Perfectos desconocidos

Hay una película italiana, Perfetti sconosciuti, adaptada después a España, México, Francia y Corea, donde en una cena de amigos y parejas alguien propone jugar a un juego bastante curioso, más temerario de lo que de inicio pueda parecer, el de poner los teléfonos móviles de los comensales sobre la mesa, a la intemperie, y hacer públicos todos los mensajes o llamadas que se vayan sucediendo mientras dure el ágape. Sin hacer spoiler, añadir sólo que el juego, que revela misterios que desconocían unos de otros, no termina bien. En conclusión, los amigos de toda la vida eran perfectos desconocidos, como indica el título del filme.

Me ha hecho pensar en ello el portavoz de ERC en el Congreso de Madrid, Gabriel Rufián, que ha puesto el móvil -el de Junts- sobre la mesa para denunciar que los hombres de Puigdemont habían jugado a espías, como si se es tratara de una película de James Bond, contactando con esbirros de Vladímir Putin para sumarlos a la causa independentista catalana -no hace falta decir que sin éxito. Junts niega la mayor y se rasga las vestiduras, al tiempo que libera la jauría para que muerda a Rufián. Se le ha dicho de todo, menos guapo. De ignorante a miserable. Luego, Rufián ha matizado su vehemencia, sin corregir, sin embargo, el fondo de la crítica. De hecho, los propios aludidos no niegan los encuentros, pero rebajan los objetivos de los mismos. Sea como fuere, la policía también jugó al juego del móvil, y hay grabaciones del caso Voloh que vendrían a corroborar en parte las diatribas de Rufián.

Volviendo al principio, ¿se imaginan una reunión/cena entre ERC y Junts en la que pusieran sus móviles sobre la mesa…? Ríete de lo que les ocurre a los amigos de la citada película. A estos socios por conveniencia les unió en su día la causa común del independentismo, pero les separan muchas más razones. La enemistad viene de lejos y la independencia no es o no ha sido un elixir suficiente para vencer los disentimientos. Lo explicó en su día el expresidente José María Aznar, «antes de que se rompa España, lo hará Catalunya», y en eso tenía razón. Sin culpar a unos por encima de otros, o en todo caso, culpándolos a ambos, ya sería hora de que descartaran este imposible encamamiento y nos dejaran de engañar con este falso matrimonio. En realidad, con los móviles boca arriba o boca abajo, ERC y Junts son unos perfectos desconocidos. Como decía Pablo Neruda, «para que nada nos separe, que no nos una nada»…

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