Laporta aún actúa con evasivas, dudas y protección a la figura de Rubiales

La cobarde actitud de la vicepresidenta Elena Fort también ha indignado a los barcelonistas, escondiéndose otra vez en el momento más crítico de la guerra de las campeonas del Femení con la Federación

Joan Laporta

La postura institucional del FC Barcelona sobre la crisis Rubiales sigue pareciendo tibia, retardada e incómoda porque especialmente Joan Laporta, el presidente, sabe que el espíritu de Luis Rubiales aún sigue presente en la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y que, en el fondo, su estructura y hombres de confianza, más allá del despido de Ángel Vilda como seleccionador, también pretendía perdurar a través de la figura de Pedro Rocha, el sucesor interino designado por el propio Rubiales. Sólo la persistencia y la firme determinación de las jugadoras, negándose en primera instancia seguir vistiendo la camiseta nacional, ha provocado, de momento, la destitución de Andreu Camps, el que seguía siendo el número dos y mano derecha ejecutiva de Rubiales, actuando como secretario general.

Antes de que esta primera víctima, además de Rubiales, se hubiera producido como resultado del enroque de las internacionales y de la mediación-intervención directa del propio Gobierno de Pedro Sánchez a través del presidente del Consejo Superior de Deportes, Víctor Francos, la directiva azulgrana se vio atrapada de nuevo entre estos dos fuegos. Por un lado, la ofensiva de la base del Femenino del Barça y de la Selección, dispuesta a derrocar la máxima representación del sexismo y del machismo social que representaban las estructuras de la RFEF, y por otro, la postura siempre distante y fría con relación a sus jugadoras por parte de Laporta y de la institución azulgrana a la hora de posicionarse sobre Rubiales y su equipo y estilo de gobierno.

Pese a los gravísimos episodios del martes pasado, cuando las internacionales fueron convocadas contra su voluntad y amenazadas de ser denunciadas ante la FIFA, lo que podría inhabilitarlas finalmente como futbolistas -es decir, sin licencia para vestir y defender los colores del Barça- Laporta se escondió descaradamente de los medios como también lo hizo, ignominiosamente, la vicepresidenta institucional Elena Fort, una vez más.

Las cámaras y los periodistas intentaron conseguir una reacción de ambos en la puerta del restaurante Via Veneto, donde se celebraba la comida de directivas del Barça y la de Amberes, previa al partido de Champions, pero ambos optaron por entrar sin atender a las preguntas sobre el tema ni manifestarse sobre la rabiosa actualidad de una situación crítica para las futbolistas del Barça.

De Laporta ya no puede esperarse nada más, en el caso Rubiales, que seguir ofreciendo una imagen tan lamentable, timorata y miedosa, provocada por el temor a que el personaje resucite del algún modo o que, a través de la estructura interna que aún controla desde el más allá federativo le puedan rendir cuentas si se aparta de esa línea colaboracionista.

En cuanto a Elena Fort, ha trascendido que recibió una buena reprimenda de parte de su superior y del resto del núcleo duro del presidente por discrepar del primer y único comunicado azulgrana -aquel tan cómplice y servil perdonando a Rubiales- y hacer pública su postura a favor de la dimisión de Rubiales, algo que desde el club azulgrana aún no ha sido reclamado antes ni aprobado o respaldado después de producirse finalmente. Laporta no es sospechoso -al contario- de haberle dado la máxima protección posible dentro de las circunstancias.

Por ese motivo, porque el barcelonismo feminista y responsable, mayoritariamente convencido de que los valores del Barça deberían ser una seña de identidad irrenunciable -ya no lo es gracias a Laporta- la escena de Elena Fort rehuyendo afrontar ante los medios un conflicto que le correspondía como directiva y como mujer, la única de la junta, provocó un alud de malestar, quejas y de decepción entre la masa social.

La tarde fue especialmente tensa y desagradable en las redes, también en algunos foros periodísticos, aunque menos, forzando que poco antes del partido de Champions el área de comunicación moviese los hilos para que fuera entrevistado el directivo responsable del fútbol femenino azulgrana, Xavi Puig.

El contenido de su discurso fue el que seguramente tocaba: «La posición del club es de máximo respeto. Apoyamos siempre a las jugadoras. Hemos hablado con las implicadas, tanto las de la absoluta como las dos de la sub-23. Les hemos manifestado que estén tranquilas. El club les apoya y las ama. Es un problema de hace mucho tiempo. Siempre las hemos escuchado y las escucharemos».

Como es frecuente en este tipo de apariciones tardías, detrás de este soporte genérico y de amplio espectro volvió a faltar una identificación más específica y concreta, sobre todo más contundente tanto a favor de la denuncia de los hechos y de las conductas de Rubiales, antes y después del Mundial, como a favor, sin retrasos, dudas, inhibiciones, silencios y delegación en un personaje muy secundario como Xavi Puig, de las reivindicaciones de las jugadoras, exigiendo medidas de higiene corporativas y la destitución y sustitución de los ejecutivos y técnicos a través de los cuales Rubiales controlaba y reforzaba estructuras federativas rancias, casposas, machistas y discriminatorias.

Con más razón aún porque las mismas jugadoras que se plantaron antes del Mundial se encontraron siempre desamparadas y desprotegidas por el universo federativo y, evidentemente, inquietantemente ignoradas desde el Barça, el último de los clubs que todavía no se ha manifestado con determinación, más bien desde la distancia y fríamente, sobre la necesidad de una limpieza del clan Rubiales.

No hay ningún argumento que lo justifique en estos momentos, aunque sí razones para que a Laporta, además de su evidente y demostrado machismo, compatible y avenido con el talante federativo en cuestiones sexistas y de sectarismo, le hayan empujado a defender a Rubiales absteniéndose de atacarlo institucionalmente como lo han hecho el Real Madrid, el Espanyol o el Girona, en compensación por el favor de la vida que le hizo intercediendo ante la UEFA para organizarle una reunión con Aleksander Ceferin y conseguir, pese a los informes negativos del caso Negreira, ser inscrito en la Champions de este año como si aquí no hubiera pasado nada.

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