La junta reacciona con negacionismo a los horrores laborales de Limak

La junta reacciona con negacionismo a los horrores laborales de Limak

Visita de Laporta a les obres del nou Camp Nou

Un reportaje de impacto publicado el lunes sobre las penurias de los trabajadores del Spotify Camp Nou ha servido para poner al descubierto que tanto la junta de Joan Laporta como Limak estaban al corriente de sus malas condiciones de trabajo y de retribuciones como consecuencia de las prácticas habituales de este tipo de compañías a la hora de aceptar encargos como el del Barça: para cumplir con los costes y los plazos, el único camino es el de la explotación laboral. En el caso del estadio azulgrana, a base de utilizar mano de obra emigrante desesperada, sin conocimiento de sus derechos ni del idioma, sin apoyo de los sindicatos y, la mayoría, con la necesidad de seguir enviando cada mes dinero a sus familias en Senegal, Pakistán, Ecuador y otros países donde no hay trabajo ni coberturas o ayudas del Estado para millones de personas que dependen de los 200 o 300 euros que estos trabajadores son capaces de ahorrar mensualmente aceptando este tipo de trabajos.

Las empresas subcontratadas por Limak se han especializado, lógicamente, en elegir cuidadosamente este perfil de trabajador, que no sabe leer siquiera, al que se presiona a firmar un contrato de mínimos que igualmente no se cumple. Lo que se denuncia es que a final de mes se les han esquilmado las horas extras, el plus de los sábados trabajados, que son todos, y el precio de la hora, según normativa. La realidad, lo que explica el informe de El Periódico, es la que es por encima de esa aparente eficiencia de Limak porque no se han registrado denuncias específicas de sobreexplotación laboral, huelgas o protestas. No las hay porque sencillamente, como en la mayoría de las grandes y pequeñas obras, aquí y en Turquía, tanto Limak como otras superconstructoras actúan bajo el mismo modus operandi.

Y todas, como ha hecho ahora el Barça, se manifiestan con el negacionismo oficial, respondiendo por elevación con estadísticas sobre otras cuestiones que no son el eje del problema, que es la tolerancia con esclavismo y un abuso laboral estandarizado y normalizado sobre personas inmigrantes que son tratadas como ciudadanos de tercera por una sociedad que mira hacia otro lado sistemáticamente.

Lo peor de la reacción de las partes afectadas ha sido esa previsible actitud extemporánea, como si el drama de las obras del Camp Nou no fuera con ellas. La junta se ha desentendido y remitido a que la plena responsabilidad de las contrataciones del personal le corresponde a Limak, la constructora turca que, en efecto, ha asumido como ganadora de la licitación la potestad de subcontratar empresas del sector, a cual más tirana y explotadora con la mano de obra primaria. Es el círculo defensivo perfecto de la perversión: Laporta mira a Limak, la constructora a las subcontratas y estas se agarran a que no hay denuncias ni inspecciones que hayan detectado mayores incidencias que una valla demasiado baja o un trabajador camuflado con los papeles de otro.

Basta un ejemplo para constatar el grado de soberbia y de insensibilidad de la vicepresidenta institucional, Elena Fort, que al final hubo de intentar justificar a Limak en declaraciones reduccionistas y exclusivas a El Periódico, que precisamente había relatado el caso de un obrero residente en Manresa, en una casa abandonada sin agua ni luz, que los sábados, a diferencia del resto de la semana, solo dispone de un tren que llega a Barcelona media hora más tarde. El capataz, cuando el trabajador le explicó que los sábados no podía llegar esos 30 minutos antes, le respondió que lo despediría si no lo hacía, por lo que tomó la decisión de dormitar en un jardín de Les Corts las noches de los viernes. “Si el tren llega media hora tarde, igual hay un bus anterior. No lo sé. Evidentemente es una circunstancia. No tenemos 2.000 trabajadores durmiendo en la calle, lo que significa que las cosas funcionan”, ha sido la patética y antipática respuesta de quien tampoco ha sabido explicar la razón de por qué, después de haber convocado a los socios a una reunión informativa del Espai Barça para el día 27 de la semana próxima, la sesión ha sido repentinamente cancelada tras la publicación de los horrores laborales asociados a Laporta y Limak.

Cuando el periodista, Francisco Cabezas, le pregunta si 1.000 euros al mes por trabajar 56 horas a la semana son condiciones justas, la respuesta es aún más infame: «Se ajustan convenio». Eso sin entrar, como ha revelado la investigación, en que a la hora de la verdad las nóminas están siendo manipuladas, camuflando el impago regular de las horas extra.

Aún son peores las consignas del área de comunicación impuestas a sus tuiteros y youtubers en su nómina ideológica, como en el caso denigrante de Adrián Sánchez, personaje que aburre al mundo con el laportismo más bajuno al que añade la indignante fuerza de la ignorancia. El presentador de un espacio denominado Mas que pelotas llegó a referirse al informe de El Periódico, varias veces, como publirreportaje, poniéndose en ridículo a él mismo y a la profesión, y poniendo en evidencia que o no sabe nada de periodismo -probable- o solo intenta cubrir a la junta de Laporta desde la propia esencia de su programa, que es el de decir lo que haga falta, lo que le ordenen, a cambio de no se sabe qué. Turbadora y humillante demostración de servilismo rematada con una reflexión aún más lamentable y analfabeta. Según él, la información de El Periódico es la reacción infantil de ese medio porque Limak no invitó a ningún periodista de los suyos a Estambul a un viaje de cinco estrellas a hace un par de semanas. Imposible tocar fondo de forma más ridícula. Aún más que la vicepresidenta.

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