Por qué Pedro Sánchez debe formar gobierno

La noche del 23J, con los resultados escrutados, la llave para formar gobierno quedó en manos de Carles Puigdemont. El expresidente de la Generalitat de Catalunya, quien huyó para que la institución misma no fuera declarada reo, desde el campo de batalla de Waterloo, podría abstenerse y apoyar con ello el  regreso del Partido Popular al poder  o votar a favor de que Pedro Sánchez continúe como presidente del gobierno de España. 

La noche del 23J se hizo evidente que JxCat decidiría la votación, al considerar que si a los escaños del PSOE (122) se sumaran los de Sumar (31), ERC (7), EH-Bildu (6), EAJ-PNV (5) y BNG (1), faltarían cuatro escaños para la mayoría absoluta de 176. 

Alberto Núñez Feijóo, por su parte, reclamó que tenía la primera posición, pero lo cierto es que esos 8,9 millones de votos que, a primera vista, superan los 7,8 millones de votos del PSOE, quedan en minoría si se comparan por bloques: el PSOE, con Sumar, ERC, EH-Bildu, EAJ-PNV y BNG, totaliza 11.999.330 votos contra los 11.292.066 del PP, VOX, Coalición Canaria y UPN. Del total de votos válidamente emitidos: 50,23% contra 47,27%. Si agregamos los 392.634 votos de Junts, la distancia se estira a 51,03% contra 46,50%.

El 23J todos los pronósticos auguraban el avasallamiento de la derecha liderada por el PP y VOX, pero el 70,4% de participación dejó en agua de borrajas todas las predicciones. Ganó la democracia. Ganó la España diversa liderada por Pedro Sánchez y dejó a un lado a esa otra que vive anclada en las cloacas del franquismo. Ganó la España que confía en el diálogo, en la escucha atenta de las diferencias, que redobla esfuerzos para establecer acuerdos y perdió aquella que quizás volvería al uso del garrote vil como método para imponer sus ideas. En resumen, ganó esta España que entiende en qué consiste la política. 

De modo que si a ERC le han entrado las dudas y Carles Puigdemont saca cuentas de cómo aprovechar esta coyuntura, el solo dilema de abstenerse es una estrategia que ni el más catalanista entendería porque significaría extender una alfombra roja a Alberto Núñez Feijóo y los suyos. Se trataría más que de una mezquindad, de un harakiri político, porque con un Puigdemont sin inmunidad parlamentaria y con la extradición abierta, tendría al PP y a VOX sobándose las manos ante el favorable escenario para procesarlo y condenarlo. 

La Cataluña independentista tiene la palabra: ante sí tiene la España del diálogo o la España del garrote vil. Suya es la voluntad de valorar cuánto vale su cabeza.  

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