El Delta de l’Ebre, un indicador clave de la emergencia climática

Menos sedimentos, menor caudal, más salinidad y mayor riesgo de temporales como el Gloria

Concentració de diferents entitats a la plaça Sant Jaume de Barcelona per reclamar mesures en defensa del Delta

La fragilidad del Delta de l’Ebre es una evidencia contrastada, pero no existe consenso sobre las acciones a implementar, debido a la complejidad del ecosistema ebrense y al grado de deterioro alcanzado. Para evidenciar la importancia de preservar el Delta y el río, la Plataforma en Defensa de l’Ebre, Diàspora Ebrenca, Xarxa per la Justícia Climàtica y Aigua és Vida están impulsando un calendario de movilizaciones tanto en poblaciones del Ebre como en Barcelona.

En declaraciones a EL TRIANGLE, Josep Sabaté, representante de Diàspora Ebrenca, alerta de la fuerte reducción de sedimentos del Delta, así como de la reducción del caudal del río, debido a “la acción humana, la falta de caudales por el uso extractivista del río por los regadíos y las hidroeléctricas, así como por la propia acción de los embalses, que están reteniendo los sedimentos”. A su juicio “el temporal Gloria fue la constatación de la fragilidad del Delta de l’Ebre”, y en un contexto de alerta climática, es necesario estar atentos a factores desestabilizadores como la llegada de nuevas tormentas, la subida del nivel del mar o la sequía. Sabaté admite que «la situación es grave» y reclama que «la fragilidad del Delta sea un símbolo de la lucha contra el cambio climático en nuestro país». Nos queda lejos la imagen del oso polar al que se le derrite el hielo. Aquí tenemos un territorio que puede desaparecer, y es necesario tomar una decisión como sociedad y como país”.

La esperanza del territorio es el Pla de Protecció del Delta de l’Ebre, que debe convertirse en la hoja de ruta a corto, medio y largo plazo. El Ministerio para la Transición Ecológica está ultimando el documento, pero las organizaciones movilizadas consideran que “va tarde”, y que “no puede ser que hayan pasado ya tres años del devastador paso del Gloria por el Delta y no haya un plan”.

El jefe de Costas del Ministerio de Transición Ecológica en Tarragona, Antoni Espanya, admite, en declaraciones a EL TRIANGLE, que el Pla de Protecció del Delta podría haberse tenido antes, a finales del 2021, pero “los tres interlocutores más importantes del ministerio , que son la Generalitat, la Mesa de Consens, y el Parc Natural, pidieron que, antes de ser aprobado, se realizara una evaluación ambiental estratégica”. Según España, «esta tramitación es larga y farragosa y, con ello, hemos invertido todo el año 2022».

Retos para 2023

El Estado y la Generalitat quieren trabajar de forma más coordinada, por lo que se ha impulsado una comisión mixta del Delta de l’Ebre. Según el jefe de Costas, «un grupo de representantes de cada parte se reunirán periódicamente para seguir el futuro Pla de Protecció, validar los proyectos y fomentar su coordinación». Desgraciadamente, llegar a acuerdos sobre las medidas a impulsar no es fácil en el territorio debido a las distintas visiones sobre el impacto que pueden generar en el ecosistema fluvial, marítimo y agrícola.

La Mesa de Consens pel Delta, que reúne a siete municipios y dos comunidades de regantes, se opone a retroceder tierra a dentro y crear un espacio de protección de 300 a 500 metros de ancho frente al mar. Este espacio no tendría actividad humana, implicaría expropiar en el margen izquierdo entre 100 y 300 hectáreas de arroz y sería una franja protectora para mitigar los efectos de nuevos temporales. Se oponen porque creen que implicaría aceptar la progresiva desaparición del Delta. Como alternativa, proponen ganar terreno por delante y utilizar dragas marinas que movilicen grandes cantidades de arena sumergida en el mar y así combatir el hundimiento del Delta. La Plataforma en Defensa de l’Ebre, en cambio, apuesta por obligar a las hidroeléctricas a hacerse cargo de la preservación del río y que hagan bajar los sedimentos retenidos en los embalses. Según Josep Sabaté, “el mar se lleva las arenas porque el 90% de éstas están retenidas en los embalses. Si cada año el Delta se hunde un poco y el mar sube un poco, tenemos un grave problema y necesitamos volver a poner tierras sobre los campos, para dificultar la entrada del mar, que mata con la sal los ecosistemas de agua dulce”.

En paralelo a la tramitación del plan, Antoni España expone que el ministerio ya ha realizado “movimientos preventivos de arena desde las zonas de acumulación, que son los extremos de las dos penínsulas, en las zonas más frágiles, como el Trabucador, la isla de Buda y la playa de la Marquesa, que es donde se pierden sedimentos”. La voluntad es realizar “movimientos preventivos de arena regularmente con volúmenes importantes. Ahora han sido 300.000 m3, pero el Delta necesita cada dos o tres años un millón de metros cúbicos para disponer de grandes anchuras de playa”, que permitan hacer frente a los temporales. Se estudia también el impacto del movimiento de los sedimentos fluviales, y se realizará un ensayo sobre su viabilidad medioambiental. Mover los sedimentos de los pantanos no se ve claro porque “abrir compuertas de fondo de un gran embalse sería matar a toda la fauna que hay en el río”. España opina que una alternativa sería “ir limpiando los embalses y reduciendo volúmenes por la parte de cola”, y con un sistema de dragas y tubos ir sacando sedimentos de forma controlada por la parte delantera. Estrategias divergentes en clave local que será necesario aproximar por el futuro del Delta.

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