«Europa es la prostituta de Estados Unidos»

Entrevista a Pedro Costa Morata

Ingeniero técnico de telecomunicaciones y licenciado en Ciencias Políticas y Sociología. Activista antinuclear, ha colaborado en diferentes medios de comunicación. Ha impartido enseñanza en las Universidad Politécnica de Madrid, y en la Pontificia de Salamanca. Entre sus libros, “Nuclearizar España” y “Ecologíada: cien batallas”. Ahora, sale a las librerías “¡Rusia es culpable!” (El Viejo Topo).

¿De qué, es culpable Rusia?

¡Rusia es culpable! fue el eslogan de la División Azul. Algo que, para España y también para otros países occidentales, nos recuerda que Rusia siempre ha sido considerada culpable. En 1941, como Rusia había intervenido ayudando a la República, Franco decidió crear una fuerza armada para combatir, junto a los nazis, contra la Unión Soviética. El titulo es equívoco. De ahí, el subtítulo “Cinismo, histeria y hegemonismo en la rusofobia de Occidente”. En fin, Rusia era culpable del comunismo… Culpable de una intromisión en la historia heroica de Occidente. 

Algo que se explotó ad nauseam a lo largo de toda la Guerra Fría…

En tal sentido, lo que hago en el libro es hablar del otro lado de la moneda: las intervenciones militares, políticas, conspirativas…, de Occidente y muy en particular de Estados Unidos. La demonización de la Unión Soviética es una mentira, de principio a final. Durante la Guerra Fría, se contuvo muchísimo ante un acoso continuado de golpes de Estado, despliegues de la OTAN…Este libro pretende desenmascarar a Occidente, ponerle patas arriba política, ecológica y espiritualmente. Para ello, recurro a la ironía, al sarcasmo.

¿Aun hoy, hay corrientes de opinión, gente, e incluso gobiernos que siguen considerando comunista a la Rusia actual, o, al menos, lo dicen por interés?

En Occidente, claro que hay algo de esto, porque Estados Unidos, que es quien decide, no quiere que la Rusia actual se instituya en sucesora, en poder y hegemonía, de lo que fue la Unión Soviética. Así lo digo en la primera línea del libro, que pretende indagar en un asunto de hegemonismo. EE.UU. ha vivido como potencia única desde el final de la Guerra Fría, y quiere seguir haciéndolo. Para ello, reconstruye toda esa mitología americana de origen, que se adjudica un papel preponderante. Propósito que necesita enemigos como el comunismo, el islamismo… Así, en lugar de disolver aquella alianza anticomunista, que era la OTAN, cuando desapareció la URSS, lo que ha hecho es reforzarla y acosa a Rusia, sin pretendida pugna ideológica. Simplemente, con el objetivo de seguir ostentando el mando.

Con la guerra de Ucrania, estamos descubriendo que además de españoles, europeos, o de nuestro pueblo, somos “occidentales” ¿Qué es esto de “occidental”? ¿Pertenecer a la OTAN?

La creación y la proclamación de Occidente se hace por oposición a Oriente, que es otra creación. Occidente se va configurando con el cristianismo, los viajes, las exploraciones del siglo XVI, la colonización…Todo lo que no es esa cultura judeo-cristiana, capitalista, etc. no es Occidente. Hemos dividido el Planeta y hemos decidido que nuestra parte es Occidente. Y más allá, (incluyendo Rusia que, a pesar de ser cristiana, ha sido considerada bárbara) todo es salvaje, autócrata… oriental. Oriente es un concepto peyorativo para justificar ese Occidente, que carece de sentido profundo. Siempre ha sido una parte pequeña del mundo: EE.UU., Europa Occidental, Canadá, Australia… y sus aliados dispersos, por Oriente. Y resulta, por ejemplo, que Japón también es Occidente.

¿En cualquier caso, lo que mejor representa ese Occidente del que tanto se habla, es quizás la Organización del Tratado del Atlántico Norte, (OTAN)?

Efectivamente, eso sí resume perfectamente el fondo del asunto. O sea, Occidente es una realidad extremadamente agresiva, racista, con una larga historia de invasiones, que ahora se interpone para que Rusia, que es considerada Oriente, no levante cabeza. Una estrategia que va a por China, nadie lo duda. Porque, como demuestra la historia y corroboran los hechos, China reúne condiciones para convertirse en una potencia hegemónica.  Estados Unidos sigue siendo una creación providencialista que, en consecuencia, continúa considerándose el verdadero protagonista y sujeto de la Historia.

¿Y Europa? 

Desde el final de la II Guerra Mundial, que es cuando cambia drásticamente el paisaje político, Europa es la prostituta de Estados Unidos. Ese ha sido su papel histórico desde entonces Y ahora, peor. Ha ido incrementando su deshonor. Cuando tuvo la oportunidad, no hace aún mucho, de cambiar las relaciones históricas con Rusia y el espacio euro-asiático, sobre todo a través de los intercambios económico, Estados Unidos interviene y trata, por todos los medios, de impedir que siga recibiendo gas y petróleo ruso. Porque toda la política de EE.UU. desde sus orígenes, ha sido extender sus negocios. Y lo sigue haciendo. Entonces, Europa, en lugar de plantearse que nos encontramos en una nueva etapa, de que Rusia es Europa, como decía De Gaulle y ponen de manifiesto la geografía y la historia, se somete a los americanos.

¿Todo esto, publicitado urbi et orbi por una maquinaría informativa sin fisuras?

Acaban de hablarme de una periodista australiana que se pregunta sobre el porqué de esta homogeneidad informativa, donde apenas cabe la disidencia, en torno a la guerra de Ucrania. Y reconoce que ni siquiera hay que dar consignas. Los periodistas de política y comentaristas se autoimponen aliarse con los americanos y la OTAN. 

Algo que también parece tener que ver con el desconocimiento, especialmente llamativo, del origen y los precedentes de la guerra de Ucrania… ¿Por ejemplo, no tiene algo de contienda civil, y no se dice?

En el libro hablo del carácter civil que tiene la guerra de Ucrania. En el siglo XX, salvo dos momentos de independencia, de muy corta duración, siempre de la mano de los alemanes, Ucrania ha sido parte de algo. Aludo al carácter de guerra civil porque ambos bandos son eslavos, ortodoxos… Han compartido lengua, cultura, muchos avatares históricos… 

¿Qué ocurrió en Ucrania a partir de la desaparición de la Unión Soviética?

Sobre todo, después del final de la II guerra mundial, Ucrania ha sido para Occidente (fundamentalmente EE.UU. y Alemania) el eslabón débil de la URSS entonces y de la Rusia actual. Precisamente como consecuencia de los estrechos lazos que unen ambos países. Occidente ha estado acosando a Rusia desde Ucrania. Como dice Chomsky, ya en los años 40 EE.UU. lanzaba propaganda antisoviética sobre Ucrania, y prestaba apoyo a un ejército residual que combatía en los Cárpatos al Ejército Rojo. También durante la guerra hubo unidades ucranianas que luchaban contra la URSS. Ucrania ha formado parte durante siglos de la Mancomunidad polaco-lituana. No la Ucrania actual, que es producto, en buena parte, de territorios originalmente checos, húngaros, polacos…, que la Unión Soviética le fue sumando, después de 1945. Luego, Nikita Khrushchev le regaló Crimea. Un territorio disputado con el imperio otomano, que le costó cuatro guerras a Rusia.

¿El nacionalismo ucraniano fue un aliado significado del nazismo?

Hago alusión en el libro a los movimientos que participaron del Donbás, en su mayoría nazis, con símbolos nazis y estilo nazi. Cuando Stepán Bandera, político nacionalista ucraniano de extrema derecha, los nazis se reían de él, pero acabaron utilizándolo como cabo de varas de la represión contra los judíos. Durante la I Guerra Mundial, los ucranianos aprovecharon para crear su primera república, la segunda fue la de Bandera y la tercera la del Donbás, en 1991.

¿Detrás de la OTAN, la hegemonía militar global de EE.UU. (las cañoneras a las que aludía Lenin) no está el dólar puro y duro, el imperialismo financiero de Wall Street?

Con el nuevo orden de 1945 también se plantea una reorganización del mundo económico, bajo el liderazgo y los intereses de EE.UU. y con instituciones como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y las organizaciones de comercio. La moneda franca, digamos, de este modelo fue el dólar, que ha ido ganando terreno con el tiempo. Su imposición a escala global conlleva el control último sobre las reservas, los intercambios, la fabricación de dinero… Se sabe ciertamente que el dólar está en decadencia, pero sigue marcando la pauta, aunque hay ya signos que apuntan a una independencia de diferentes divisas respecto al dólar. Y, desde luego, todo el hilo conductor de la política exterior de los EE.UU. ha sido, pura y llanamente, el bolsillo.

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