La cuadratura del círculo de ERC

Nos olvidamos muy pronto de quién estaba detrás del mayor ataque a la democracia desde la instauración de esta; de aquellos que se sacaron de la manga unas “leyes de desconexión” que pretendían ni más ni menos que “desconectar” a la mayoría de habitantes de Cataluña de su propia tierra, esencialmente, porque no compartían su idea supremacista y excluyente. Pero a ellos les importó muy poco que medio Parlament se ausentara de esa performance que ponía los pelos de punta, a unos por la emoción de poder convertirse en un estado independiente, y a otros por el miedo que podía suponer un salto al vacío en todos los sentidos.

Y se olvida también que en la Carta Magna de esa supuesta república que se preveía, el catalán y el aranés habrían sido las únicas lenguas oficiales, dando un plazo de diez años para que los castellanohablantes “se adaptaran” a la nueva situación. Una constitución, por cierto, redactada y defendida, entre otros, por el senador de ERC, Santiago Vidal. Y también ignoramos el hecho de que, en la consulta (me niego a calificarlo de “referéndum”) del 1 de octubre de 2017, los partidarios del no fueron relegados a la mínima expresión, a la nada más significativa.

A mí me gusta indagar en el pasado para percatarme de las raíces de las que nace ERC y de las que todavía no se ha librado. Las hemerotecas nos recuerdan que Heribert Barrera, que ingresó en el partido en 1934 con la intención de resucitar el partido de Francesc Macià y Lluís Companys, defendió, recién instaurada la Segunda República, la deportación de los murcianos que habían llegado en masa a Cataluña en el alud migratorio de los años veinte. Ahí no quedó la cosa, porque Barrera nunca se retractó de afirmaciones como la de que “en América los negros tienen un coeficiente intelectual inferior a los blancos, la inmigración es la principal amenaza de Cataluña y nadie me convencerá de que es mejor una Rambla con gente mestiza que una con gente blanca» o que se «debería esterilizar a los débiles mentales de origen genético». Por todo ello, se le retiró la Medalla de Oro de la Ciudad de Barcelona en septiembre de 2020 concedida a título póstumo en 2012. ERC votó en contra de la propuesta del partido de Manuel Valls.

Han pasado poco más de dos años de aquellos hechos, pero antes, en 2013, en Bellvitge, ERC, de la mano de Gabriel Rufián, había creado “Súmate”, una especie de plataforma con la idea de incorporar a castellanohablantes a la independencia de Cataluña, aunque se definían sibilinamente como un colectivo que «apela a todas aquellas personas, sin importar su tendencia política, que compartan los valores democráticos, la defensa de la libertad, y la voluntad de construir una sociedad mejor». Consiguieron embaucar a diversos personajes de orígenes no catalanes como el cordobés Eduardo Reyes, el aragonés Chema Clavero, y a otros ya nacidos en Cataluña, pero de padres emigrantes, como Montse Sánchez y José Manuel Bueno. Carme Forcadell, asistió entusiasmada como presidenta de la ANC a la presentación de “Súmate”. Todo un retrato de lo que representa ERC.

Y ese laberinto en el que se ha metido ERC, al que unos llaman pragmatismo y otros “ampliación de la base” (independentista, se entiende) se convierte irremediablemente en caótico, en una incoherencia constante, con el único objetivo de captar votantes, incluso si las verdades salen tan claramente a la palestra que dan pena. Y ahí se yuxtaponen dos Gabrieles candidatos a dos importantes alcaldías; Gabriel Rufián, en Santa Coloma de Gramenet y Gabriel Fernàndez, en Sabadell. Fíjese el lector en los dos acentos en la “a” de sus respectivos apellidos: uno abierto y otro cerrado, como si dos almas del partido quisieran convivir. Hay más. El primero promete una residencia pública para gente mayor en la ciudad si gana las elecciones, de la mano del conseller Campuzano, un chantaje en toda regla y aún más cuando la Generalitat lleva diez años sin construir ninguna.

En Sabadell, un Gabriel Fernàndez de origen uruguayo, se mete en barrios llenos de inmigrantes, donde únicamente habla catalán ignorando de dónde vienen sus votantes y hablando de “soberanía” (ya no de independencia) y jugando a todas las bandas posibles, incorporando a miembros de EUiA a su candidatura y prometiendo la Biblioteca del barrio de “Gràcia”, donde ganó ERC en 2019, para evitar hablar de la del distrito 6, donde se incluiría al barrio más humilde de “Merinals”, donde perdió. Intentar jugar a todas las cartas, contentar a todos, puede estallarle en la cara a más de uno. La gente no es tonta.

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