Tiro olímpico en el pie (II)

Hace ahora justo un año escribimos el artículo titulado “Un tiro Olímpico en el pie”. Fue cuando la Generalitat de Catalunya todavía tenía viva la esperanza de conseguir los Juegos Olímpicos de Invierno 2030. Nosotros ya la dimos por muerta, como así ha sido. El proyecto traspasó, pero nadie lo ha enterrado, nadie ha reconocido su fallecimiento, no hemos leído ninguna esquela, no se ha producido ninguna dimisión, ni hemos visto ningún balance de cuánto costó aquel sueño al que condenaron al fracaso con su gestión.

Las causas del fiasco ya las apuntábamos en aquel artículo: “Los Gobiernos de Catalunya y Aragón no solo no se entienden, sino que están a la greña.  Ese enfrentamiento llega al CIO, Comité Olímpico Internacional, que obviamente toma nota. Y se encienden todas las alarmas”.

“Viene el rey a Barcelona y la alcaldesa y el presidente de la Generalitat le hacen el vacío, mientras sus organizaciones y partidos afines como la CUP montan algaradas en las calles.”

“Viene el presidente del grupo Volkswagen (VW), Herbert Diess, visita la planta de Seat en Martorell y acude el rey Felipe VI y el jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, pero no se presenta el presidente de la Generalitat”.

“¿Tiene algún sentido gastar la más mínima de las energías en una candidatura que nace muerta y que huye del debate medioambiental, de máxima sensibilidad en la opinión pública por las amenazas que comporta el cambio climático? ¿O se trata, en definitiva, de otra chapucera excusa para seguir vendiendo al mundo el procés de nunca acabar? La candidatura Barcelona-Pirineos está muerta y difícilmente resucitará”.

La causa principal de este fracaso es una actitud que repiten constantemente los políticos independentistas catalanes: Nos muestran al mundo como “catalans eternament emprenyats”  (catalanes eternamente cabreados). Protestan por todo, para no conseguir nada, y seguir vendiendo que somos víctimas.

Esta actitud se ha repetido las últimas semanas. En la cumbre hispano-francesa celebrada en Barcelona, militantes de las organizaciones independentistas -6.500 según la Guardia Urbana- fueron a intentar boicotear un acto convocado por los presidentes de Francia, Emmanuel Macron y Pedro Sánchez. El presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, asistió al acto, aunque hizo la cobra cuando empezaron a sonar los himnos y abandonó el acto para su ridículo internacional.

Afortunadamente los medios de comunicación y las organizaciones nacionalistas francesas no tuvieron en cuenta el desaire al himno francés y aún más cuando el presidente de ERC, Oriol Junqueras, asistía a la manifestación de protesta sin necesidad de hacer la cobra a ningún himno pero increpado por los más radicales independentistas hasta que tuvo que abandonar el acto. ¿Quién lo iba a decir? Las masas, es un decir, llamando botifler (traidor) a un ex preso de Lledoners.

Con estos antecedentes, el mundo, y el CIO no es una excepción, ven a Catalunya como una fuente de problemas. Himnos, lenguas y banderas confrontadas de las que se debe huir para evitar espectáculos que nada tienen que ver con el deporte olímpico.

Y curiosamente sobre el fracaso de la candidatura Barcelona Pirineos, justo un año después, reina el silencio más absoluto. Así están las cosas.

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