Una fiesta de Catalunya para los no independentistas

La primera de las leyes que aprobó el Parlamento de Catalunya restablecido después de la dictadura franquista fue la que instituyó el 11 de septiembre como Diada Nacional de Catalunya. No se lo inventaron de la nada. La cosa viene de lejos. Parece que el primer acto de conmemoración del Once de Septiembre fue la misa que se ofició en 1886 en la parroquia de santa María del Mar, junto al Fossar de les Moreres, en honor de las personas que murieron en el sitio de Barcelona en 1714. El canónigo de la sede de Vic, Jaume Collell, tenía que hacer el sermón pero las autoridades lo prohibieron. Además, los republicanos criticaron el carácter religioso de la conmemoración.

La historia de la celebración de la Diada el 11 de septiembre está repleta de desencuentros, discusiones y malos rollos. En 1888, coincidiendo con la inauguración de la Exposición Universal, se instaló la estatua de Rafael Casanova en Barcelona y se convirtió en punto de referencia de los actos conmemorativos y reivindicativos. En 1901, después de la ofrenda de flores convocada por varias asociaciones catalanistas se produjeron unos enfrentamientos con los lerrouxistas que acabaron con una treintena de detenidos. Republicanos y socialistas volvieron más tarde a oponerse a esos actos por el papel preponderante que tenía la derechista Liga Regionalista.

Las dictaduras de Primo de Rivera y Franco prohibieron la celebración del Once de Septiembre. El franquismo incluso retiró el monumento a Rafael Casanova. Las conmemoraciones clandestinas se sucedieron hasta que el 11 de septiembre de 1976, con Franco muerto, se celebró un acto masivo en Sant Boi de Llobregat. Fue la primera celebración legal después de tantos años de represión. La estatua de Rafael Casanova fue repuesta en la calle Ali Bey de Barcelona, ​​en 1977.

Después de unos primeros años de democracia en los que la Diada era una fiesta abierta a todos los catalanes, desde hace una decena ha quedado en manos del sector independentista. La celebración institucional, más o menos, va tirando como puede, tanto en el Parlament como donde decide organizarla el gobierno de la Generalitat, pero las concentraciones y manifestaciones callejeras son cosa sólo de los independentistas. Los que no lo son se desentienden de ellas.

Este año se ha llegado al extremo de que los distintos grupos independentistas han organizado celebraciones separadas. Si se quiere que los ciudadanos de Cataluña celebren juntos una fiesta es evidente que la Diada del Once de Septiembre hace tiempo que no sirve y que es prácticamente imposible recuperarla para el conjunto de la ciudadanía.

Así las cosas, habría que encontrar una fecha para esta nueva fiesta conjunta o transversal, como suele decirse ahora. Quizás no es necesario inventar nada nuevo. Sant Jordi cumple a la perfección las condiciones para sustituir al Once de Septiembre como Diada Nacional de Catalunya.

Sólo hay un problema. El Estatuto de Cataluña fija, en su artículo 8, que «la fiesta de Cataluña es la Diada del Once de Septiembre». Y cambiar el Estatut -¡qué voy a deciros!- no es un trámite sencillo. Sin embargo, si se ponen a ello, y ya enfrascados en la ruptura de moldes culturales clásicos, podrían aprovechar la ocasión para cambiar también el himno de Catalunya. O cambiarle la letra y hacer que sea más amable y constructiva que el actual texto gore que hemos escuchado tantas veces este domingo.

Barcelona tiene dos fiestas mayores, la Mercè y Santa Eulàlia. Tampoco se hundiría el mundo porque Cataluña tenga dos diadas: una de todos y otra de los independentistas.

(Visited 137 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

HOY DESTACAMOS

Deja un comentario