Laporta eleva a categoría de burla televisiva la mentira sobre el Palau

Contradictoramente, anunció en TV3 que hay presupuesto para construir uno de 16.000 espectadores, aunque más barato, por 200 millones, en otro ejercicio de fantasía y complicidad mediática

Joan Laporta

Joan Laporta ha afinado el arte de la patraña y la manipulación ajustándolo a las necesidades y circunstancias del momento. Eso sí, contando siempre con la complicidad y la cobertura de la prensa, un apoyo clave para que la fantasía laportista no sólo siga existiendo, sino que, como el universo, siga expandiéndose infinitamente. A escasas horas del cierre del ejercicio 2022-23, bajo la presión de una economía a punto de reventar, el presidente azulgrana quiso rematar esa caída del telón, catastrófica, al más puro estilo laportista, es decir: negando la realidad, inventando otra y aportando otro relato de cuento de hadas.

El malabar más destacado de su comparecencia en el programa estrella de deportes de la Televisió de Catalunya, Onze, con amplia y conveniente difusión y refuerzo en TV3, Laporta solucionó el problema del Palau Blaugrana con una sencilla ecuación oral: «Hay presupuesto para el Palau. Es cierto que, al principio, se pensaba en un mega-Palau, que quizás no es necesario. Un Palau de 400 millones no es necesario. Se puede hacer un Palau de 200 millones para 16.000 espectadores».

Y ya está, problema corregido mágicamente, como si no existieran unas especificaciones y unas determinadas condiciones que en su día fueron expuestas y aprobadas por los socios compromisarios, primero en asamblea y más tarde ratificadas en un referéndum, sobre las características del nuevo Palau y el contexto del Espai Barça sobre una MGPM que costó años en ser consensuado por el cuerpo urbanístico, ciudadano, social y económico del consistorio de la ciudad de Barcelona.

Otro disparate de Laporta comparable al que dejó ir en su día, recién elegido, cuando aseguró que no entraba en sus planes trasladar la actividad del primer equipo al estadio Lluís Companys de Montjuic. «Ampliaremos el Johan Cruyff para darle una capacidad de 40.000 o 50.000 espectadores», dijo. La prensa reaccionó, igual que ahora, aplaudiendo con las orejas la ocurrencia presidencial, como si realmente fuera posible. A las pocas semanas, ni siquiera él mismo le concedió el menor margen de desarrollo.

Un Palau para 16.000 espectadores por 200 millones podría ser posible si no fuera porque Laporta ya estimó en su momento, tal y como está aprobado, un nuevo Camp Nou con un coste de 900 millones y un Palau de 420 millones, incluidos un Mini-Palau para 2.000 espectadores, la pista de hielo y el aparcamiento de autobuses, además de una multifuncionalidad de la instalación para facilitar su explotación al margen de lo deportivo con actividades como conciertos, óperas, convenciones y cualquier otro evento.

Ahora, dos años después, resulta que, para empezar, la reforma del Spotify Camp Nou consumirá por sí solo 1.450 millones entre costes financieros y las mínimas exigencias de urbanización del entorno. O sea, que agotará el límite del crédito concedido por Goldman Sachs (y inversores), fruto de un acuerdo que no contempla el nuevo Palau, lo que convierte esa bravuconada de Laporta en un reiterado y falso anuncio con el único propósito de aplacar mediáticamente el nerviosismo, la indignación y el impulso de impugnar el convenio por parte de un pequeño grupo de socios.

Las preguntas que nadie le hizo es, si hay ahora una dotación de dinero, sean 200 millones o 400 millones, son: ¿Por qué no hay nadie trabajando ya en el solar del antiguo Miniestadi? ¿Por qué razón hay que esperar, como mínimo, a iniciar estas obras 18 meses después de concluir las del estadio? Su anunció lo retrasa al 2028, una fecha más allá de toda expectativa de supervivencia de club bajo el actual modelo de propiedad.Menos unos pocos socios, el resto parece dispuesto a creerse cada nuevo giro de guión y estas ingeniosas excusas del presidente.

Debe tenerse en consideración, además, que el acuerdo de financiación (sin Palau) se ha firmado sobre la certeza, por parte de ambas partes, de una obligada revisión y refinanciación a dos años vista por la sencilla razón de que esta junta, o cualquiera que pueda llegar después, no podrá hacer frente a las condiciones de devolución del préstamo.

La burla televisiva de Laporta en Onze, donde no tuvo réplicas ni preguntas incómodas, se extendió a su renovada versión del segundo acto de engaño a Messi, esa operación de regreso que, en realidad, sólo fue una cosmética y calculada distracción de Laporta para entretener a los medios y a los socios unas cuantas semanas: «Creo que Messi quería volver al Barça y su padre planteó haber tenido una adaptación muy dura en París. No quería más presión».

Ininteligible exposición, absurda y nuevamente embustera porque, como es sabido, Messi aceptó una propuesta para volver al Camp Nou por 25 millones de sueldo anuales (contra los 600 millones por temporada de Arabia Saudí y por los casi 300 millones de Miami) y estuvo más de dos meses esperando algo tan sencillo como un contrato por escrito para firmarlo y, eso sí, la seguridad de su inscripción inmediata en LaLiga para iniciar la mudanza y matricular a sus hijos en Castelldefels. No renunció, desde luego, por la presión de jugar en su casa y a las órdenes de Xavi, sino debido a la incertidumbre de volver a estar, como hace dos años, en manos de los titubeos, los caprichos y las mentiras de Joan Laporta.

Probablemente, Leo acertó renunciando a subirse a esa atracción sin frenos ni seguridad. La razón se la ha dado a los pocos días la necesidad de un aval de la junta de Laporta como contrapartida a su incapacidad para cumplir con el primero de los compromisos del plan de viabilidad exigido por la Liga en relación con los gastos de secciones, cubiertos por un aval personal de 6,6 millones.

La misma noche que Laporta debía anunciar los beneficios ordinarios del ejercicio 2022-23 hubo de evadir el tema para no admitir un cierre con casi 300 millones de pérdidas y permanecer callado sobre esas ventas que debían cerrarse antes del 30 de junio y, además de minorar el desequilibrio presupuestario, permitir atar los fichajes de la temporada que acaba de empezar.

Laporta, como siempre, ha antepuesto el problema y la ficción, como fichar a Messi, Zubimendi y Kimmich, a la solución. De momento, sudará para hacerle sitio a Gundogan, como si esta moda de firmar un futbolista, o renovarlo, para luego no poder incluirlo en la masa salarial, porque está excedida, fuera algo normal y propio de un nuevo estilo de gestión. Aunque lo parezca y la prensa laportista haga bien su trabajo blanqueando esta nueva moda, la más clara demostración de precariedad y desesperación, sigue siendo una aberración y un síntoma evidente de que el Barça ha pasado de la UCI a un estado terminal. Y eso sólo en el plano económico, financiero y patrimonial.

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