El examen de la jubilación

¡Mira por donde, los profesores asociados de Universidad deben jubilarse cuando cumplen 65 años! ¡Qué putada! Tan bien que lo he pasado estos años después de los primeros meses de terror ante la perspectiva de tener que ponerme ante 30 o 40 chicos y chicas a contarles historias, pasarles exámenes y, lo peor de todo, poner notas.

Se acaba el curso 2021-2022 y pronto tendré que despedirme de la Facultad en la que estudié hace un montón de años y a la que volví como ‘profe’ ahora hace siete.

Tengo la sensación de cuando estás respondiendo un examen, te dicen que tienes que entregarlo en cinco minutos, te das cuenta de que te quedan muchas preguntas por contestar y que no te dará tiempo a llenarlo entero. Sensación que es la que tengo ante la vida desde hace cierto tiempo. Pasan los años y no nos da tiempo a ver completados los deseos de justicia que nos han movido a lo largo de nuestro periplo vital.

Cada cual tiene sus aspiraciones. Para los independentistas, morir antes de ver la Catalunya separada de España que desean es una mala jugada. También para los federalistas que queremos no una Cataluña federal sino una España, una Europa, un mundo federal.

Empecé a hacer de periodista por libre cuando mientras estudiaba en el instituto perpetré un reportaje sobre las personas que vivían en la calle o se sentaban en el suelo para pedir dinero. En mi santa inocencia conseguí reunirme con el periodista Josep Maria Huertas Claveria para proponerle que escribiera el prólogo del libro que estaba preparando sobre esas personas. Ni hubo prólogo ni hubo libro, pero hubo amistad con un gran periodista. El caso es que cincuenta años después sigue habiendo gente pidiendo dinero o durmiendo en las calles de mi ciudad.

Hay quien entiende la jubilación como un tiempo para recuperar todo lo que no ha podido hacer mientras ha estado ocupado trabajando. Me parece bien, pero yo lo que he querido siempre es descubrir la forma de conseguir que, como dicen los de Arrels Fundació, no haya nadie viviendo en la calle. ¡Y quien dice esto dice tantas cosas! El listado es interminable y tiene nombres y adjetivos concretos: pobreza, hambre, desigualdad, vulneración de derechos humanos, violencia, guerras, terrorismo, intransigencia, insolidaridad, odio, discriminación, racismo, supremacismo, egoísmo, abusos,…

Aún me queda un tiempo antes de entregar mi examen. Me esforzaré tanto como pueda pero está clarísimo que cuando lo haga quedarán muchos deberes pendientes.

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