Víctor Font y Marc Ciria se alían para exigir un cambio en el modelo de gestión

Sospechosamente en vísperas de la asamblea, ambos han lanzado un mensaje idéntico contra Laporta en forma de ultimátum sobre la urgencia y la necesidad de corregir el plan de ruta económico y financiero

Víctor Font

A 24 horas de la asamblea que dejará la economía del FC Barcelona sumida en la precariedad y a las puertas del infierno, el entorno ha realizado diferentes movimientos estratégicos interesantes como si se intuyera que, por primera vez desde marzo de 2021, Joan Laporta pudiera encontrarse en apuros y ocasionalmente enfrentado a un escenario en el que, con argumentos de peso y con la auditoría en las manos, su gestión en el ámbito no estrictamente deportivo pudiera ser discutible. Por dos lados, aparentemente desconectados, se le ha lanzado a la opinión pública la misma crítica sobre la necesidad de cambiar el modelo de gestión para evitar el fin inevitable del cambio de modelo de propiedad.

Ha sido una maniobra estratégicamente calculada por parte de dos personajes que, por ahora, son los únicos que no han negado su deseo de ser algún día presidente del FC Barcelona. Uno es Víctor Font, excandidato, y el otro es Marc Ciria, economista de origen laportista y tertuliano de apoyo del aparato de propaganda del actual presidente que, por fin, parece haberse decidido a dar un giro a su condescendiente y desesperante tolerancia y justificación con los desmanes de Laporta.

La coincidencia de ambos en la repetición de un mismo mensaje, idéntico, sobre la necesidad urgente de un cambio en la forma de estructurar el gobierno económico de la junta a partir de este momento, o eso o el apocalipsis, es lo que ha llamado la atención en las horas previas de la asamblea. Lo ha hecho por separado Font, convocando una rueda de prensa con sus propios PowerPoint, mientras que Marc Ciria, todavía en calidad de consultor para los muchos medios que reclaman su presencia, ha ido apareciendo aquí y allí dando pinceladas sobre lo crítico de la situación. Con la diferencia, esta vez, de que ha añadido esa especia de ultimátum con las mismas palabras, exactas, que Font.

Sospechosamente, también han coincidido en el momento y la circunstancia para dar ese paso al frente. Font, precedido de un anuncio reciente sobre su voluntad e intención de volver a ser candidato en las próximas elecciones -en principio, en 2025-, después de que en su tradicional balance de la temporada, al principio del verano, hubiera dejado en el aire que aún debía consultarlo con la almohada. Marc Ciria, por su parte, ha sido relacionado con movimientos sigilosos y discretos dirigidos a la formación de un proyecto de candidatura que podría acabar de tomar carta de naturaleza con él mismo como cabeza visible o bien formando parte de un proyecto con serias posibilidades de competir. Incluso se le habían atribuido conversaciones y hasta algún tipo de colaboración con Jaume Llopis en su solitaria campaña de los burofax y reivindicaciones domésticas varias.

Si el eco conjunto de ambos, Font y Ciria, en la exigencia de un nuevo orden ejecutivo dentro del gobierno de Laporta está coordinado, se verá dentro de poco cuando, en algún momento de esta temporada o más adelante, haya que pasar a la acción mediática o estatutaria si las cosas se complican o requieren de una intervención social programada y planificada. No puede hablarse todavía de un acoso o de una campaña, aunque sí de un cambio de paradigma y hasta de un cierto ruido de tambores en forma de oposición.

Ambos, también con la misma gramática, han dejado más indefinido el enunciado principal de su mensaje pre-asambleario sobre la urgencia de un cambio de rumbo en la toma de decisiones o no habrá, han apuntado, ninguna posibilidad de evitar que la SA acabe por hacerse con el club. Víctor Font apunta a la necesidad de recuperar la sostenibilidad y Marc Ciria fija en el horizonte el umbral de esa amenaza en 2028 cuando el club se vea obligado a la devolución del primer tramo del préstamo del Espai Barça. Al respecto, Eduard Romeu ya avanzó sobre su obligada renegociación cuando llegue el momento, dando por hecho la incapacidad del Barça para haber ahorrado previsoramente varios cientos de millones. Imposible. No al menos con un presidente que si no fuera por la mano dura LaLiga ya se habría vendido hasta el alma con tal de gastar compulsivamente en fichajes.

Font utilizó otro tipo de velada amenaza, aventurando que, sin corrección en la política económica y financiera, el Barça nunca podrá fichar a Haaland ni pujar por los grandes fichajes en el mercado internacional.

Ante el circo telemático de mañana, controlado ciento por ciento desde la mesa presidencial, las posibilidades de una acción o interpelación social están descartadas. Laporta impondrá, o lo parecerá, un relato de euforia ante los excelentes resultados económicos, las mejores expectativas de cara al futuro, la precisión suiza de las obras turcas en el Espai Barça, el éxito insuperable de la Liga conquistada (2023-23) y el miedo que hoy proyecta el equipo de Xavi a sus rivales en la Liga y en Europa. “Si nos temen y hay nervios es porque las cosas van bien y saben que, como en mi anterior mandato, podemos volver a ganarlo todo”, ha dicho.

Nada que ver con el análisis acumulado de Font y de Ciria sobre las consecuencias de datos tan escalofriantes como indiscutibles: los más de 1.000 millones de pérdidas acumuladas en el mandato de Laporta, el crecimiento casi infinito de una deuda imposible de devolver, el récord de gastos (1.165 millones) de la pasada temporada y la regresión de los ingresos a niveles por debajo de los felices años de la prepandemia, cuando el Barça, con mayor o menor esfuerzo, podía pagarle a Messi, el mejor jugador de todos los tiempos, un salario estratosférico.

Aunque hoy parezca contradictorio o sorprendente, tanto Laporta, como Font, también Ciria y muchos más barcelonistas estuvieron de acuerdo en cargárselo como fuera.

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