El Federalismo catalán o el relato de la concordia

“Cómo convertir nuestras diferencias en provecho y no en calamidad” (Amin Maalouf).

Diez años acaban de cumplirse desde que un grupo de catalanes de gran prestigio intelectual y humano–Victoria Camps, Laura Freixas, Manuel Cruz, Joan Botella, Margarita Rivière, Carles Pastor, Mireia Esteva, Joaquim Coll, Carlos Jiménez Villarejo, Daniel Fernandez, José Luis López Bulla, José Luis Atienza, Albert Solé, Francesc Arroyo, Francesc Trillas, Beatriz Silva, Anna Estany, Carme Valls— entre otros, decidieron crear la asociación catalana Federalistes d’Esquerres (Fed), con un manifiesto firmado por 2.600 personas y un acto masivo el 8 de noviembre del 2012 en el teatro Goya de Barcelona. Más adelante se incorporarian otros líderes de la izquierda y del movimiento vecinal como el actual vicepresidente, Lluis Rabell. Por primera vez, se puede decir, emergía un movimiento con arraigo histórico que ideológicamente suponía la alternativa a los nacionalismos esencialistas y patrioteros, y era un referente ético para muchos de nosotros.

La fecha de su nacimiento no se puede olvidar, pues este grupo nacía como reacción al tsunami avasallador y hegemónico que el Procés independentista había puesto en marcha. Numerosas voces ocultas y silenciadas de la sociedad catalana empezaban a hacerse visibles en todos los campos, desde el político al literario. Federalistes d’Esquerres, de alguna manera, se convirtió en un refugio donde habitar ante la inquietud y la soledad en la que se encontró una generación de catalanes que había estado muy implicada en la transición política, una generación cargada de ideales y de la voluntad de querer construir un país mejor, y que tuvo la intuición de que el camino escogido por el movimiento independentista llevaba a la quiebra de la convivencia y de los afectos en Cataluña.

Diez años después, este grupo de amigos y voluntarios, como se les podría denominar, ha visto que su trabajo casi en silencio, sin llamar la atención, sin grandes titulares, ha ido calando poco a poco, como un boca a boca, en las mentes y corazones de muchas personas, de tal modo que podría convertirse en el germen de un proyecto político regenerador para las Españas. Más allá de los deseos, todo apunta a que algo se mueve en el sustrato de la política catalana y que  podría abrirse un nuevo tiempo político. La hartura y el cansancio de estos últimos años son infinitos, pero, hay que decirlo también, hemos madurado, estamos madurando, y, al final, eso da y dará sus frutos.

Y el primero de estos frutos, que me parecieron reveladores, llegó con las palabras de Manuel Cruz, primer presidente de Federalistas, en el acto que conmemoraba los diez años de su nacimiento. El mensaje de fondo de Cruz, hecho desde la sinceridad de decir lo que se piensa, y que cualquier demócrata debería interiorizar, fue la reivindicación clara y rotunda de incorporar a la derecha al dialogo y a los consensos que en Cataluña se rompieron con la reforma del Estatuto del 2006, con consecuencias nefastas. La estigmatización del PP en Catalunya viene de lejos, y forma parte de la cosmovisión que el pujolismo nacionalista pondría en marcha desde el inicio de la Transición. Aunque no han sido los únicos, como se pudo ver en aquella campaña electoral en la que los socialistas presentaban a la derecha personificada en la figura del dóberman. Al mismo tiempo, desde Madrid, irrumpían dos medios como la Cope y El Mundo, dispuestos a todo, y que  jugarían un papel fundamental en esta política.

El caso es que entre unos y otros volvía a resurgir el discurso del “nosotros” y el “ellos” que nos recordaba a la llegada de los totalitarismos en Europa. Los bloques y antagonismos absolutos que habíamos dejado atrás en la Transición se hacían de nuevo visibles. En este caso, la nueva dialéctica política, más cercana a la retórica propagandística, nacía al calor de las nuevas tecnologías e iba tomando cuerpo, primero en Cataluña, con el Procés independentista, y cada vez más en la clase política en general, como estamos viendo ahora con los agitadores de Vox. El debate político democrático, racional, respetuoso con el adversario, perdía peso, ante la fuerza del marketing y del mundo digital. Se imponen los mensajes en 124 caracteres, y, muy acorde con los tiempos, el Tik Tok resurge como el nuevo estilo argumentario.

Sin embargo, y en contraposición a esos discursos frentistas, he de decir que las palabras de Manuel Cruz me transportaron a aquellos personajes de principios del siglo pasado como el periodista Agustí Calvet, más conocido como Gaziel, o el sevillano Manuel Chaves Nogales o Manuel Azaña, Ortega Gasset, Giner de los Ríos, Antonio Machado,  y tantos otros representantes de la España democrática e ilustrada. Su virtud para ponerse en la piel de la derecha española más radical y conversar con ella, desde la amistad y comprensión, era más que notable, y al revés igual. Pues bien, por lo que sentí y vi en estas jornadas federalistas catalanas, me reconfortó ver que el espíritu de Gaziel estaba muy presente, muy alejado de los cainismos hispánicos o de los superegos del mundo actual.

Desde luego, este es el camino que representa el Federalismo; su huella en Cataluña siempre ha estado presente, desde la época de Francisco Pi y Margall, su primer fundador, junto con el almeriense Nicolás Salmerón. El federalismo, por tanto, vuelve a posicionarse como la salida natural al conflicto territorial no resuelto en nuestro país. Es, sin duda, un proyecto político transversal e integrador que sobresale como el más valorado entre los votantes de todos los partidos independentistas y no independentistas. Por el contrario, el relato del Procés, que no hay que confundir con la idea de la independencia para Cataluña, es hoy un relato agotado, que no aporta nada, que no sea polarizar y enfrentar. Un discurso alejado de la realidad e incapaz para la autocrítica.

Ahora podría ser el momento de superar los viejos antagonismos nacionalistas surgidos en la Europa de entreguerras. La política española está necesitada de un cambio de software, de un reset en el sistema si no queremos como se dice, volver a las andadas. En palabras de Mireia Esteva, la actual presidenta de Federalistas, una mujer que personifica los nuevos liderazgos, más cercanos a la gente y empáticos, lo más importante, en esta etapa política, sería extender la cultura federal entre los partidos políticos e instituciones y poner en valor todas las lenguas españolas. Su discurso final cargado de fuerza y optimismo, frente a los ideólogos del pesimismo y el apocalipsis, fue un canto a la esperanza.

Próximo artículo: Salvador Illa o los nuevos liderazgos políticos

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