Una elección totalmente legítima

Hace más de dos semanas que Jaume Collboni fue investido alcalde de Barcelona y su elección como máximo responsable de la ciudad sigue en el centro de la diana política y mediática. Hay quien puede considerarlo como un hecho polémico más, pero no lo es. Es la segunda vez que sectores secesionistas con mucho peso político, social y mediático ponen en duda la legitimidad democrática de la elección de la máxima figura institucional de la ciudad. Ya lo hicieron en el 2019 por el mismo motivo: había sido un candidato independentista (Ernest Maragall) el que había ganado los comicios, pero el acuerdo entre Barcelona en Comú y el PSC y los 3 votos del grupo municipal que lideraba Manuel Valls posibilitó que fuera Ada Colau quien encabezara el gobierno local. Ahora la historia se ha repetido. Da igual que en Girona Lluc Salellas haya accedido a la alcaldía habiendo quedado segundo. Es la democracia a la medida.

Entra dentro de la normalidad de una sociedad democrática que se analicen los pactos sobre los que se fundamenta la elección de un responsable político. También que se muestre su disconformidad o rechazo. Es más, la heterogeneidad y la discrepancia política es una riqueza que las instituciones, la ciudadanía y también los medios de comunicación deben preservar y saber gestionar correctamente. Lo que sorprende, y mucho, es que se hayan escrito tantos artículos (y también tantos tuits) sobre si la elección de un alcalde que, recordémoslo, se ha presentado, como el resto de candidatos, siguiendo unas reglas compartidas y aceptadas, es democrática o legítima. Y sorprende aún más que estas proclamas las hagan personas que han ocupado responsabilidades políticas de primer nivel. Sin ir más lejos, el expresidente Artur Mas afirmó en un artículo en el diario ARA que el hecho de que “una operación sea legal no le confiere automáticamente que sea totalmente legítima.”

Tiene toda la razón el periodista Rafael Jorba al asegurar que el proceso independentista está en vía muerta, pero que el relato sigue vivo. Y el relato, que va mutando, busca ahora convencer a su opinión pública de que el alcalde de la capital catalana es legal, pero no legítimo. Tenemos un gran problema cuando el discurso de las fuerzas políticas democráticas se instala en estos canales. Nos llevamos las manos a la cabeza viendo el asalto del Capitolio o de las instituciones brasileñas, o las convicciones trumpistas de la nueva presidenta de las Cortes de Aragón, pero todos estos casos comparten un mismo trasfondo: la puesta en cuestión de los mecanismos democráticos, lo que no difiere mucho del caso que nos ocupa.

Quizás peco de ingenuidad, pero nunca imaginé que en Cataluña llegaríamos a vivir una situación de estas características. En términos políticos, es cierto que se habrían podido dar otras mayorías para elegir al alcalde de Barcelona, pero la intervención tanto de Trias como de Maragall el día del pleno de investidura demuestra que tanto uno como otro están muy lejos de lo que se espera del máximo responsable institucional de la capital catalana.

Es innegable que este pleno estuvo muy marcado por el trasfondo independentista. No se pueden obviar, en este sentido, los más de diez años de proceso ni tampoco que éste ha sido una apisonadora rompiendo partidos y alianzas políticas y deteriorando algunas relaciones sociales. Seguramente esto es lo que mejor resume porque Trias no obtuvo el apoyo mayoritario del plenario. Es decir, aunque la campaña electoral de la ciudad condal estuvo centrada en problemas que tiene la ciudadanía como la movilidad, el espacio público o el urbanismo, es una realidad que el proceso independentista pesa todavía mucho.

En cualquier caso, y volviendo al caso que nos ocupa, si Xavier Trias hoy no es alcalde hoy es porque por mucho que haya jugado a nadar y guardar la ropa con el proceso independentista, haya utilizado una marca personal y haya recuperado, de alguna manera, el espíritu convergente, era y es una realidad palpable que detrás de él estaban y están Carles Puigdemont y Laura Borràs, dos figuras políticas que han destacado por su firme oposición a romper los bloques y a buscar un mínimo entendimiento con quienes no piensan como ellos. En resumen: el exalcalde ha sido víctima de su propia estrategia política y también, no lo olvidemos, de su pacto con ERC, que era el que deseaban los independentistas más irredentos.

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