París, rosa de fuego

Los dos últimos libros que he leído hablan de nuestra historia reciente, pero me sirven para comentar la actualidad. «Roses de Foc de Barcelona» (Edicions 62) lo ha escrito Andreu Farràs y retrata, como dice su subtítulo, «las grandes explosiones de ira en la capital catalana durante un siglo». «París érem nosaltres» (Columna Edicions) es obra de otro Andreu, Claret, y reconstruye la guerra civil española y el exilio republicano a través de la vida y aventuras de su padre.

Farràs repasa los estallidos de violencia en Barcelona, desde lo que se llamaba las bullangas, de 1835, hasta las manifestaciones contra la sentencia del Tribunal Supremo del juicio conocido como del 1-O, en 2019. En “París érem nosaltres”, Claret nos presenta la capital francesa como una ciudad admirada, modelo en el que se reflejaban quienes la veían como foco de libertad y cultura.

París parece que se ha convertido últimamente en una ciudad en la que periódicamente se producen estallidos violentos en las protestas y manifestaciones en sus calles, tomando el relevo a Barcelona en cuanto a rosas de fuego. Tampoco debe sorprendernos. En 1968 ya tuvo su rosa de fuego cuando ahí era imposible levantar la voz en la calle contra la dictadura.

Estos días hemos visto y seguimos viendo cómo las protestas en París y otras ciudades francesas contra la nueva legislación sobre las pensiones que quiere aprobar el presidente Emmanuel Macron acaban con enfrentamientos con la policía y coches y mobiliario urbano ardiendo por todas partes. Nos sorprende que este grado de vigor e incluso de violencia en las protestas resulte de la oposición a una legislación que retrasaría la jubilación de los 62 a los 64 años cuando en España se sitúa en los 67. El gobierno español acaba de aprobar una ley que regula la jubilación y, a pesar de las protestas de colectivos de pensionistas, por lo general se ha asumido como un avance progresista, aunque la edad de jubilación se queda, sin embargo, allí donde estaba.

Leer las 250 páginas de “Roses de Foc de Barcelona” abruma por la crueldad de las revueltas y de su represión. La Rambla de Barcelona, hoy llena de turistas, ha visto en el pasado cómo quemaban a gobernantes o cómo fusilaban a decenas de manifestantes. No han faltado cabezas cortadas y exhibidas en plena calle. El último estallido, el de 2019, se saldó, casi milagrosamente, sin víctima mortal alguna.

Leer los libros de los dos Andreus no nos resolverá el enigma del porqué París ha tomado el relevo de Barcelona en cuanto a estas periódicas rosas de fuego, pero es un ejercicio recomendable para conocer un pasado sobre el que se ha forjado nuestro presente. Los recomiendo y no hace falta esperar a Sant Jordi para comprarlos.

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