Herminio Rufino Sancho Íñiguez

Como en la celebrada novela de Gabriel García Márquez, la de Alberto Núñez Feijóo era la crónica de una muerte anunciada. Sin embargo, nunca se sabe, y si no que se lo pregunten al socialista Rafael Simancas, que vio cómo se le escapaba la presidencia de la Comunidad de Madrid gracias a la abstención de dos tránsfugas -el llamado tamayazo, por el apellido de uno de los dos implicados-. Así, pese a saber que el candidato del PP no tenía los votos necesarios, cuando el diputado por Teruel, Herminio Rufino Sancho Íñiguez, respondió sí a la investidura de Fejóo, a más de uno se le heló el ánimo. Consciente de la magnitud de la tragedia, el socialista corrigió deprisa. Dice que todo fue fruto de un error: votó sí después de que la secretaria segunda de la Mesa del Congreso, Isaura Leal, se equivocara al leer su primer apellido, puesto que en lugar de Sancho dijo Sánchez. El lío se debió a que su afirmación inicial estaba en respuesta a su nombre, no a su voto (?).

Después, el alcalde, agricultor y ganadero de Mezquita de Jarque, localidad de las Cuencas Mineras ubicada en el norte de la provincia aragonesa que no supera los cien habitantes, quiso dejar clara su fidelidad a Pedro Sánchez definiéndose como «socialista convencido» -¿no lo son Felipe González y Alfonso Guerra quizás?-, y ha avanzado que si llega el momento de pronunciarse sobre una amnistía «votaré lo que tenga que votar». «Avanzar es progreso», concluyó.

Veremos si llega el momento que citaba a Sancho al terminar la primera sesión para investir a Feijóo. De momento, lo que está claro es que el popular no será presidente de España, al menos por el momento. La pelota está ahora en el tejado del actual presidente en funciones. Compañeros de oficio se aventuran a vaticinar el éxito o el fracaso de Sánchez en ese intento de prorrogar su mandato. Aunque aritméticamente ahora sí es posible, yo no me atrevo a profetizar. En última instancia, parece que todo dependerá de Carles Puigdemont, lo que hace todo poco adivinable. Veremos si lo que Sánchez le pueda dar a cambio le compensa o prefiere aventurarse a una repetición electoral. El desgaste republicano puede serle tentador; lástima, sin embargo, que también coincide con la depresión independentista en general.

Más que cobarde, el silencio de Sánchez fue prudente. Ante la posibilidad de un adelanto electoral no quiere enseñar sus cartas. Si no llegan a un acuerdo, dirá que no transigió a las demandas independentistas. El socialista optó por la carta hooligan con el diputado vallisoletano Óscar Puente. Un Rafael Hernando socialista que crispó los ánimos de Feijóo. Así, pudo ahuyentar del debate el monopolio de la amnistía, que parece ser, pese a la última bravata del referéndum, el quid de la investidura. Al menos, por Herminio Rufino Sancho Íñiguez no es necesario sufrir. Votará lo que deba votar. Y «avanzar es progreso», añadía.

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