La verborrea absurda sobre si las asambleas del FC Barcelona deben ser presenciales o telemáticas deben dejar paso urgentemente a otro debate, de mayor profundidad y alcance, tras la última asamblea celebrada el sábado pasado, donde se registraron datos y situaciones ignominiosas, y algunas ridículas como la afirmación del propio secretario de la junta de Joan Laporta, Josep Cubells, insistiendo en el éxito de la convocatoria en contraste con el volumen de asistencia de la última presencial celebrada en 2021, que «contó solo con la asistencia de 462 socios». Lo que omitió fue puntualizar el carácter atípico de aquella sesión abierta, una especie de asamblea bis celebrada una semana después de la que no se pudo terminar en el Palau Blaugana porque, aviesamente, Laporta la reventó arguyendo tener prisa para ver el Barça-Valencia, al comprobar que se le complicaba la votación para el préstamo de 1.500 millones para el Espai Barça y que, seguro, iba a perder la del exterminio de las peñas. En realidad, en la primera cita, la cifra presencial fue de 728, superior en todo caso a la de socios que han ejercido el derecho a voto emitido telemáticamente en cualquiera de las cuatro citas on line posteriores, de 701, 671, 647 y 441 votantes máximos de la era Laporta.
El descalabro fue histórico, no por culpa del formato en sí mismo, sino porque ya se ha extendido entre los socios la sensación insuperable de que la junta de Laporta ha reducido a una pantomima surrealista los actos de representación y de participación social. Con esos 441 votos registrados en la votación más numerosa, teniendo en cuenta que casi un tercio fue presencial., si se suman los miembros de la junta y senadores, puede asegurarse que Laporta lo ha vuelto a hacer. Es decir, ha dejado a los socios completamente al margen de la ecuación y de la esencia democrática del club con el único propósito de controlar y manipular las asambleas. En definitiva, para aprobar sin oposición lo que más le conviene a sus planes.
Además de su récord de mínimos en una asamblea telemática, la del sábado, Laporta también ostenta la peor plusmarca de una asamblea presencial con 323 socios en la sala cuando descubrió, en su primer mandato, que, si las señalaba en la tercera semana de agosto, en lo más álgido de las vacaciones, la inasistencia estaba asegurada. La fecha histórica de 323 socios data del 20 de agosto de 2005. Posteriormente, bajo la presidencia de Sandro Rosell se modificaron los estatutos por si, como ha sucedido, se volvía a ese pseudo-franquismo que es el laportismo.
Otra cosa es la vergonzosa interpretación de algunos medios como el diario Sport, capaz de titular así la asamblea del sábado: «El FC Barcelona ha celebrado el aumento en la participación de socios compromisarios desde que tomó la decisión hace un año de pasar a convocar las asambleas de forma telemática. La asistencia a estas asambleas virtuales -dice la información- demuestra la importancia que los miembros del club le otorgan a cuestiones como la gestión, las finanzas y el futuro del club en un momento primordial tras las penurias económicas de la pandemia y con la construcción del Nuevo Spotify Camp Nou. Estos datos sugieren que, en la era de la tecnología, las asambleas telemáticas han ganado popularidad como un medio eficiente y accesible para que los miembros del club participen en la toma de decisiones y se mantengan informados sobre los asuntos relacionados con el FC Barcelona». No es una broma, ese fue el texto ofrecido a media mañana cuando ya era evidente y numéricamente irrebatible el fracaso del invento telemático.
Por el contrario, Mundo Deportivo hacía, como el resto de los medios, pese a su afinidad y sometimiento al dictado mediático laportista, referencias a la «Asamblea telemática con menos participación. Es la cuarta a distancia y el tope de compromisarios acreditados es de 656 a las 12.32 horas con 441 en la mayor votación, lejos del récord de 919 acreditados en octubre de 2022 y 701 votando el acuerdo de patrocinio de Spotify en abril de 2022».
Los pretextos de que se asegura una mayor participación gracias a la sala virtual y el atractivo de la comodidad telemática, al margen de la cuestión cómica de los costes, se han desplomado de golpe, dejando entrever el verdadero eje del drama que vive el club, sus socios, que prácticamente han sido expulsados de Montjuic y a que ahora están a punto de quedarse en la mitad si antes de final de mes la junta no aprueba una prórroga del límite para la actualización del censo.
Hoy en día, cuando apenas falta una semana para su finalización y de la aplicación de la inmediata e irreversible pérdida de la condición de socio en el caso de no completarla, son decenas de miles los socios que no han realizado todavía el proceso de identificación previsto en esta puesta a punto del censo. El Síndic del Soci, Joan Manuel Trayter, hizo un llamamiento desesperado a la junta para ampliar la fecha tope.
Aunque Laporta, como estaba previsto y hablado previamente, recogió el guante y prometió estudiar esta posibilidad para habilitar -seguro- un nuevo límite, en el fondo ha sido la propia junta la que ha alimentado esta pereza, primero con una ocurrencia como la prueba de voz, luego con una suspensión temporal y, finalmente, con una política informativa y de dinámica muy pasiva ante la evidencia de una respuesta muy por debajo de lo que cabía esperar.
Lo que de verdad delata esta situación, insospechada hace muy pocos años, apunta a una desmotivación social amplia, casi a una desorientación ante las numerosas dudas sobre cuándo, de verdad, los abonados podrán regresar al estadio, de qué forma, bajo qué conceptos de asignación o en qué condiciones de acceso y de costes. Lo único que avanzó la vicepresidenta institucional, Elena Fort, fue que los abonados de Montjuic tendrán prioridad sobre el resto a la hora de volver provisionalmente al estadio.
Laporta estuvo particularmente desafortunado con cualquier atisbo de discrepancia, como cuando Jaume Llopis, la única voz que no se creyó el discurso fantasioso de las cuentas, y menos la fábula del Espai Barça como un valor de 408 millones (de los que sólo se han capitalizado 40 millones después de un año y casi 10 millones gastados en comisiones), fue descalificado de demagogo y de poner palos en las ruedas malintencionadamente. Por suerte para Llopis, los estatutos no contemplan todavía los fusilamientos al amanecer. Un empleado impresentable como Enric Masip, que no es compromisario, se atrevió incluso a ordenar a la mesa que le cortasen el micro y le impidieran hablar, gesto indecente y sancionable que llenó de orgullo y de satisfacción a la presidencia.
Laporta, cabreado con los pocos que le llevan la contraria, también le envió un mensaje parecido a su padrino Evarist Murtra, cuyo apoyo fue clave para ser presidente y salvarlo en los peores momentos de su primer mandato, además de ser directo responsable de la idea de Unicef -que ya se ha cargado, por cierto- y de elegir a Josep Guardiola como relevo de Frank Rijkaard. En un artículo demoledor en La Vanguardia, Evarist Murtra, considerado la última reserva espiritual del barcelonismo más histórico y puro, cargó frontalmente con la pésima gestión de Laporta en todos los frentes -social, económico, financiero y patrimonial-, pidiendo que las nuevas generaciones de barcelonistas sean capaces de impedir que, en las próximas elecciones, Laporta tenga la menor oportunidad de continuar al frente del club. Cargado de razón, como siempre, Murtra vuelve a llegar tarde igual que lo hizo en su día contra Núñez, luego remando a favor suyo y más tarde poniendo sus cinco sentidos y amor por el Barça, indudable, al servicio de Laporta, un monstruo que él ha contribuido especialmente a crear y consolidar. Lástima.
