«La gente que busca el éxito está muerta en vida»

Entrevista a Ramon Vila Alberich

¿Exitus, referido al aparente significado del término, o quizás a algo más?

Exitus es un término latino que significa “salida” y se emplea en medicina como simplificación de la expresión, más correcta, exitus letalis, que literalmente significa “salida mortal” o “proceso hacia la muerte”. Su uso en medicina, sobre todo forense y legal, es para significar que la enfermedad ha progresado hacia o desembocado en la muerte. El título es un juego de palabras, porque, se puede leer como “Éxito”. Pero el sentido que yo le doy es que la gente que busca el éxito está muerta en vida.

¿Planteas pues el dilema entre interés y moral, algo que nos atañe muy personalmente?

Sí, la intención de “Exitus” es reflexionar sobre las renuncias morales que se hacen para alcanzar el éxito profesional, el ascenso social. En resumen, el libro interpela sobre cuánto estamos dispuestos a bajar moralmente, para subir socialmente.

¿Algo quizás tan antiguo como la propia condición humana?

Si, claro. Otro de los motivos porque le puse el título en es latín porque ya tenemos referencias del asunto desde la antigua Grecia, Mesopotamia, Egipto, Roma… Un tema que siempre ha estado ahí y, seguramente, lo seguirá estando por bastante tiempo. El relato lo he ambientado en Bruselas, en el entorno de la capital de la Unión Europea, las Naciones Unidas…, más que nada porque es algo que conozco muy bien, porque es donde trabajo, y también porque esto da mucho juego. Trata de poner de manifiesto los dilemas morales de un protagonista que se mete en temas de corrupción, prácticas inmorales…, en el entorno de la gente que está liderando la toma de decisiones. También se refiere, claro, a esta parte, a los que toman las decisiones, manejan los presupuestos…, porque lo que he querido expresar es que, si las personas que están pilotando la sociedad no se distinguen precisamente por sus valores éticos, que vamos a esperar del conjunto social.

¿Sentido de las cosas, prácticas, corrupción que es solo privativas de lo público o que comparten ampliamente con lo privado, hasta el punto de ser algo de lo mismo?

De hecho, el protagonista de la novela es un empresario cuyo trabajo consiste en gestionar campañas aparentemente, en la superficie, muy bonitas: feminismo, ecología, acogida de refugiados y emigrantes… Todo aparentemente impecable, pero luego ves los tejemanejes, la falta de ética, de moralidad, en la trastienda, en la gestión de estos temas. Despilfarro, corrupción… Mi intención es que, al asomarse a esto, el lector también se sienta culpable. Hay gente que acalla su conciencia ayudando a causas justas, pero no se para a pensar que se viste con ropa cosida en Bangladesh por un niño que cobra un euro al día; que lleva un móvil hecho con coltán, que se extrae por mafias en el Congo; no quiere renunciar a tener fruta tropical en el supermercado durante todo el año, con lo que implica de contaminación añadida…  Cada uno de nosotros, a nuestro pequeño nivel, formamos parte de ese juego, de ese sinsentido, de esa contradicción y falta de valores y ética.

¿Dónde está el motor y el combustible de todo esto? ¿En el ánimo de lucro, quizás?

Es el resultado de un conjunto de cosas. En la novela, el protagonista es una buena persona, con buen corazón, que tiene una ambición sana de prosperar. Quiere mantener a sus empleados, cuidar de su familia. Su hermano está en rehabilitación tras un accidente laboral… Hace las cosas, en fin, con buenas intenciones, pero al final opera en un mundo en el cual, si quieres prosperar, estás obligado, de alguna forma, a renunciar a tu ética, a tus valores. Es decir, solo la bondad y la buena intención no es suficiente para impedir la deshonestidad ¿Hasta qué punto es esto evitable, o no?, es la pregunta que se le hace al lector.

¿En el fondo, eso que denominamos sistema, el marco, el capitalismo… nos domina y acabamos siendo sus víctimas, pero también cómplices?

Si. Al final, somos todos víctimas y verdugos. No pretendo con la novela plantear ninguna solución moral. Simplemente, se trata de sugerir una reflexión sobre cómo somos, como vivimos… Sobre el monstruo que, sin querer, hemos creado, y que anida dentro de nosotros y a nuestro. Alrededor. Un toque de atención personal y social sobre donde estamos. El momento actual recuerda mucho a la decadencia del imperio romano. Vivimos en Europa en una situación similar: tenemos la barriga llena, no sabemos bien porque luchar, nos resistimos a cambiar… De palabra, mucho feminismo, ecologismo…, muy guay todo, pero nadie mueve un dedo de verdad, ni cambia un ápice del modo de vida que tenemos.

¿Ricky, el protagonista de tu novela, toma conciencia política, digamos? ¿Se adentra en ella, tratando de buscar respuesta a las preguntas que se formula?

No mucho. Es una persona de clase media, normalita. Poco a poco, le van saliendo oportunidades para ir tirando para adelante, pero son como un caramelo envenenado… Una subvención no justificada, nos la repartimos… El tratamiento de su hermano cuesta mucho… Las necesidades le empujan…Entrevisté hace años a Serge Latouche, uno de los teóricos del decrecimiento, y me despertó mucho interés, porque creo que si hay que bajar un poco el pistón. Cosa que no será quizá tanto por ponerse de acuerdo los humanos, como por temas medioambientales, económicos…

¿En la propia construcción europea, que a veces idealizamos, no hay algo de la doble moral de, la que hablas en la novela?

El interés inicial de la UE fue comercial. Al final, de algún modo, la política es una proyección de intenciones y, en tal sentido, ahora se dice, por ejemplo, que todos somos europeos, todos hermanos, pero la economía es la realidad: nos vamos todos de copas y a ver quién paga… A Europa le pasa algo de esto. Es una voluntad conjunta de intenciones, pero al final, hay dos velocidades, o cuatro, o veintisiete. Europa es un precioso caos, con dificultades para tener una voz única. Cuando estoy en Bruselas, me siento muy latino, pero si estoy en Asia y me encuentro con un sueco le veo como mi hermano.

¿El sector en que trabaja Ricky, maneja especialmente fondos, poder, influencias… en Bruselas?

Hay muchos presupuestos y se hacen esfuerzos para luchar contra la corrupción, pero al final, hay despilfarro, como en todos los ámbitos ¿Qué hay que hacer un programa de mejora de los procesos electorales en Timor Oriental? Vale. Pero, de paso nos quedamos tres días de fiesta en Bali… Esto depende también mucho de cada uno. Hay gente más sobria, cuidadosa…, y otra no tanto. En general, hay buenos sueldos, hay dinero… Al final, en cualquier punto en que se concentra poder, se produce más corrupción. Hay más corrupción en Madrid que en Cuenca. A Europa acuden lobbys de todo el mundo y, viceversa: los lobbys europeos van por el mundo buscando negocio. En Bruselas es donde se legisla. Es donde se juegan las cosas, y donde actúa la presión para buscar el beneficio propio. En Bruselas lo que más se contrata son campañas de ámbito europeo. También de lo que se llama la región euro-mediterránea: proyectos de cooperación con Marruecos, Argelia, Túnez… Y la UE tiene delegaciones en todo el mundo donde se llevan a cabo campañas de todo tipo. Los tentáculos de la UE llegan a todos los lados.

¿El denominado filantro-capitalismo tiene un protagonismo relevante en la Bruselas, o pasa más bien desapercibido?

La filantropía está más desarrollada en EE.UU. que en Europa, entre otras cosas porque la carga fiscal es distinta. Se concibe y operas como una iniciativa privada, en cambio en Europa la filantropía la ejerce de algún modo el propio Estado, con programas de cooperación y desarrollo, etc.

¿Cómo acaba Ricky Vidal?

Ricky Vidal prospera, con esa doble moral, que al final como que le explota en la cara. Y reacciona con una pregunta, de muy difícil respuesta. En definitiva, es más fácil ver los errores, las contradicciones de los otros, de una gran institución…, que las contradicciones, o la falta de ética propia. En cualquier caso, también hay que tener en cuenta que las instituciones están hechas de personas, no tienen alma. Al final, hay que mirarse un poco al espejo. Si somos capaces de aplicarnos a nosotros mismos la crítica que hacemos a los demás, aunque sea a un diez por ciento, habremos dado un gran paso.

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