El proyecto Arca de Noé

Los logógrafos, también denominados speechwriters, son gente extraña que ejercen un oficio del que nadie acaba de entender exactamente cuál es la utilidad, a pesar de existir desde que Tucídides decidió dar ese nombre al trabajo que hacen las personas que escriben discursos para terceros. Gente con un trabajo oscuro, que permanece perdido en medio de los equipos de los asesores políticos, pese a ser capaces de escribir las frases que la historia recuerda, como el “puedo prometer y prometo” que un día redactó Fernando Onega para el presidente Adolfo Suárez, o el «no pidas que puede hacer tu país por ti, sino que puedes hacer tú por tu país», que Theodore Sorensen escribió para John Kennedy.

Existen en todo el mundo, en cualquier tipo de regímenes y comparten dos cosas: su capacidad de esculpir frases impactantes y una colección de contactos más o menos inútiles, pero que proveen de chismes jugosos; de ahí que muchos, terminada su carrera de asesores, se dediquen a esa cosa que llamamos periodismo. Uno de esos hombres se llama Abbas Gallyamov. Formó parte del equipo de redactores de discursos de Vladimir Putin hasta que un buen día perdió la gracia del sátrapa del Kremlin y optó por exiliarse a Israel, desde donde escribe de vez en cuando para el diario Moscow Times y alimenta un canal de Telegram, donde hace unos días anunció que el presidente ruso y su grupo de acólitos más cercano estarían buscando algún sitio donde refugiarse tras constatar que sus servicios secretos habían pecado de exceso de optimismo en cuanto a sus previsiones sobre la invasión, y que contrariamente a lo que pensaban, una derrota militar no era del todo imposible.

Gallyamov afirmaba en Telegram: “Normalmente no suelo explicar historias privilegiadas, pero hoy haré una excepción, en primer lugar porque tengo una gran confianza en la fuente que me la ha hecho llegar y porque la información es muy jugosa: el politburó de Putin trabaja desde la primavera en un proyecto que tiene el nombre oficioso de Arca de Noé y que, como su nombre indica, consiste en buscar nuevas tierras a las que ir si la situación en Rusia se vuelve bastante incómoda. El líder ruso y su entorno no excluyen la posibilidad de perder la guerra, perder el poder y tener que huir urgentemente del país”.

El primer lugar que se consideró como destino de la huida fue China, pero se descartó por el escaso entusiasmo de que el conflicto despierta en el actual gobierno chino y la poca estima que reciben los perdedores en esa región. Las miradas del núcleo duro del Kremlin se dirigirían ahora hacia Sudamérica, donde se consideran como posibles candidatos a Argentina y Venezuela. El proyecto está liderado por Ígor Sochin, miembro del círculo de confianza de Putin desde sus años oscuros en el Ayuntamiento de San Petersburgo, donde se fraguó el grupo de confianza que se ha enriquecido a su sombra y con el que estableció los primeros contactos mafiosos. Ahora estos hombres se encuentran en sitios clave de Rusia. Sochin fue bendecido con la presidencia de Rosneft, la petrolera estatal rusa, y su misión es controlarla, enriquecerse y favorecer a oligarcas cercanos. El presidente de Rosneft mantiene unas relaciones con Nicolás Maduro más que buenas, lo que podría ser útil en caso de una eventual fuga. Queda por ver si esa cercanía personal serviría para superar completamente los recelos venezolanos. Maduro se distanció de Putin después de que fracasara la guerra relámpago que debía ser el conflicto de Ucrania. Su posición no está clara y es consciente de que la crisis petrolera creada por el conflicto puede ser una oportunidad única de lavar la cara a su régimen.

Sochin ha encargado el proyecto Arca de Noé a Yuri Kurilin, considerado como su mano derecha y responsable del aparato operativo de Rosneft hasta que este verano abandonó sus funciones en la empresa para dedicarse en exclusiva a trabajar en este plan. Kurilin se graduó en la Universidad de Hayward, en California, trabajó para empresas occidentales –de hecho fue director de asuntos corporativos de British Petroleum–, lo que le nutrió de contactos y relaciones personales capaces de abrir numerosas puertas. Además, tiene la ciudadanía estadounidense.

De forma irónica Gallyamov asegura que cuando Putin y sus secuaces afirman que en Ucrania «todo va según lo previsto en nuestros planes», quizá habría que preguntarse a qué plan se refieren, ya que todo parece indicar que tienen más de uno.

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