Laporta y Fort reducen el prestigio y la imagen del Barça a ser ‘menos que un club’

El vergonzoso y decepcionante comunicado de la junta protegiendo a Rubiales fue en la dirección contraria a los valores del club y la postura valiente de las estrellas del Femenino, de Xavi, Sergi Roberto y de la afición barcelonista

El president del Barça, Joan Laporta

La postura de las jugadoras internacionales del Barça ha sido valiente, decisiva, firme y, lo más importante, abiertamente alineada con los (presuntos) valores del club que, en sus estatutos, se compromete como institución a erradicar y luchar contra cualquier sesgo de sexismo, desigualdad de género, discriminación y actitudes machistas. Lo mismo puede decirse del liderazgo de Alexia Putellas, dos veces Balón de Oro y referente del mejor equipo del Femenino de todos los tiempos y también la figura más destacada del fútbol español, con un tuit lapidario y oportuno en contra de Rubiales tras hacer pública su posición de no dimitir.

Su mensaje encendió la mecha de la mayor rebelión de la historia protagonizada por la totalidad de las jugadoras internacionales, que firmaron un documento negándose a vestir otra vez la camiseta de la Selección. El propio clamor de la afición azulgrana la tarde del viernes con motivo del Gamper Femenino, a base de cánticos y gritos contra el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), completaron ese posicionamiento espontáneo, natural y sincero que, lamentablemente, contrasta con la cobarde y censurable postura de la junta directiva de Joan Laporta, que ha puesto una vez más en ridículo al FC Barcelona ante el mundo.

Laporta, que no ha ocultado su verdadero instinto de complicidad y de protección hacia la figura de Luis Rubiales, retrasó hasta la media tarde del viernes la emisión en nombre del club de un comunicado oficial desdibujado, incoherente, débil y, en el fondo, de apoyo a la continuidad del presidente de la RFEF, porque ese ha sido su único interés personal en este caso por circunstancias privadas que la mayoría de los socios desconocen y por el pago de favores obtenidos desde la Federación Española que tampoco son comprensibles para el barcelonismo. Abundando en ese triste papel de la junta azulgrana y, por defecto, de la propia institución, Laporta no fue valiente para justificar su ausencia de la Asamblea Extraordinaria -alegó motivos de agenda- y sí lo bastante cobarde como para darle un salvavidas bochornoso a Rubiales con argumentos inconcebibles: “Parece que las explicaciones han resultado suficientes para los miembros presentes de la Asamblea que tenían la potestad de ratificarlo en el cargo”. Más inhibición y cobardía, imposible.

El comunicado azulgrana, como se preveía, además de intentar amparar a Rubiales, se desmarcó de sus propias jugadoras del Femenino, líderes del motín de las profesionales que se han jugado su carrera a una sola carta por solidaridad, sin fisuras, con su compañera Jenni Hermoso. No sólo eso, Laporta ha obligado al Barça como club a ir en contra del propio sentir de la afición, del tuit del capitán del primer equipo, Sergi Roberto, de total apoyo a la causa del Femenino, como también lo ha hecho el entrenador Xavi Hernández, y mayoritariamente en la dirección contraria de una prensa que, por primera vez, pese a su servilismo y patético silencio en otros escandalosos y turbios affaires de Laporta, ha sentido vergüenza ajena hacia la tolerancia machista y apoyo a la discriminación por parte del presidente azulgrana.

Aún peor ha sido el protagonismo disidente y turbador de la vicepresidenta institucional Elena Fort, incapaz de imponer su criterio en el comunicado, ya que se ha declarado partidaria de la dimisión o cese de Rubiales, e incapaz también, llegado el caso, de defender los derechos de los socios, de las mujeres, de los valores del FC Barcelona, como sí han hecho las jugadoras del Femenino, anteponiendo sus convicciones y el compromiso personal como directiva al temor de perder los muchos privilegios y ventajas que para ella supone el cargo de vicepresidenta, un cargo que, como ha demostrado Laporta y algún directivo más, provee las oportunidades suficientes como para no tener que trabajar, no mucho al menos, para vivir bastante bien al amparo del Barça.

No es posible discrepar sobre algo tan sagrado, como ha hecho ella, de la postura machista y tan condenable del club, siendo Fort vicepresidenta institucional, y no avergonzarse lo bastante de seguir en el palco aguantando carros y carretas forzada por esa sumisión incondicional impuesta por Laporta a sus directivos. Como mujer, además, seguro que ha decepcionado profundamente a una inmensa mayoría de socias del Barça que, por suerte, se sienten únicamente representadas como barcelonistas en este momento tan crucial por sus estrellas del Femenino, que además de haber sumado a la Champions de esta esta temporada un Mundial, el primero de la historia, han renunciado a la selección mientras Luis Rubiales y Jorge Vilda ocupen los cargos de máxima responsabilidad en la estructura del fútbol femenino federativo.

La cuestión que se plantea ahora es si esta mancha irreversible en el currículo de la defensa de los valores del club debe acarrear consecuencias internas. Parece indudable que esta complicidad con Rubiales responde, en el caso de Laporta, a su amiguismo y estima hacia su compañero de fiestas y a cambio de no se sabe qué otras ataduras, pues hay quien sostiene la posibilidad de que uno de los famosos dossiers de Rubiales tenga como protagonista al presidente del Barça y contenga demasiado material sensible como para dejarlo caer sin esas muestras de apoyo que sólo él y el aparato oficialista de la RFEF, el más casposo, machista y reaccionario, le han proporcionado.

Si fuera por coherencia, si tuviera de verdad un dedo de dignidad o le quedara un gramo de vergüenza, la vicepresidenta institucional del FC Barcelona, Elena Fort, debió haber dimitido al minuto de sentirse, como el resto del barcelonismo, denigrada y marginada por un comunicado tardío, detestable y colaboracionista con alguien que pasará a la historia por unos hechos incontestablemente desafortunados, pero sobre todo por no haber mostrado todavía un arrepentimiento sincero ni las disculpas esperadas. Lo han tenido que inhabilitar desde la FIFA porque ni siquiera el gobierno de España ha podido desarticular una trama de apoyos impresentables por parte de la propia estructura federativa y de la inhibición y tolerancia de clubs como el Barça por culpa de egoísmo e intereses de su presidente.

Elena Fort consiente la triple humillación de verse desamparada como mujer, como directiva y como socia por una junta que, también, debe plantearse que cuota de crédito le queda si, en un asunto capital de imagen, de prestigio e incluso de marca, camina en la dirección opuesta a los propios valores y estatutos del club, del posicionamiento de la mayoría de sus socios y socias y del activismo de su futbolistas profesionales que hoy son un ejemplo de la defensa de la igualdad de género y de la erradicación del machismo más rancio representado por Rubiales y por quienes, como Laporta o la propia Elena Fort, anteponen su vida regalada gracias al Barça a su primera obligación y compromiso ético con los valores del deporte y del FC Barcelona. Laporta ha conseguido que el Barça sea hoy «menos que un club”.

A propósito de esto, una semana después, retratado y señalado ya públicamente por su decepcionante proceder, antes del partido en Villarreal, Laporta se hizo entrevistar en Movistar TV para intentar cambiar la dinámica negativa de una semana negra. “Reitero que el comportamiento de Rubiales ha sido inaceptable, impropio y vergonzoso. En ningún caso hemos querido exculparlo. Le damos un apoyo incondicional a las jugadoras. Jenni estamos contigo”, dijo, para meter la pata un minuto después: “Pensábamos que Rubiales iba a dimitir, que no tenía más remedio”.

De nuevo, Laporta lejos de la jugada y corriendo detrás, a mucha distancia, de las jugadoras del Femenino, de su entrenador, del primer equipo y de la afición. Horas antes, conviene aclararlo, un grupo de socios emitió un comunicado poniendo en duda que Laporta y su junta pudieran estar en condiciones de seguir representando al FC Barcelona.

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