Cambios de escenarios

Escribo esto el lunes siguiente a la celebración de los plenos municipales para la constitución de los nuevos ayuntamientos. Observo que las opiniones en mi entorno oscilan entre la perplejidad, el cabreo no contenido, el entusiasmo y la preocupación. Personalmente me reconozco en el colectivo de los preocupados.

Aceptando que sea calificado de ingenuo recuerdo que el acceso al poder democrático sólo tiene sentido si sirve para mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía en un sentido extenso del concepto y especialmente de las personas más vulnerables.

Desde la revolución francesa, en 1789, para identificar la adscripción ideológica básica en el espectro político, se utiliza la calificación derecha-izquierda. Mirando el hemiciclo desde la presidencia de la asamblea nacional, los diputados que se sentaban a la derecha representaban las opciones que se identificaban con los intereses del poder económico, opciones ideológicamente conservadoras, nacionalistas, con falta de interés por los derechos colectivos e individuales. A la izquierda se sentaban los representantes de las clases más populares, más desfavorecidas reivindicadoras y luchadoras por la conquista de mejores condiciones de vida y de derechos fundamentales. Está claro que este esquema simple ha ido evolucionando y, ahora, la foto no es tan sencilla.

El esquema identificador derechas/izquierdas se ha ido difuminando, sobre todo en los países con democracias más avanzadas, a medida que las clases sociales han mejorado las condiciones de vida. Las derechas se han modernizado y la mejora en la calidad de vida del colectivo de izquierdas ha moderado sus reivindicaciones, creando desconcierto y pérdida de referentes en la tradicional lucha de las izquierdas. La lucha por un entorno natural sostenible ha sustituido, en parte, a los referentes tradicionales pero no es suficiente. Ante el debate ideológico las izquierdas, siempre más inquietas y teóricas, se han ido disgregando en grupúsculos. El proyecto Sumar creo que agrupa a unos 36 grupos diferentes que dicen situarse a la izquierda del PSOE. Mientras, la derecha tradicional permanece más unida, estable y disciplinada.

Por otra parte, aparece un nuevo fenómeno de alcance supranacional, las políticas populistas mayoritariamente ubicadas en el espectro de las derechas, pero no sólo. Soluciones simples para problemas complejos, desprecio de la reflexión seria y rigurosa, banalización de las técnicas de funcionamiento de las democracias representativas y repliegue en los intereses del grupo escogido por el destino. Los nacionalismos identitarios tienen comportamientos populistas.

Identifico el denominado proceso catalán con ese nacionalismo populista al igual que el nacionalismo español más retrógrado. Así pues, desde hace unos años en Cataluña el eje ideológico derecha/izquierda está bastante averiado. Los partidarios de la independencia han logrado imponer el eje Independentistas/constitucionalistas. Sin muchos matices. Estás en un sitio u otro. El nacionalismo español ofrece la falsa opción de sanchismo o España. En Cataluña han logrado culminar el trabajo iniciado por el president Pujol de imponer, en el imaginario colectivo, que para ser un buen catalán hay que ser independentista. Y digo que es populismo porque frente a los mal definidos problemas con España de financiación, lengua, identidad, prosperidad se ofrece la alternativa de la independencia sin presentar razonamientos técnicos desde el rigor. No ha habido un debate serio y plural. No ha habido interés en fomentarlo. Priman las emociones, las intuiciones, los prejuicios, los estereotipos. La izquierda tradicional se ha visto arrastrada por ese eje que ha contaminado el debate político ordinario y el de las campañas electorales. Se trata de detener el avance independentista dicen, maniobra deplorable para éstos. Se trata de cerrar el paso a los unionistas, a los constitucionalistas, dicen, maniobra deplorable para éstos. El debate serio sobre las cosas del día a día, sobre cómo mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía está ausente.

Por otra parte, el espectro político se ha desmenuzado y no asegura que quien obtenga más votos gobierne. La mayoría ideológica teniendo en cuenta el eje independentista/constitucionalista o el eje derecha/izquierda no tiene por qué coincidir con la lista más votada. Esto explica extraños acuerdos y que lo que es aceptable para un ayuntamiento, no lo sea para otro.

Sobra crispación y fanatismo y falta recuperar el sentido del ejercicio legítimo del poder democrático, autocrítica, el rigor en las actuaciones y organizarnos desde la colaboración y la lealtad federal.

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