«Hacer de agricultor es un trabajo muy duro, con precios bajos y mucha burocracia”

Dos mujeres dan testimonio de su experiencia como empresarias agrarias

Carme Sendrós y la Roser Vallverdú están al frente de dos explotaciones agrarias en Cataluña, y tienen que superar cada día todo tipo de dificultades, como incrementar el rendimiento económico de la explotación o bien hacer frente a los desastres que provocan los jabalíes, los conejos o los corzos a las cosechas que con tanto cuidado se han conseguido durante la temporada. Las dos son unas luchadoras que no tenían ningún vínculo directo con el campo, pero se han acabado vinculando en el ámbito profesional y familiar.

Carme Sendrós, de Castellnou de Seana, en el Pla d’Urgell, empezó a cosechar fruta de muy jovencita “para ganar las primeras monedillas”, como explica ella misma a EL TRIANGLE. “A medida que pasaban los años, entré en la parte contable y administrativa de una empresa de agricultura y un día pensé en montar yo una empresa, y así lo hice. Pedí la ayuda de Joves Agricultors, arrendé unas tierras y empecé a hacer huerta a pequeña escala”, según relata Carme. Fue gracias a una viuda que buscaba alguien que le llevara las tierras durante mucho tiempo como consiguió disponer de la explotación necesaria para iniciar su negocio. Actualmente, Carme Sendrós no solo hace huerta de temporada, que vende a comercios de proximidad y por la web velisses.com, sino que también produce semillas hortícolas ecológicas de zanahoria para una empresa extranjera.

Ella es la titular de la explotación y cuenta con el apoyo de tres trabajadores. El negocio de las semillas de zanahoria está creciendo y, por este motivo, se plantea incrementar la plantilla. Según Carme, “producir semillas ecológicas de zanahoria es una producción muy técnica y requiere ser muy cuidadoso”. Es un cultivo complejo, y por eso, Carme hace formación continua: “Cada año haces una cosa u otra, sean formaciones o asistir a jornadas técnicas. Hay un aprendizaje constante”.

Todo y la pericia, Carme tiene muchas dificultades para preservar las cosechas de los conejos. “A pesar de la valla, la saltan, y es un desastre. Hay una plaga muy grande en la zona de Tàrrega, y no encuentran remedio, porque hace mucho tiempo que se avisa y no hay solución. Nosotros no podemos hacer nada, tienen que ser los cazadores con los permisos especiales de la Administración. Los ves pasar en decenas. Estoy en una zona que todo el alrededor es cereal de secano, y yo tengo huerta y los conejos vienen hacia mí porque tengo verde y tierno. Hemos perdido cosecha a pesar de replantar varias veces, y aparte echan a perder el riego”.

Si en Lleida los conejos hacen daños a la agricultura de Carme Sendrós, el jabalí o los corzos son un quebradero de cabeza para la Roser Vallverdú, que tiene una explotación principalmente de melocotones y viña en la Fortesa, entre el Alt Penedès y la Anoia. En declaraciones a EL TRIANGLE, Roser lamenta que “el jabalí es una vergüenza, porque lo echa a perder todo. Los cazadores tenían antes más facilidades para cazar, y ahora tenemos muchos problemas. Hay que tener dinero para poner vallas y proteger los cultivos. Cerrarlo todo es imposible. No somos ni Torres ni Freixenet.”

A pesar de estos quebraderos de cabeza, Roser ha decidido dedicarse de pleno al campo, y se hizo autónoma agrícola hace unos diez años. La explotación Melocotones Santa Creu pertenece a la familia de su marido, y ella vio que “él no se podía dedicar a la venta final porque tenía mucho trabajo. Vi que había que valorar el producto y me puse a buscar clientes, proveedores, cooperativas, tiendas para comercializar el melocotón ”. Según relata, “ahora cada semana cosechamos más de veinte variedades de melocotones, los llevo a la cooperativa, hago venta directa a particulares y restaurantes y me gusta bastante”.

Anteriormente, Roser se había dedicado al dibujo, y también había trabajado en una tienda y una fábrica, entre otros trabajos. Según explica Roser, “cuando me apeteció, yo elegí en qué momento me quería hacer payesa, y cuando he visto cosas que no son justas, me he hecho de la asociación de Dones del Món Rural (Mujeres del Mundo Rural), y así te empoderas y compartes realidades y te sientes más acompañada”.

Roser Vallverdú considera que ser payesa es un oficio como cualquier otro y que tendría que tener continuidad. De sus tres hijos, solo uno ha querido seguir de payés, porque “es un trabajo muy duro con un rendimiento económico bajo, precios bajos y mucha burocracia”. “Trabajar la fruta es un oficio muy ligado, lleva mucha trabajo. La viña, que también tenemos y hacemos DO cava, es más pausada”.

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