Nada es más diferente de un español de izquierdas que un español de derechas

Un español de derechas y un español de izquierdas tienen ideas muy diferentes. Del mismo modo que un catalán de derechas y un catalán de izquierdas. O un madrileño de derechas y un madrileño de izquierdas. Los partidarios de la independencia de Catalunya aseguran que los españoles, en la cuestión de la organización territorial de España, son iguales. Que no existen diferencias entre los que se presentan como progresistas y los que se definen como conservadores.

Para justificar este disparate, los independentistas lo imputan a Josep Pla. La expresión del escritor ampurdanés que más se acerca a la desafortunada expresión la encontramos en la página 343 de su Quadern Gris. Allí reproduce una conversación con su padre, que le dice: “Piensa que lo que más se parece a un hombre de izquierda, en este país, es un hombre de derecha. Son iguales, intercambiables, han mamado la misma leche. ¿Pero es que podría ser diferente? No lo dudes: esta división es inservible”. Es decir que, todo caso, lo que el padre de Pla afirma es que lo que se parecen mucho son los catalanes de derechas y los de izquierdas. Para el padre del escritor, las diferencias entre la gente no se establecen por las ideas políticas sino “entre personas inteligentes y puros idiotas, entre buenas personas y malnacidos”.

Discrepo del progenitor de Pla. Existen diferencias entre ser de derechas y ser de izquierdas. Y hay más diferencias entre ser progresista y ser de extrema derecha. Equiparar unos y otros es insultar a las personas que luchan por derrotar a los poderosos, para darle la vuelta a un sistema donde los ricos gozan de privilegios y ventajas económicas, políticas y mediáticas. Decir que un español de derechas es igual que un español de izquierdas es cerrar los ojos a la realidad o mentir descaradamente.

El humorista Manel Vidal se permitió el lujo de decir que en cuanto a la cuestión territorial los votantes del PSC eran nazis y el asesor de Carla Ponsatí, Jordi Graupera, intentó justificarlo en una tertulia de Catalunya Ràdio y en un artículo en el diario El País. Mal. Muy mal.

Hemos visto las primeras medidas de los gobiernos de PP y Vox en las comunidades y ayuntamientos que controlan después de las elecciones del 28 de mayo. Estos gobiernos de extrema derecha eliminan en las Baleares la obligación de los funcionarios de saber catalán y en Valencia, cuando un concejal de Vox anula las suscripciones a revistas escritas en catalán, el nuevo presidente de la comunidad dice que ya le está bien, que lo que no se puede suspender es la suscripción a las revistas en valenciano. La normalización del catalán en las Baleares y la comunidad valenciana impulsada por los anteriores gobiernos de izquierda se van al traste.

Una mentira repetida mil veces acaba pareciendo una verdad. La mentira de que los españoles de izquierdas y de derechas son idénticos en lo que se refiere a la relación con Catalunya y el catalán puede convencer a los más fanáticos independentistas pero los que tocan un poco de pies en el suelo saben que no es así. Y esperamos que no sea necesario que un gobierno de PP y Vox imponga la supresión de los mossos d’esquadra, el retorno al Estado de las competencias que ahora tienen las autonomías en Sanidad, Educación, Seguridad y Justicia o la ilegalización de los partidos independentistas para que dejemos de escuchar esa monserga.

¡Ah! ¡Y Biden y Trump también son diferentes!

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