Piqué: lo más normal del mundo

Me sorprende el acoso y derribo al que se está sometiendo al pobre Piqué. Ya sabemos que es un ególatra, un creído, un prepotente. Lo demostró hace unos años plantando cara a unos municipales que osaron ponerle una multa. Su nula humildad quedó patente en aquella tarde en la que despreció a los agentes, diciéndoles que le tenían envidia por ser famoso. Nada nuevo bajo el sol. ¿Qué se puede pensar de una persona así, de un macho alfa que nada tiene que envidiar a los de Vox que van enseñando los pelos del pecho? En el fondo, subyace en él una personalidad dominante, supremacista, clasista y despótica, pero parece que eso es muy común en este sur de Europa donde, si no se roba, si no se manipula, si no nos llevamos una comisión, es que, o no podemos o somos tontos.

Me decía hace unos años un concejal amigo mío que había tenido muchísimos problemas para mantener su integridad, para no caer en las garras de la codicia que otros compañeros y compañeros y hasta el propio alcalde le presentaban a diario. Él había visto como corrían los maletines cargados de billetes de cincuenta euros que las empresas donaban al partido para así poder ser favorecidas en algún concurso. Él se negaba a aceptar el chantaje, a pesar de que le habían ofrecido un apartamento en la Costa Brava, un coche y hasta un trabajo fijo en el ayuntamiento para su mujer. La presión llegó a ser muy fuerte, de manera que recibía los insultos de otros concejales que no podían entender cómo era capaz de renunciar a esos privilegios, llamándole textualmente gilipollas e imbécil. La historia acabó saliendo de aquel nido de serpientes y alguno de los ediles en la cárcel.

Hace tan solo un par de semanas, un miembro de un centro cívico me explicó que la presidenta se había atrincherado en el cargo que ostentaba desde hacía más de veinticinco años. Al estilo Piqué, proclamaba que mandaba ella, que ella era la mejor, que nadie podía arrebatarle su cargo. Vamos, que cumplía las características del capitán blaugrana a rajatabla. A pesar de esas ínfulas, se la veía una persona cercana, amable, dispuesta a vestirse de paje, de rey mago o de Papa Noel; lo que hiciera falta para alegrar la vida de ese centro donde se impartían decenas de cursos. Pero el poder todo lo corrompe, al menos eso se dice siempre. Y la que era un referente en todos los ámbitos, resulta que organizaba unos viajes por España y por Europa que eran la delicia de la gente. Lo que se ha sabido ahora es que durante años se llevaba una comisión que le ofrecía la empresa de los autocares cuanta más gente se apuntara a esas excursiones. Imposible calcular el montante del chanchullo en veinte años, pero con esas pequeñas cantidades tenía un plus para completar su pensión.

Así que ya ven. Piqué es el señalado, pero es muy probable que no nos extrañe, que nos sorprenda e incluso nos indigne en un primer momento, pero, después de la reflexión necesaria, nos apercibimos de que es lo normal desde hace lustros, quizás siglos. Sentados en el pedestal nos creemos dioses, capaces de hacer lo que nos dé la gana. El mundo gira en esa dirección. Si se puede sacar partido de lo que sea y de quien sea, allí vamos. Y Piqué ha hecho ni más ni menos lo que hubiéramos hecho todos (o casi todos).

La pena de todo ello es que es muy difícil encontrar a personas como mi amigo concejal, esa gente que se mantiene íntegra, firme, ante la brutalidad del egoísmo preponderante. Los señalados son precisamente los que se niegan a entrar en esa rueda de corruptelas, amiguismo y maniobras que hieren de muerte a la ética de nuestros antepasados.

Muchas veces me he preguntado si esta actitud, la de aprovecharse del prójimo, la de mangonear y robar, es propia de los países pobres porque no llegamos a final de mes, porque nuestros sueldos son de miseria. Y analizo y veo que no. Que ni Piqué, ni los concejales, ni el alcalde ni la señora mandona del centro cívico, tienen esos problemas de subsistencia. Así pues, ¿cuál es la razón por la que se aprovechan del cargo para robar? Seguramente porque son personas con una muy baja autoestima, con poca o nula confianza en ellos mismos y que, al verse situados en ese podio, se crecen y empiezan a pensar que son algo. Y entonces imitan las felonías de los de su estirpe. Eso, y altas dosis de vanidad que se autoimponen. Así pues, Piqué es uno más en esa larguísima lista de fracasados aprovechados. En el fondo, ¿no será que le tenemos envidia?

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