Una Cataluña independiente y socialista

Con los resultados de las elecciones generales españolas del 23 de julio en las manos, se han escuchado reflexiones sobre el efecto que tendría sobre el conjunto del Estado que Catalunya y Euskadi no formaran parte de él. Es decir, que de los resultados electorales globales se descontaran los votos obtenidos y los diputados elegidos en esas dos comunidades. El cómputo final daría una clara victoria a PP y Vox. A estas alturas no habría dudas sobre quién sería el presidente del país y del peso imprescindible que tendría la ultraderecha en el gobierno de España. La grata sorpresa de la detención en España del avance de la extrema derecha en Europa no se habría producido.

Miremos la otra cara de la moneda. Si Catalunya fuese un país independiente y en unas elecciones se hubieran dado los resultados del pasado 23 de julio, el presidente de la Generalitat sería el socialista Salvador Illa. La conjura independentista para evitar su presidencia no funcionaría. Los socialistas tendrían más diputados que todos los grupos independentistas juntos. PSC y Sumar superarían el umbral de la mayoría absoluta en el Parlament de Catalunya.

Se produciría entonces la circunstancia chocante de que un país independiente tendría a un presidente que no es partidario de su independencia y que cree que el mejor encaje de Catalunya en España es en base a una relación federal.

Para los independentistas sería un trauma. Tanto tiempo luchando por la separación de Catalunya de España y cuando la consiguen, unas elecciones libres conceden el poder a una opción política partidaria de revertir esa independencia.

La disyuntiva se plantearía entonces entre mantener a Catalunya como un islote progresista en una España que no lo es y en una Europa que tampoco o apostar por una relación federal con ambas.

Evidentemente estamos haciendo castillos en el aire. Nada hace pensar que Catalunya y Euskadi dejen de formar parte de España en un futuro cercano. ¡Pero quien iba a decirnos que la gobernabilidad de España estaría hoy en manos de un personaje como Carles Puigdemont!

En octubre de 2017, Puigdemont podía decidir entre convocar elecciones al Parlament de Catalunya o tirarse a la piscina y proclamar la independencia contra la voluntad de medio o más país. Se echó a la piscina. Ahora puede decidir entre hacer presidente Alberto Núñez Feijóo, ratificar a Pedro Sánchez en el cargo o bloquear la investidura de presidente del gobierno español y forzar la repetición de las elecciones.

¿Qué preferísuna Catalunya independiente con un presidente socialista y una España gobernada por PP-Vox o seguir como hemos estado en los últimos cinco años?

Tiene que haber un camino del que se beneficie la mayoría de la ciudadanía de Catalunya, España y Europa. ¿Lo encontraremos?

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