club interpreta como una retractación», añade la misma nota sin atreverse del todo a afirmar que Laporta tiene la intención de dar ese paso clave de retirar o no la querella.

Ese paso sería lógico si realmente se hubiera producido una corrección evidente con respecto a sus declaraciones en el cara a cara radiofónico patrocinado por RAC1 entre José Manuel Villarejo y el expresidente de la Generalitat, Artur Mas, en el que admitió la existencia de esa operación extra policial desde las denominadas cloacas del Estado con la finalidad de desacreditar a los líderes sociales, políticos y ciudadanos catalanes de mayor relieve en el frente favorable al independentismo. Rosell, como explicó Villarejo, era uno de los blancos de esa trama sugerido por miembros del Partido Popular de Cataluña llamados a informar a la policía patriótica, la cual accedió, según su versión, a un dosier sobre el expresidente del Barça entre 2010 y 2014 facilitado por miembros destacados de la estructura de seguridad del FC Barcelona entre 2008 y 2010, entre ellos su primer responsable, Xavier Martorell.

En el escrito novedoso de Villarejo se deslizan los nombres de Antonio Tamarit y Julián Peribáñez como cómplices necesarios para la obtención de información, conocidos por su participación en el caso de La Camarga y otros polémicos episodios que involucraron a la agencia de investigación Método 3, la que utilizaba Laporta para espiar a sus propios directivos, a socios del club discrepantes con su gestión, entre ellos al propio Rosell y a su círculo, a Oriol Giralt por impulsar un voto de censura, a políticos para preparar su salto tras su paso por la presidencia, a sus amigos y hasta a jueces, o a cualquiera que, de pronto, le pareciera sospechoso.

Pero lo más destacado es que Villarejo, contra la intencionalidad aviesa de ese despacho de EFE, de donde proviene directamente el actual dircom de Laporta, Àlex Santos, que ha demostrado seguir manteniendo cierto control sobre la redacción de deportes de Barcelona, se ratificó dentro y fuera de sala en el origen laportista de ese flujo de información sobre Rosell a la policía desde el entorno de la seguridad personal del también presidente Laporta, que había acabado enfrentado con Sandro y al que intentó descalificar por tierra, mar y aire para que los socios del Barça no le votaran en 2010.

La única precisión de Villarejo fue negar que esa información o su participación en la trama hubiera sido la causa directa de la pena de dos años de cárcel preventiva sufrida por Rosell a manos de la jueza Carmen Lamela, abusando de su cargo y autoridad desde la Audiencia Nacional. De todo lo demás, más allá de ratificarse, Villarejo retó a Laporta a pasar la prueba del polígrafo y hasta un test de drogas, dejando entrever sus dudas sobre si la otra parte u otras partes harían lo mismo.

Cuesta pensar que Laporta se atreva a dar por corregida la intención y sentido de la afirmación original de Villarejo y retire la querella presentada después de un acto de conciliación que todas las partes, incluido el juez, dieron por fallido a la vista del testimonio inequívoco del acusado.

El pobre y patético intento de la agencia EFE de tergiversarlo no ha colado, no ha servido para provocar editoriales ni debates que aprecien, por ningún lado, el menor signo de capitulación de Villarejo. Nadie, ni un solo barcelonista, se ha creído esos titulares mentirosos de un medio tristemente al servicio de la junta de Laporta en un caso que si avanza, como no puede ser de otro modo si Laporta quiere desmentir que el dosier de Rosell no salió de ese otro pastel macabro en torno a la figura de Xavier Martorell, reabrirá una de las etapas más oscuras y vergonzantes de su primer mandato.

Las ganas de darle carpetazo y de querer ver rectificación en una ratificación con un desafío añadido son, cuando menos, tan sospechosas como el silencio de Xavier Martorell. El verdadero problema de Laporta es que finalmente su exjefe de seguridad sea citado como testimonio y, por tanto, obligado a decir la verdad.

Y todo eso, sin perjuicio de la infracción grave e injustificada que supone usar recursos del área legal del club y el dinero de los socios para una querella que no implica en ningún caso al FC Barcelona, sino al ámbito privado de Joan Laporta.

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