La arcada de Arcadi

Desgraciadamente, ya estamos demasiado acostumbrados a escuchar improperios e insultos de una estirpe de tertulianos, impostores de la palabra y escritores de pacotilla que lo único que desean es que se hable de ellos, bien o mal, utilizando el odio como herramienta para conseguir lo que quieren. Hemos llegado a un punto que, a cualquier cosa, le llaman «periodista». Siento verdaderas náuseas cuando intento acercarme a algún artículo de Arcadi Espada; de hecho, no lo hago a menudo por los efectos que produce en mi aparato digestivo. Ya desde la primera línea se aprecian frases envenenadas, escritas con esa mala leche que lleva implícita la envidia, también la soberbia, en definitiva, una forma como otra de mostrar que es un cero a la izquierda. Arcadi Espada representa, nada menos que el antiperiodismo, cuyas formas desprecian la discrepancia, que no aceptan las opiniones contrastadas. No, él va a lo suyo; no le importa más que él mismo. Suerte tenemos que hace tiempo que nos resbala lo que pueda decir.

Algunos de mis lectores podrían pensar que, si Arcadi es algo insustancial, por qué escribo de él. ¡Ay! ¡Qué razón tienen! Pero es que ha tocado uno de los símbolos más queridos por los catalanes, Joan Manuel Serrat, y con eso, sí que no puedo. No vale la pena que lean el artículo que escribió con motivo de la despedida del «noi del Poble Sec» de los escenarios. Arcadi estaba dolido porque el cantautor catalán había elegido doce canciones en catalán y «solo» diez en castellano, lo que significaba el fracaso del concierto, según él.

Madre mía, ¡qué estupidez! Un señor que no tiene ni oficio ni beneficio, se atreve a criticar la decisión de una de las personas que más nos han unido como pueblo, que ha cantado en catalán en toda España sin ser abucheado, que se atreve a plantarle cara a la dictadura pidiendo cantar en catalán el tema La, la, la en el Festival de Eurovisión de 1968, que ha hecho de su trabajo humilde una norma, que es un referente para muchos otros artistas, que ha conseguido con Mediterráneo traspasar fronteras, convirtiéndola en un himno, una de las canciones más míticas del artista. La lista puede ser más larga porque los temas de Serrat van más allá de una hermosa melodía o unas letras tan unidas a la poesía. ¿Cuál es nuestra favorita? ¿Palabras de amor? ¿Cançó de matinada? O alguna de las compuestas con los poemas de Antonio Machado o Miguel Hernández.

Joan Manuel Serrat ha representado y representa a la Cataluña plural, la bilingüe sin odio, la que ama la tierra sin tener en cuenta el lugar de origen ni la lengua que se habla. Porque, tratándose de un cantautor universal, ha sido capaz de mimetizarse con todo tipo de gente. Y aún ahora, las nuevas generaciones tararean sus canciones y se emocionan como sus padres o sus abuelos. Y no podemos olvidar su compromiso por las causas justas, su exilio (el de verdad) en México, y, para mí, lo más importante, su respeto hacia quien piensa distinto. Aquí radica la gran diferencia entre Arcadi y Joan Manuel Serrat. El primero resume su odio hacia el cantante en un símil deportivo, de waterpolo, podríamos decir, 12 a 10. Como pueden imaginar, se hunde claramente en la piscina y se ahoga en su propia vileza. El segundo, fiel a sus principios, basa su trabajo en la empatía, en la elección de canciones míticas, porque sabe, en definitiva, que el público, sea este de Ciudad Real, Madrid o Barcelona, ​​sabe valorar su trayectoria musical, sabe adentrarse en esas letras que tocan el corazón, que abrazan cualidades humanas, que resaltan los aspectos más íntimos de personas anónimas que nos rodean cada día. ¿Cómo si no el público madrileño cantaría en catalán alguna de sus canciones? En esto, Serrat ha sido un verdadero especialista, un alma con una plenitud humanista inconmensurable, un ejemplo, un modelo de concordia que, desgraciadamente, no forma parte de los tiempos que corren. Por eso es tan importante reivindicarlo con fuerza más que nunca.

Las redes ya se han encargado de trasladar su rechazo a un individuo como Arcadi Espada, tildándolo de miserable, sin embargo, lo han hecho mediante la cuenta de Twitter de Cayetana Álvarez de Toledo, porque él tiene restringida la entrada de comentarios. Ya ven por dónde va la cosa; tirar la piedra y esconderse. Yo le pongo nombre a todo esto: cobarde.

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