Los guardiolistas y Xavi se ponen en ridículo en el partido contra la ELA

Ernest Folch ningunea a Unzué y cómicamente señala a Laporta como el héroe de un partido en el que el técnico azulgrana secuestró a Lewandowski y provocó la ovación de gala para Pep y Haaland

Por momentos, el Camp Nou pareció un estadio con rasgos distintivos verdaderamente curiosos en el encuentro amistoso frente al Manchester City a beneficio de la investigación contra la ELA por iniciativa de Juan Carlos Unzué, el exfutbolista y exentrenador azulgrana víctima de una enfermedad cruel e implacable, degenerativa, que ya le ha causado importantes estragos físicos. Unzué, ejemplo de entusiasmo y de vitalidad, es tan plenamente consciente de su fatal diagnóstico y de su peor destino, inevitable hoy en día, como de la necesidad de contribuir a evitar que en un futuro otros miles de personas, como él mismo y su familia, hayan de pasar por un estado de sufrimiento tan inhumano. Fue él y nadie más el aglutinador, convocante y organizador de un partido espectacular, digno de una final de Champions, como el disputado en el estadio azulgrana con Guardiola y Xavi en los banquillos y algunas de las grandes figuras del fútbol mundial.

La respuesta social estuvo a la altura, con más de 90.000 espectadores que pasaron por taquilla, pocos socios seguramente y sí una mayoría de barcelonistas sin carnet, de esos ruidosos, entregados, llegados de todas partes del mundo en una semana de agosto en la que todavía se están batiendo diariamente los registros de turistas y de visitantes en el Museu azulgrana, cuando menos en relación a los dos últimos veranos.

La personalidad y la humanidad de Unzué, en definitiva, promovió una respuesta de sensibilidad y de afecto excepcional que hizo posible el mejor de los partidos, más difícil todavía teniendo en cuenta que la temporada ya ha arrancado incluso antes de lo normal por la disputa del Mundial anormalmente en pleno curso.

Sobra y repele, por tanto, cualquier otra consideración ni análisis como el del periodista Ernest Folch y esa corte de guardiolistas a los que representa y que, por exagerar su figura, rozan el papanatismo y se ponen en ridículo firmando artículos como el aparecido en el diario Sport. “Han tenido que pasar diez años, diez, para que Guardiola vuelva al Camp Nou invitado por el club y de manera voluntaria en un partido amistoso. ¿Qué ha pasado durante este tiempo? Muy sencillo: que antes de la llegada de Laporta, Pep fue un sospechoso cruyffista para la directiva de Rosell y directamente un opositor para el entorno de Bartomeu. El club nunca se atrevió a decir en público lo que murmuraba en privado, pero lo cierto es sonrojante y es que el Barça ha estado tantos años alejado de uno de sus grandes mitos por razones puramente sectarias. Pep volvió ayer por fin al Camp Nou por la puerta grande gracias a Laporta en un partido que llevaban más de una década prohibiéndonos”.

Lo primero es que Guardiola quiso irse. “Me he vaciado”, dijo, después de una temporada floja del equipo, viéndose incapaz de dominar y controlar a ese ‘monstruo’ que él mismo había forjado. Nadie le empujó, nunca ha dicho lo contrario, y el equipo aún fue capaz, con Tito Vilanova, Luis Enrique y Valverde pasando por ese mismo banquillo, de igualar varios dobletes (Liga y Copa) y otro triplete. Tampoco Joan Laporta promovió ni prometió su regreso en 2015 cuando se presentó y perdió las elecciones y ni tampoco en las de 2021, mayoritariamente ganadas con la promesa (falsa) de renovar a Leo Messi.

El propio Guardiola cerró esa puerta hace muchos años. Por no volver al Camp Nou no lo hizo cuando más se le esperaba el día que se abrió y cerró en el Camp Nou el memorial en homenaje y reconocimiento a Tito Vilanova, señal inequívoca de que, por parte del de Santpedor se había perdido la amistad y el afecto que un día les llevó a liderar el mejor Barça y el mejor equipo de todos los tiempos.

Se equivoca Ernest Folch, fanatizado por ese brillo futbolístico incuestionable de Guardiola, además de mentir sobre esa prohibición o veto de las otras directivas a Guardiola y de señalar a Laporta como el artífice de un regreso que nadie reclamaba.

El Camp Nou de la noche del miércoles, como no la había hecho nunca, tampoco coreó el nombre de Guardiola y sí el de Lewandowski varias veces en una reacción lógica a una ausencia difícil de explicar y de justificar por parte de Xavi, pues a menos que el delantero alemán, igual que Dembélé o Pedri, presentasen problemas físicos no comunicados por los servicios médicos resulta inexplicable y recriminable que no saltaran al terreno de juego ni siquiera unos minutos. La decisión de Xavi dejó frustrados a miles de aficionados que, a la vista de esa negativa, jalearon y aplaudieron a Erling Haaland, el delantero noruego del City, curiosamente uno de los pocos futbolistas que, contraviniendo al propio Xavi, sí que le había dicho ‘no’ al Barça a pesar de haber ido personalmente a intentar convencerlo. La reacción del público, que pitó continuamente el mejor juego de posesión del City, fue la de premiar con aplausos el gesto de Guardiola de sumarse a la fiesta y regalar al espectáculo la participación de un futbolista excepcional con características y condiciones para alcanzar e incluso mejorar con el tiempo una carrera como la de Lewandowski, secuestrado por Xavi en esa noche mágica.

Guardiola, que tiene partido de Premier el sábado, si entendió de qué iba la fiesta mientras que Xavi, con partido el domingo, se mostró avaro, egoísta e insensible a menos que por causas desconocidas o lesiones, los mejores delanteros del equipo no pudieran actuar.

No sería propio de Xavi ese pánico a alienarlos y mucho menos que influyeran en su negativa los goles de Frenkie de Jong, Aubameyang y Memphis, los señalados, acosados y empujados a irse para llegar donde no han alcanzado las palancas de Laporta (900 millones) y poder inscribir a Koundé y un lateral. Ninguno de los tres celebró haber marcado, más bien al contrario, desanimados y cabreados por el trato recibido de la directiva de Laporta y también de Xavi, tan libres de adoptar las medidas deportivas que consideran necesarias como los afectados lo son de expresar su disgusto y su decepción por esa situación extrema y desesperada forzada por la pésima y caótica gestión de la directiva.

Por cierto, que el Camp Nou también aplaudió a Bernardo Silva, ese fichaje con el que Laporta engañó a Xavi, prometiéndole que lo traería si forzaba la marcha de Frenkie de Jong. Guardiola no sólo le dio minutos sino que después, en la rueda de prensa, se burló un poco de todos afirmando que “a Bernardo le gusta mucho Barcelona”. Pep y el City querrían que Laporta ‘picase’ como con Ferran Torres. Y aún queda tiempo.

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