Un gobierno de unidad para Cataluña

Salvador Illa, a partir del ejemplo que recibió en la Roca del Vallès de su descubridor y mentor Romà Planas, se reclama heredero y continuador del ideario y de la praxis política del presidente Josep Tarradellas. Entre las muchas contribuciones meritorias que hizo Josep Tarradellas a la historia de Cataluña están la conformación de un gobierno de unidad de la Generalitat restaurada y el impulso a la redacción y aprobación del Estatuto de Autonomía de Sau, refrendado por la sociedad catalana en 1979.

A partir de 1980, con la victoria de Jordi Pujol en las primeras elecciones autonómicas y hasta este pasado 12 de mayo, Cataluña ha vivido, ininterrumpidamente, bajo el ‘mantra’ nacionalista/independentista. Incluso durante los siete años de gobiernos tripartitos, con los presidentes Pasqual Maragall y José Montilla, la presión identitaria fue muy remarcable y persistente, con la tortuosa aprobación y posterior recorte por parte del Tribunal Constitucional de la reforma del Estatuto.

De hecho, este recorte, producido en 2010, se considera el factor que desencadenó el proceso independentista, con la consulta del año 2014 y el referéndum fake del año 2017 como puntos culminantes. Resultado de este desgraciado desbarajuste es que hoy Cataluña es la única comunidad del Estado español donde el Estatuto de Autonomía aprobado por el Parlamento y validado en referéndum legal y acordado no es vigente en su integridad.

Como nítido y contundente ganador de las elecciones de este 12-M, Salvador Illa tiene todo el derecho a ser el próximo presidente de la Generalitat y así tiene que ser. Son muchas las urgencias que se acumulan en la agenda política catalana, a causa de la nefasta decisión de ERC de asumir, desde noviembre del año 2022, el gobierno en solitario con solo 33 escaños en el Parlamento.

El enorme y pesado trabajo que se encontrará Salvador Illa sobre la mesa del despacho del Palau de la Generalitat solo podrá ser abordado con éxito a partir de un amplio consenso político y parlamentario, que rebase los límites de un tripartito con ERC y los comunes o de la sociovergencia. Con la exclusión explícita de los partidos neofascistas -Vox y Aliança Catalana-, el presidente Illa tiene la obligación de abrir el futuro gobierno de la Generalitat al conjunto de fuerzas democráticas para emprender un plan conjunto de estabilización económica, institucional y social. Como hizo Josep Tarradellas en 1977.

Cuestiones críticas y candentes para el buen funcionamiento de Cataluña, como la educación, la sanidad, la financiación, la seguridad, las infraestructuras, la movilidad, la inmigración, la organización territorial, la despoblación de las zonas rurales, el despliegue de las energías renovables… requieren de un consenso político potente y claro. No sólo mediante acuerdos parlamentarios: con un gobierno de amplia coalición que abarque a todas aquellas fuerzas que quieran sumarse.

La gran lección que nos legó el presidente Tarradellas es que cuando Cataluña avanza unida somos indestructibles e imparables. La otra gran lección es que hay que ser fieles y leales a los pactos acordados y suscritos.

Por descontado, que a ningún partido se le ocurra tontear con la idea de la repetición de los comicios en octubre. El precio que pagaría por ello sería su irrelevancia en las urnas.

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1 comentario en «Un gobierno de unidad para Cataluña»

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