El hilo roto

Because something is happening here / But you don’t know what it is / Do you, Mister Jones? / Bob Dylan / Ballad of a Thin Man,  1965.

Fue una frase afortunada: Dylan materializaba la perplejidad de una generación adulta que no entendía que estaba pasando: ¿Por qué algo está ocurriendo aquí, pero usted no sabe lo que es, no es así, señor Jones?

Y lo que estaba ocurriendo y aún pasaría más, es que aquellos jóvenes de los años 60 (precedidos por las inquietudes de los beatniks y de los angry young men) abrazaban un paradigma diferente respecto al que era el hilo tradicional y generacional: trabajar, crear una familia y mantener el orden de las costumbres morales. El pacifismo, el antiautoritarismo, la libertad sexual y una diferente expectativa sobre la vida eran cosas que Mister Jones no acababa de entender: ¿qué les pasaba a estos jóvenes?

El corte generacional de los 60 y 70 fue muy notable. Y no tanto en sus resultados políticos (De Gaulle ganó las elecciones post Mayo del 68 y, a pesar de la gran movilización hippie y pacifista, Nixon ganó las elecciones en 1972), sino en el cambio de actitudes respecto a la moral sexual: el matrimonio no fue nunca más un requisito para las relaciones íntimas, y se naturalizaron las distintas orientaciones sexuales. Y eso fue el motivo principal de la confrontación generacional, a menudo con el resultado de roturas familiares: nuestras compañeras (soy de esa generación) sufrieron rechazo y recibieron calificativos despectivos de carácter machista, casi siempre de boca de las madres (bonita contradicción).

A pesar de las dificultades sociopolíticas (las grandes crisis de los 70) aquella generación tenía una ingenua confianza en el futuro. Y en su mayoría fue entusiasta en su incorporación al mundo político y laboral.

Como profesor viví aquellos años 80 y 90 donde era necesario inventar a cada paso, y donde el debate con los «mayores» era de ideas, con la herramienta del convencimiento y de la práctica democrática. Y, hasta época reciente, la relación con las generaciones posteriores se ha vehiculado a través de la confrontación de ideas, teñida en ocasiones de cierta pasividad.

Por eso el estallido de las plazas en el 2011 fue recibido con cierta sorpresa, ya que las generaciones nacidas en los 80 habían mostrado un cierto desapego. Por cierto, sorpresa ilusionante y estimulante.

Hace unos años, con profesores de diferentes edades (estamos hablando de estudios superiores) hemos constatado la aparición de una actitud del alumnado que resucita una especie de batalla generacional. Los debates en clase estando teñidos, no ya de una diferencia de opinión y criterio, sino de un claro enfrentamiento generacional, una especie de enmienda a la totalidad basada en el parámetro de edad (reitero: con profesores entre treinta y sesenta años). Esto dificulta el trasvase de experiencias, el aprendizaje común. Y rompe el hilo, el vínculo entre generaciones.

En el ámbito familiar, concretamente el papel de los abuelos y abuelas, está sufriendo una situación similar: en ciertos libros de carácter cómico se recomienda a los abuelos su silencio total respecto a la cría de los pequeños, con la consideración implícita de un absoluta desconocimiento de lo que esto significa, como si antes de ser abuelos no hubiéramos sido madres y padres. No es necesaria la transmisión de experiencias: cualquier web o información de la red tiene mucha más credibilidad. Y no dudo de la buena voluntad de estas jóvenes madres, pero sí sorprende ese menosprecio de las experiencias previas, del hilo que unía abuelas-madres-hijas (para otra ocasión, el papel de los varones). En este hilo roto (o diluido) es significativa la aparición de una nueva figura: las doulas. Son mujeres que acompañan en el preparto y el postparto (lactancia, crianza), sin ser especialistas médicas; es decir, hacen lo que tradicionalmente hacían las madres de las madres. Hemos sustituido el hilo invisible por una figura ajena y prestigiada.

En el ámbito social (asociacionismo) se constata una abrumadora presencia de jubilados, y escasa presencia de jóvenes: muchas asociaciones cerrarán la barraca por falta de relevo generacional. Y no es porque los objetivos sean obsoletos: sanidad pública, ecologismo, vivienda… ¡Ah!, este último sí, porque toca directamente de forma práctica e inmediata.

Y quizá ahí está la clave: demasiado negro el futuro a largo y medio plazo para animarse, y sí a la urgencia de lo inmediato (no lo critico).

Curiosamente, esta actual batalla generacional carece de la confrontación ideológica y moral que sí tenía la de los años 60, por mucho que las llamadas «guerras culturales» intenten avivarla.

Parece ser que este futuro demasiado negro tiene unos culpables: nosotros, la generación del régimen del 78. He tenido varias conversaciones en las que directamente se nos culpabilizaba de las actuales miserias, precariedades y futuro incierto (por cierto, a mí no se va pasar por la cabeza culpabilizar a mi padre de que sufriéramos una dictadura).

Cierto, Mr.Jones, algo está ocurriendo y yo no entiendo nada. Sí me duele esta ruptura, esa falta de sumar experiencias, porque el mundo que tenemos y que viene, nos necesita a todos.

Y creo que ahora no es el mejor momento para romper el hilo generacional.

 

(Sospecho que aquel “nosotros viviremos peor que nuestros padres” del 15M y los algoritmos de las redes, han sido unos componentes básicos en esta ruptura. Y quizás nosotros fuimos unos padres demasiado facilitadores: ver La tentación de la inocencia, P.Bruckner, 2006).

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