Ter Stegen envía el mensaje equivocado en su estreno como cuarto capitán

En un análisis atípico y delirante califica su balance del año 2022 como “espectacular” en el ámbito personal, a pesar del doble KO (Europe League y Champions) y la falta de títulos

Marc-André ter Stegen

Más allá de las estadísticas y de la empatía, de la proyección mediática o las propias sensaciones que un futbolista pueda transmitir sobre el terreno de juego, están su actitud, personal y colectiva, su disciplina y, desde luego su forma de comunicarse con el mundo. Hoy, a través de las redes sociales y de los medios convencionales, donde, precisamente, unas recientes declaraciones de Marc-André ter Stegen, portero titular del FC Barcelona, han llamado a atención por el doble motivo de su contenido, insólito, y porque ni los propios medios ni tampoco dentro del vestuario han provocado el efecto que normalmente tendría una declaración de principios tan egoísta, insolidaria y, hasta cierto, punto peligrosa.

El portero titular se ha mostrado absolutamente satisfecho del balance del año que acaba de terminar cuando ha concedido entrevistas a los diarios catalanes y al Barça con una frase inequívoca: “Ha sido un año espectacular para mí a nivel personal”.

La afirmación le puede causar un verdadero impacto de desconcierto, sorpresa o indignación a cualquier barcelonista que, por más ilusión que le pueda echar a la actualidad y al horizonte del Barça de Xavi, no puede dejar de admitir que no solo el balance de la temporada 2021-22 no fue bueno -con los matices de sombras y de disgustos que cada cual le pueda dar-, sino que de la temporada en curso, la 2022-23, el durísimo golpe de caer otra vez eliminado en la liguilla de la Champions ha marcado un techo, o un fondo, de decepción de indudable calado, dejando al equipo muy por debajo de las expectativas generadas por las palancas y los fichajes.

Desde diciembre de 2021, cuando se produjo el primer batacazo europeo, hasta ahora, en un periodo de poco más de doce meses, ha transcurrido el peor y más siniestro año para el Barça, por dos veces atropellado en la liguilla de la Champions y humillado en la Europe League frente al Eintracht Frankfurt, invasión incluida del Camp Nou por miles de aficionados alemanes que, además, insultaron, vejaron y agredieron a los socios del Barça en su propia casa. En el caso de la Champions, ambas ocasiones frente al Bayern Múnich, un grande del fútbol continental que, como el Barça hasta hace poco, tenía prácticamente asegurada su presencia regular en los cuartos de final de la Copa de Europa.

¿Un año espectacular a nivel personal? Imposible desgajar precisamente esta cadena de tropiezos de la figura de un portero que, si por algo se ha caracterizado desde que está en el Camp Nou, es por no haber sido decisivo ni el salvador de tantos partidos en los que el Barça ha sido arrollado en Europa (en Roma, París, Milán y Liverpool, ni frente al Bayern en aquel 8-2).

Ter Stegen y la prensa que sostiene su mito y su leyenda, al menos mientras gobernó Josep Maria Bartomeu, ha tenido por costumbre echarle la culpa al palco de las derrotas en Europa, y ahora al pasado, desde que está Joan Laporta como presidente. Nunca ha habido un análisis ni un debate serio sobre si el rendimiento del portero alemán cuando los partidos se ponen feos es discutible, algo que sin duda es así.

La otra razón por la que Ter Stegen se ha ganado esa aureola de indiscutible, desde luego infundada con las estadísticas europeas en la mano, radica en que fue un fichaje patrocinado por Andoni Zubizarreta, exjugador y exdirector técnico que goza de la protección y de una destacada vinculación con el lobby de la prensa laportista. Sólo por ese motivo, el escudo de Ter Stegen sigue a prueba de cualquier crítica o especulación.

Su balance de año espectacular también ha de doler a la fuerza dentro del vestuario, donde, según dicen los propios jugadores, “ganamos y perdemos todos”, pues a ningún otro integrante de ese colectivo, jugador o miembro del staff, se le ocurriría soltar semejante barbaridad a mitad de temporada con todo por decidir y con la presión añadida de esa pérdida de la condición de equipo de Champions de la que él es igual o más responsable que los demás. Aún peor si lo que quiere es destacar que su portería es la menos goleada de esta Liga, evidentemente excepto en la visita al Bernabéu… ¿o también forma parte de ese espectacular balance?.

Lo que denota -nada nuevo en su caso, por desgracia- es una actitud impropia, de exclusión frente a sus compañeros, por esa pretensión suya de situarse fuera del análisis y de la respuesta coral de un vestuario del que, sorprendentemente, ahora se ha convertido en cuarto capitán, en sustitución de Piqué, por orden y decisión del propio Xavi Hernández. No ha podido tener un debut más desafortunado y egocéntrico ni responder peor a la muestra de confianza del entrenador.

Otra alarma sobre la ampliación de esa autoridad y de esa bula, también alimentada por todos los entrenadores que han pasado por el Camp Nou, y sobre los que ha venido ejerciendo su jerarquía y tiranía, como primer y único portero. Fue Ter Stegen quien, tras dos Ligas conquistadas siendo el suplente de Claudio Bravo, amenazó al club con irse si no era titular, y también fue él quien impuso la elección de segundos porteros de más bajo nivel porque así es como entiende que debe funcionar la portería del Barça, sin competencia ni nadie que le pueda hacer sombra o discutir su titularidad.

Se le ha consentido tanto que por eso se atreve a añadir frases como “me siento bien y soy feliz. Cuando el equipo se encuentra en situaciones difíciles, me gusta ayudar”.

La verdad es que en este año que considera espectacular podía haber echado una mano en los partidos europeos, cuando el equipo estuvo en serios apuros y fue doblemente eliminado, en la Europe League y en la Champions.

Pero así es el universo azulgrana que rodea mediáticamente a Ter Stegen, donde todo tiende a justificase: si sale imbatido, es exclusivamente por méritos suyos;y si encaja goles, es siempre un problema defensivo o de actitud del equipo.

No es, desde luego, lo que opinan algunos de sus excompañeros ni tampoco todo el mundo dentro de un vestuario donde la presión, la exigencia y la crítica se guardan y se concentran en el segundo portero; ahora mismo, en Iñaki Peña.

Un problema difícil de detectar, admitir y afrontar. Otro capitán que dará, si no cambian las cosas, más problemas que alegrías.

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