La excepción sabadellense (y 3)

Era un secreto a voces desde el mismo día en que se supieron los resultados de las elecciones municipales en Sabadell. Marta Farrés (PSC) había obtenido la mayoría absoluta contra todo pronóstico. La alta abstención y la debacle de ERC propició un resultado que nadie esperaba. Cuatro años antes, la alcaldesa saliente había necesitado los apoyos de la concejala de Podemos y de los tres de Junts. Estos últimos nunca entraron en el gobierno, pero el idilio fue tan evidente durante ese tiempo, que todo el mundo en Sabadell tenía claro que, aunque no lo necesitara, Marta Farrés iba a meter a Lluís Matas y Katia Botta, de Junts, en el cartapacio municipal.

Llevo varios días recibiendo mensajes en los que me animan a escribir algo sobre este episodio, uno más en la larga lista de incongruencias de esta ciudad que lucha por sobrevivir y que cada día que pasa va en la dirección contraria. He dudado mucho, porque en los dos anteriores ya he expuesto las situaciones que se dan en Sabadell, anacrónicas, endémicas y sostenidas en el tiempo, sin ningún interés por parte de los políticos de encauzarlas. Es más, al tener a la mayoría de entidades de la ciudad controladas gracias a una red clientelar heredada de la época de Manuel Bustos, nadie es capaz de atreverse a opinar, y mucho menos a discrepar. Es como si gran parte de la ciudadanía, la que está al tanto de lo que sucede en el terreno social y político, hubiera caído en un sueño eterno que le impidiera reaccionar. La otra parte, la que no participa, más del 50% en las últimas elecciones, sencillamente va a lo suyo.

La entrada de los dos concejales de Junts en el gobierno de Marta Farrés es otra de las particularidades de la ciudad de Sabadell. Hay analistas que quieren verlo en clave nacional española, como un guiño a Pedro Sánchez para lograr el tan deseado apoyo de los diputados independentistas y poder seguir siendo presidente del gobierno. No entienden la dinámica sabadellense, puesto que aquí, en Sabadell, siempre se ha ido por libre, al margen de un PSC que siempre había pactado con la izquierda en toda el área metropolitana. Desde las primeras elecciones en las que el PSC quedó primero, en 1999, siempre pactó con la derecha nacionalista de CiU, ahora Junts, incluso cuando, cuatro años después sacó la mayoría absoluta. Ahora, todo este reajuste va a costar a la ciudad un millón de euros en nóminas y dietas de los concejales, a la espera del nombramiento de asesores varios con sueldos que rondarán los cincuenta mil euros anuales. Entre esos sueldos, el del exconcejal y número uno de Ciudadanos, Adrián Hernández, que dimitió de su partido y se integró en la lista del PSC. Ciudadanos perdió sus tres concejales, una muestra más de la absorción y del escoramiento de los socialistas sabadellenses hacia la derecha, al que se añade un vínculo muy potente con el Gremi de Fabricants y con las entidades empresariales. Marta Farrés tendrá pues el apoyo incondicional de 16 de los 27 concejales.

Han pasado muchos años, pero la historia se repite. Un abrazo con foto incluida que parece más extraída de la película La, La, Land que otra cosa; postureo, lo llaman algunos. La realidad es que todo este montaje tiene más de cortina de humo para tapar lo que se le viene encima a la ciudad, un aumento de más del 15% de los tributos municipales, del IBI y de la tasa de residuos. Una resolución que se presenta un día y se vota en el pleno tres días después, con una rapidez tan anómala que hace sospechar que hay un interés en que ni la oposición ni las entidades vecinales tengan margen de maniobra, aunque eso es poco más que probable.

El otro tema polémico es el de la recompra del edificio del Museu del Gas. En su momento se recalificaron unos terrenos para que Catalana de Gas montara ese museo que cerró sin previo aviso seis años después. Ahora, el gobierno de Marta Farrés quiere comprarlo por unos tres millones de euros, cuando la empresa ya hizo un buen negocio. La oposición reclama a Naturgy la cesión sin coste a la ciudad. Ella misma dice que el déficit del propio ayuntamiento es de siete millones de euros. Muchos se preguntan si no sería mejor enjugar este con los previstos para la compra del edificio cerrado y no repercutir en el contribuyente toda la deuda.

Marta Farrés es contundente: “la gente ya sabía lo que votaba”. Por una parte, vende ese pacto con Junts como una puerta abierta a todo aquel que quiera colaborar, “tejer alianzas”, lo ha llamado. Por otra, se echa en falta un mínimo de empatía con una ciudadanía que se empobrece poco a poco como consecuencia de la inflación. La prueba: las familias más vulnerables no pagaban la tasa de residuos; ahora, con la nueva normativa, todo el mundo pasará por caja. Lluís Matas reniega de ese giro a la derecha, pero esa mezcla de neobustismo con independentismo de salón va a abrir muchas heridas, entre ellas el Surfcity, y la posibilidad de instalar empresas en el ya demasiado maltratado Riu Ripoll, sin olvidar la potenciación del aeropuerto que piden los empresarios. A todo esto, se añaden unas políticas sociales casi inexistentes, con una media de entre cinco y diez desahucios por semana. Solo los más valientes se atreven a alzar la voz ante un atropello tan enorme.

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