Al enemigo, algo de agua

Echo en falta en el debate político e ideológico una mayor capacidad de los participantes en aceptar los argumentos y las decisiones acertadas de los adversarios. No todo lo que hacen los partidos o grupos ideológicos que no son los nuestros es perjudicial para el conjunto de la sociedad. La oposición política planteada como una negativa a todo lo que hace el gobierno no es constructiva.

La función de la oposición es controlar la gestión del gobierno, denunciar lo que considera que hace mal y que va en contra de los intereses del colectivo social al que representa y ofrecer las alternativas que considere más adecuadas. No es criticar con aspereza cualquier idea, proyecto o ley que sale del ámbito gubernamental.

He pensado en ello al ver la reacción de muchos partidos y plataformas ciudadanas con incidencia en el mundo de la política a raíz de la presentación de la proposición de ley que deroga el delito de sedición.

A ambos lados del abanico político e ideológico se han producido respuestas críticas que me han parecido excesivas o sobreactuadas. Desde la derecha española que representan PP, Vox y Ciudadanos se ha presentado la propuesta de PSOE y Unidas Podemos como una traición a España. Desde el mundo independentista que representan JxCat, la ANC, la CUP y la Brunete mediática que les acompaña se ha considerado que era una chapuza que sólo cambiaba el nombre del delito pero que seguía abonando la persecución judicial de los partidarios de la separación de Catalunya o, incluso, que la agravaba.

Ya se vivió un episodio similar cuando el gobierno de Pedro Sánchez indultó a los presos condenados por el Tribunal Supremo por su participación en la organización del referéndum de octubre de 2017 y la proclamación de la independencia posterior. Aún no he escuchado a ninguno de los beneficiarios de esa medida dar las gracias a quien les facilitó la salida de la cárcel. En castellano dicen que «es de bien nacidos ser agradecidos». En catalán decimos «home agraït, home de profit» (“hombre agradecido hombre de provecho”). Mi abuela decía “de desagraïts, l’infern n’és ple” (de desagradecidos está lleno el infierno”).

No deslegitima ningún partido ni ideología alguna reconocer que los adversarios políticos aciertan de vez en cuando. Lógicamente, cualquier norma es mejorable pero tener el NO a punto ante cualquier propuesta que salga del bando que no es el nuestro no contribuye en nada a mejorar la calidad y la utilidad del debate político.

Lo de “al enemigo ni agua” no debería ser la norma del comportamiento de nuestros representantes políticos y sociales. Al enemigo o adversario hay que escucharle y rebatirle cuando se lo merece. “Vencer no es convencer”, le dijo Miguel de Unamuno al general franquista José Millán-Astray. Franco venció. No convenció, claro. Antes de decir que NO a todo lo que digan sus adversarios políticos, piense si está con el filósofo que fue rector de la Universidad de Salamanca o con el militar que gritaba “¡muera la inteligencia! ” y “¡viva la muerte!”.

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