Los ‘gastos generales’ de la era Laporta han batido todos los récords

Con una cifra presupuestada de 244 millones, la partida había crecido 62 millones con la excusa de la reapertura completa del estadio, el mismo argumento que recurrente un año antes, el primero de normalidad tras la pandemia

Joan Laporta

Algunos de los rumores que ponen en duda la transparencia de la gestión de Joan Laporta en cuestiones de administración económica apuntan a la posibilidad de haber utilizado el saco enorme de la partida de gastos generales para esconder operaciones que, en rigor, deberían contabilizarse en el contexto de las operaciones de mercado y, por tanto, son susceptibles de ser calibradas y añadidas a la masa salarial, ámbito en el que el Barça viene sufriendo estrecheces y complicaciones de todos los colores.

En concreto, la maledicencia en las redes y en determinados foros azulgrana se refiere a que el pago de comisiones por las gestiones y condicionantes de los agentes en algunos traspasos podía haber sido encubierto bajo esa amplia denominación (gastos generales) que tan a menudo utilizan las directivas para abarcar mucho y realmente detallar muy poco o nada.

Los gastos generales, junto con otra partida no menos confusa y recurrente, otros gastos, es la segunda en volumen. En la asamblea del año pasado, a la hora de aprobar el presupuesto para la temporada 2022-23, Laporta propuso una cifra récord de 244 millones realmente llamativa y se diría que tan inexplicable como el sumando del resto de las partidas en rojo -o sea, la de las nóminas, deportiva (656 millones) y administrativa (61 millones), y los otros gastos (104 millones)-, que arrojaron una previsión de 1.065 millones en total contra unas expectativas de ingresos de 1.255 millones, 600 millones de los cuales en forma de palancas. Es decir, completamente al margen de la gestión ordinaria.

Con independencia de la magnitud de la tragedia anunciada por ese diferencial desorbitado y maquillado a lo bestia con las ventas de los derechos de televisión y de Barça Studios, la explicación ofrecida por Laporta a los socios en la asamblea fue como una broma de mal gusto. Los gastos generales propuestos significaban un aumento en relación con los registrados la temporada 2021-22 -que fueron 182 millones- de 62 millones, bajo el pretexto del impacto derivado de «la reapertura total del estadio». Un chiste porque ese pretexto ya fue el mismo argumento ofrecido y empleado un año antes para justificar esos 182 millones después de haber registrado en la 2020-21 unos costes de 139 millones -o sea, 43 millones menos-, en esta ocasión más o menos justificados debido a que en el ejercicio 2020-21 realmente el estadio y el Palau Blaugrana estuvieron cerrados al público a causa de la pandemia.

Con Laporta, el incremento puede cifrarse en 105 millones, lo que supondría un sorprendente e inexplicable 75%, un porcentaje que supera de largo los excesos en la masa salarial del último presupuesto de 656 millones sobre los 518 del ejercicio anterior (8%) y hasta de la nómina de personal y de ejecutivos, que también se ha disparado de 50 millones a 61 millones en dos temporadas, un 22%.

Los 62 millones calculados de crecida de un año a otro, en principio sobre la base absolutamente embustera de la reapertura del estadio, representan, por otro lado, el 30% de los 209 millones del aumento de los gastos totales de esa cantidad también indecente de 1.065 millones de gastos sobre los 856 millones de la temporada 2021-22. El resto, con un 66%, se corresponde con subidón de la masa salarial de 518 millones a 656 millones.

Produce escalofríos la mera especulación sobre el uso de la cuenta de gastos generales para camuflar algún pago de naturaleza deportiva si se analiza que los 656 millones de las fichas ya representan el 61% del total del gasto ordinario y sólo 9 millones menos de los 665 millones estimados como ingresos descontando los 600 de las palancas.

Pero lo contrario también genera vértigo y hasta pánico, pues sin ese posible efecto globo por culpa de posibles comisiones desviadas para evitar críticas a las operaciones de compra de jugadores, que si se trasladan de columna no están sujetas a las amortizaciones por los años de contrato de cada futbolista, aún resulta más enigmático e injustificado.

El origen de esos 62 millones de más sin una procedencia objetiva ni conocida que sea creíble debería ser uno de los paréntesis mejor explicados de la inminente asamblea y, sobre todo, buena parte del contenido de esas reuniones previas con socios en las que, presuntamente, se responde a sus preguntas.

El problema es que, estando al frente del club alguien como Laporta, que gasta compulsivamente según sus preferencias, necesidades e intereses -por desgracia, muchas veces no coincidentes con los del club-, y con Eduard Romeu actuando de vicepresidente económico, un exejecutivo ahora en paro especializado en economía especulativa que aún no ha dicho una verdad ni por equivocación, las expectativas de transparencia son remotas por no decir imposibles.

No es extraño que, a estas alturas de la temporada, transcurridos más de dos meses y medio desde el cierre del ejercicio 2022-23, ni siquiera la directiva conozca el resultado económico y las convulsiones sufridas por el presupuesto previsto con esos 1.055 millones de gastos, plusmarca absoluta de la historia del club, al menos hasta ahora.

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