Por la boca muere el político

Ruboriza escuchar estos días poselectorales a Albert Núñez Feijóo apelando al sentido de estado de Pedro Sánchez para ser investido presidente. ¿No habíamos quedado que el sanchismo era, como mínimo, el quinto jinete del Apocalipsis y que, en tanto que eso, debía ser destruido lo antes posible? Dice el refrán que por la boca muere el pez; la bestia pica el anzuelo y kaputt. La mayor parte de las veces, los políticos también mueren por la boca; dicen y desdicen inmersos en una espiral de contradicciones. Sánchez no puede ser un día un comunista, filoetarra, independentista y una de las diez plagas de Egipto y al siguiente un tipo razonable, con el que se puede pactar, y obligado a hacer a Feijóo presidente.

Feijóo, acostumbrado a ganar la liga gallega al estilo Helenio Herrera, casi sin bajar del autocar, ahora se enfrenta a una cruda realidad; el hombre ha ganado las elecciones, cierto, pero la victoria no le alcanza para gobernar ni sumando a la derecha más ultra. Es lo que ocurre cuando te has dedicado a cultivar (sólo) una buena relación con Vox y a lanzar improperios contra el resto, que cuando convocas una fiesta, casi nadie quiere ir. Y, dado que las elecciones españolas no son presidenciales, al final gana quien suma más adhesiones.

De momento, se sabe que Feijóo no lo conseguirá, al menos no sin antes unas elecciones de por medio. Ahora falta saber si Sánchez volverá a multiplicar los panes y los peces o nos abocamos a unas nuevas elecciones. Parece que el hombre estaría a siete diputados del milagro; eso sí, a falta de añadir los votos de los residentes en el exterior, los siete magníficos son de Junts. Unos Junts que durante la campaña electoral dijeron que nunca lo harían, pero que la misma noche electoral introducían un matiz: «A cambio de nada». Lo que hace falta ahora es ver en qué se concreta el nada. Veremos si Carles Puigdemont también tiene boca.

Mientras, en Catalunya ERC ha esperado al día siguiente de las elecciones para anunciar su flamante entrada en el gobierno de la Diputació de Barcelona. Unos republicanos que tanto habían criticado que Junts pactara con el PSC en el anterior mandato, o, sin ir tan lejos, unos republicanos que en Igualada llevan días criticando que el alcalde Marc Castells -en órbita de Junts- también lo haya hecho. Y ahora es Junts quien, añadiéndose al despropósito, critica a ERC por hacer lo que ellos hicieron. Por la boca muere el político.

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