Un intermediario inglés se lleva una comisión millonaria por la esponsorización de Spotify al Barça

La junta directiva vende la camiseta azulgrana por un precio muy inferior a la del Real Madrid

Camp Nou

Para Joan Laporta, el principal atractivo del contrato del FC Barcelona con Spotify radica en el hecho que la operación, finalmente cerrada con bastante éxito para su gusto, se ha realizado a través de un intermediario, el empresario inglés y agente de jugadores Darren Dein.

Un acuerdo conseguido después de que esta agencia comercial, especializada en el ámbito del deporte, hubiera ofrecido al club la posibilidad de un entendimiento con la plataforma de streaming musical más popular del momento y no como resultado de una negociación propiciada desde el club a través de su departamento comercial o de ventas.

Aquella imagen tan gráfica expuesta por el mismo Joan Laporta en campaña, cuando afirmó que “iremos con la maleta para vender la camiseta”, ha quedado reducida únicamente a la intención y, para decirlo de alguna manera, al fracaso por parte de un área del club que no funciona y que ha registrado en un año el número más grande de bajas de su staff ejecutivo, principalmente por renuncias y deserciones sobre la marcha.

Este mismo motivo, porque además el Barça tendrá que abonar el pago de una fuerte comisión de entre 3 y 4 millones, cantidad a descontar de las cifras que se han ido conociendo, causó la dimisión de Ferran Reverter, el CEO que tenía avanzadas las negociaciones con otro planteamiento, más diversificado, más ambicioso y lucrativo para el FC Barcelona, una parte con Spotify y otra con otras marcas.

Aunque la urgencia y el liderazgo del mismo presidente por vender activos por debajo de su valor de mercado han provocado dudas en el departamento comercial del club, lo cierto es que, desaparecida la voz discrepante de Ferran Reverter, ya no queda nadie con la osadía, el atrevimiento ni el valor de discutirle nada a Joan Laporta.

Así, por más que el del Barça sea el peor acuerdo de los clubes más importantes del continente, su poca pericia y precipitación se han transformado en aclamaciones y alabanzas por la modernidad, el atractivo y la sofisticación que supone este matrimonio entre fútbol y música.

La realidad es que el Real Madrid podrá fichar a Mbappé o Haaland, o a los dos, o quizás al noruego se lo lleva el City, gracias al dinero de Fly Emirates y Etihad Airways, mientras que el Barça, gracias a la aportación menor de Spotify, apenas podrá cumplir el presupuesto del año que viene y tendrá que continuar buscando jugadores libres en el mercado.

Las cifras no engañan, el Real Madrid ingresa 70 millones solo por la camiseta de juego, mientras que Laporta ha firmado por 67,5 millones las dos camisetas, la masculina y la femenina, la ropa de entrenamiento y el nombre del estadio. Y a esta cifra hay que restarle una comisión que deja el ingreso neto por debajo de los 65 millones.

No existe, al contrario, ningún argumento para juzgar y sentenciar, ni para bien ni para mal, sobre cuál de los clubes poderosos gestiona mejor su patrimonio y su imagen. Sobre todo, porque finalmente será sobre el terreno de juego donde se dirimirá quién será el campeón de la Champions y de sus respectivas ligas domésticas.

Lo que tampoco se discute es que, una vez más, Laporta improvisa y convierte cada acción y decisión en una nueva falsedad sobre sus planes iniciales y, no hay que olvidarlo, sobre sus promesas.

Para Laporta, la prioridad ha sido, como siempre, el efecto mediático, el mensaje y la foto ante la defensa de los intereses del club, en un momento en que el Barça tiene que hacer frente a una situación económica comprometida. En buena parte, a causa de las enormes y artificiales pérdidas provocadas por el mismo Laporta en el cierre del año pasado, no se sabe todavía del todo con qué finalidad, puesto que esta obsesión por aparentar que todo ha sido culpa de Bartomeu y del pasado lo ha arrastrado a una situación de necesidad perentoria y, en consecuencia, a la aceptación de unas condiciones fuera del top 5 de las camisetas y los activos mejor pagados en el mercado de los grandes clubes.

El “title naming” del Camp Nou, a precio regalado

Además, hay unanimidad respecto a la muy baja valoración de los title naming, la sustitución del nombre Camp Nou, denominación histórica del estadio azulgrana desde su construcción el 1957, por un nombre comercial. A partir del 1 de julio pasará a llamarse Spotify Camp Nou por cinco millones anuales hasta el 2025, un mal negocio según los especialistas, porque el club ya había rechazado por los title rights, es decir, por el apellido comercial, una cifra de 20 millones anuales.

Cuando la farmacéutica catalana Grifols puso sobre la mesa esta cantidad, la junta de Bartomeu la acabó rechazando porque, a partir del tercer año, Grifols planteaba reservarse la opción de revender este derecho a otro patrocinador. Ahora, aunque algunas fuentes del club niegan esta posibilidad después del tercer año a favor que Spotify pueda hacer lo mismo, nadie duda que en este acuerdo hay alguna sorpresa escondida.

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