Laporta usa cobardemente el equipo de Xavi como escudo para huir de la tormenta

Mientras aumenta peligrosamente la animadversión y la presión sobre los jugadores y el prejuicio procesal contra Rosell y Bartomeu por el caso Negreira, el presiente sigue priorizando cerrar la financiación de Limak

Laporta, amb alguns dels capitans del Barça

El Barça de hoy, bajo la presidencia de Joan Laporta, no está precisamente de enhorabuena, ni en las mejores manos, para responder y desafiar al estrecho círculo y la irrespirable presión a la que estará sometido en cuanto la maquinaria judicial, mediática y política centralista acelere para que, lo más pronto posible, el club reciba el escarmiento por haber consolidado durante 18 años pagos de cuatro presidentes a un miembro del Comité Técnico de Árbitros. Ni a la directiva del Barça, ni al presidente ni a nadie les preocupa demasiado las consecuencias de esta opa hostil que se viene encima.

Ni que sea, como está por demostrar, que José María Enríquez Negreira era sólo una figura irrelevante en la estructura arbitral o sólo un mangante que se aprovechó del miedo atávico azulgrana a los hijos y nietos de José Plaza, los hechos probados por la Fiscalía, el enorme ruido mediático, la carga de la caballería enviada por la Moncloa y los informes remitidos a la UEFA por la Federación Española de Fútbol y LaLiga bastan para que al Barça se le aplique, benévolamente incluso, un año de expulsión de las competiciones europeas.

El daño reputacional y económico causado por una sanción de esta índole, exactamente en el momento de mayor fragilidad financiera del club -y a punto de firmar una financiación del Espai Barça tan imposible que entre Goldman y Morgan se quedarán con la propiedad en menos de un año-, ya sería irreversible por mucho que, tras el largo proceso judicial a punto de iniciarse, el Barça acabase declarado no culpable de manipular la competición a base de influir en los árbitros.

Por desgracia, ni Laporta ni su aparato mediático, y mucho menos los socios, son capaces de percibir, más allá de la monstruosidad de la dimensión y el terror que pueda proyectar la bestia madridista y centralista alimentada por las facturas de Negreira, que el enemigo no está en la causa judicial, lenta y parsimoniosa, sino en el efecto que pueda provocar en la UEFA.

Como todas las batallas de Laporta, que sólo plantea y gestiona desde el punto de vista de la comunicación, el mensaje y la apariencia mediática, está añadiendo a su demostrada incapacidad, silencio, pasividad y desconcierto el temerario e imprudente convencimiento de que la inacción y la estrategia de seguir escondido le está jugando a favor.

En respuesta al golpe bajo de Florentino Pérez, que definitivamente ha aislado y dejado al Barça en la cuerda floja, Laporta se ha limitado a replicar con un tuit: «Culés, estad tranquilos. El Barça es inocente de lo que se le acusa y víctima de una campaña contra su honorabilidad en la que ahora ya están todos. Ninguna sorpresa, defenderemos al Barça y demostraremos la inocencia del Club. Muchos tendrán que rectificar. #totsUnitsFemForça«.

Es exactamente lo que pretendía en su enfoque de convertir toda la movida del caso en un ataque a la institución y el resultado de una gran conspiración para desestabilizar al equipo. En ese escenario es donde Laporta se siente cómodo, destacando que ahora ya, con el Madrid sumado a la causa, están todos en contra de la entidad y, sobre todo, en contra del equipo de Xavi, detrás del cual él sigue cobardemente agazapado.

Con ese inconsistente escudo es con lo único que piensa combatir al enorme ejército aliado, alineado tras la denuncia de la Fiscalía. Poco y delicado arsenal porque, en definitiva, a Laporta tampoco le interesa quemarse en una guerra que no va con él, pues por el efecto de la prescripción, aunque existe plena constancia de retribuciones a Negreira desde 2001 -aisladas con Gaspart, y regularmente desde 200,5 cuando ya él ya había tomado las riendas y el control absoluto del club-, los fiscales han encontrado la forma de disparar solo contra Bartomeu y Rosell; este último no se sabe tampoco en base a qué argumentos. Suena, peligrosamente, a otra maniobra de las pestilentes cloacas del Estado que, tras dos semanas de haber abierto una brecha en la investigación de la operación Catalunya y la maledicencia de José Manuel Villarejo, se instruya una nueva causa contra el expresidente Sandro Rosell, que ya cumplió le pena de prisión preventiva más larga e injustificada ordenada jamás desde la Audiencia Nacional.

El director de Mundo Deportivo, Santi Nolla, observaba esa fisura en la actuación de la Fiscalía: «Da la sensación de que falta cierto rigor. Por ejemplo, Òscar Grau empezó como director general en septiembre de 2016, no en 2010 como se indica. ¿Por qué no se investiga a los directores generales anteriores? Están los ejecutivos de Bartomeu, pero no los de Rosell. Estará Albert Soler, responsable de deportes profesionales desde 2015 a 2021, pero no están investigados los anteriores», destacaba, dando a entender que el reclutamiento de Rosell como investigado se ha diligenciado aprovechando que el Pisuerga pasaba por Valladolid. «La sensación es que el informe tiene un tono más mediático que realmente profundidad jurídica», ha añadido.

La línea de defensa del periodismo catalán, en diferentes gradaciones, ha evolucionado también hacia el clientelismo y a favor de la línea argumental de Laporta, que busca engordar la teoría de la campaña desatada contra el equipo, desviando la presión sobre su propia figura como presidente que sigue sin dar la cara y sobre los expresidentes en causados.

Le secunda, como era previsible, el director del diario Sport, Lluís Mascaró: «Si el Madrid quiere guerra, tendrá guerra… (…) Y esta maniobra inesperada puede desencadenar una batalla de consecuencias imprevisibles. Porque el Madrid no es, precisamente, un club que pueda presumir de tener las manos limpias en los temas arbitrales. La historia está repleta de ejemplos de cómo el Madrid ha recibido ayudas de todo tipo (incluso políticas) para ganar títulos. En España y en Europa. Solo hace falta recordar cómo conquistó sus primeros triunfos continentales. O como logró que Di Stefano no fichara por el Barça… Parece que ahora nadie se acuerda (o quiere acordarse) de los tenebrosos tiempos del NO-DO (…) Si el Madrid comete el grave error de destapar la caja de los truenos, la guerra será sin cuartel. Y puede haber muchas víctimas. La verdad debe ver la luz. La verdad de ahora y la verdad del pasado».

El Barça, como ya se vio, salió vivo de San Mamés por los pelos, sometido a un ambiente y una presión que no debería seguir soportando el equipo, en este caso usado deliberadamente por Laporta como escudo y único blanco posible de toda la ira del fútbol nacional desatada por el caso contra la simbología azulgrana. En la agitada y tormentosa grada de Bilbao hubo lanzamiento de billetes con la cara de Laporta y gritos de «¡A Segunda, a Segunda!» contra los jugadores, una carga añadida y evitable al peso de defender el liderato y salvarle la temporada a Laporta, pues mientras esta situación de victorias en el campo y de prejuicio contra Rosell y Bartomeu se prolongue el presidente podrá concentrarse en su más urgente y prioritaria misión de cerrar el plan pagos de Limak antes del 31 de marzo. Fuentes próximas a la junta ya apuntan que Laporta no tiene previsto ofrecer explicaciones por lo menos hasta dentro de dos semanas, probablemente con la intención de que el anuncio del acuerdo con Goldman y Morgan tape lo que pueda decir sobre su papel en el origen de las retribuciones a Negreira.

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